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Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, decía el filósofo bugueño, frase que encaja perfectamente en el almendrón que se ha formado en Cali por las declaraciones de la Arquidiócesis, con las que pretende lavarse las manos de la responsabilidad económica que le compete en el caso de los niños que fueron violados por el cura pederasta que purga 33 años de cárcel.
Debido a las pretensiones de los familiares de los violados, la curia caleña debería pagar algo así como nueve mil millones de pesos, astronómica cifra que quebraría a la Iglesia y tendría entonces que cancelar con camposantos, templos, conventos, seminarios y, por qué no, con oraciones, porque ya sabemos que las limosnas, diezmos y ofrendas cada vez les son más esquivas a las alcancías católicas.
Ante esta situación y lejos de negociar por las buenas y llegar a un acuerdo con el muy hábil abogado de la víctimas, el penalista Élmer Montaña, el representante jurídico de tan sacrosanta institución y en papelería y con sello de la misma —lo cual significa que estaba hablando en nombre de la Arquidiócesis— se vino con la absurda teoría de que la culpa de estas corrompisiñas había sido de los padres de los violados y ahí se prendió la mecha.
El rechazo a semejante exabrupto, que le ha dado la vuelta al mundo, ha dejado muy mal parada a la Iglesia y peor aún al arzobispo Darío de Jesús Monsalve, quien pretendió, primero, optar por la política del avestruz y, cuando el lío se le vino pierna arriba, salió a dar unas declaraciones evasivas y gaseosas que todo el mundo interpretó como un apoyo tácito a lo escrito por el abogado.
Lo lógico hubiera sido rechazar semejante estropicio, desautorizar tales aseveraciones y retirarle el poder al jurista, pero no: prefirió afrontar el vendaval, que ya va por la solicitud de que entregue el báculo y demás ornamentos y, aunque tiene muchos defensores, sus detractores, que son más, insisten en que se vaya con su incienso para otra parte.
Mientras ello sucede, la Iglesia Católica se sigue sumergiendo en una crisis que está provocando la estampida de su feligresía y el rechazo de la sociedad entera.