Este delito, considerado por el papa Francisco como “una lepra en nuestra casa”, lejos de ser condenado por el arzobispo de Cali, que anda muy entretenido con el proceso de paz y como tal ha descuidado las ovejas de su rebaño, lo ha minimizado con el célebre “tapen tapen” que tanto mal le ha causado al catolicismo.
Lo anterior se desprende de un documento con papel membreteado con el escudo de la Arquidiócesis, en el que uno de los abogados de tan sacrosanta organización salvadora de almas sostiene que la culpa de esas execrables violaciones no son del cura degenerado ese, sino de los padres de los perjudicados “por haber creado una situación de riesgo que permitió los abusos, al autorizar que sus hijos pernoctarán en la iglesia”.
¿Habrase visto mayor cinismo de ese ministro de Dios en la tierra que permitió que en papelería de su Arquidiócesis se escribiera semejante infundio? ¿Cómo puede la Iglesia Católica estar de acuerdo con otro cura pedófilo que ante las acusaciones por abuso de unos niños de Cali acusó a los mismos niños de haberlo seducido?
¡Los pájaros tirándoles a las escopetas! Sucede que ahora los responsables resultan siendo los familiares de los violados y la iglesia, londa y lironda se niega a pagar una indemnización culpando —repito— a las familias de los niños abusados, postura que asume para no desencajar sus abultadas arcas con justificaciones miserables como las que pretende hacer valer.
Con esta actitud, la Santa Madre Iglesia ha pelado el cobre, mucho más de lo que creíamos, y todo por culpa del Dios dinero que es capaz de exabruptos como este.
¿Y así y todo quiere el Catolicismo recuperar una feligresía cada vez más desconcertada, esquiva, prevenida y cada vez más seducida por otras iglesias que están ganando un terreno que jamás se pensó que fuera tan fuerte y tan extenso?
Este delito, considerado por el papa Francisco como “una lepra en nuestra casa”, lejos de ser condenado por el arzobispo de Cali, que anda muy entretenido con el proceso de paz y como tal ha descuidado las ovejas de su rebaño, lo ha minimizado con el célebre “tapen tapen” que tanto mal le ha causado al catolicismo.
Lo anterior se desprende de un documento con papel membreteado con el escudo de la Arquidiócesis, en el que uno de los abogados de tan sacrosanta organización salvadora de almas sostiene que la culpa de esas execrables violaciones no son del cura degenerado ese, sino de los padres de los perjudicados “por haber creado una situación de riesgo que permitió los abusos, al autorizar que sus hijos pernoctarán en la iglesia”.
¿Habrase visto mayor cinismo de ese ministro de Dios en la tierra que permitió que en papelería de su Arquidiócesis se escribiera semejante infundio? ¿Cómo puede la Iglesia Católica estar de acuerdo con otro cura pedófilo que ante las acusaciones por abuso de unos niños de Cali acusó a los mismos niños de haberlo seducido?
¡Los pájaros tirándoles a las escopetas! Sucede que ahora los responsables resultan siendo los familiares de los violados y la iglesia, londa y lironda se niega a pagar una indemnización culpando —repito— a las familias de los niños abusados, postura que asume para no desencajar sus abultadas arcas con justificaciones miserables como las que pretende hacer valer.
Con esta actitud, la Santa Madre Iglesia ha pelado el cobre, mucho más de lo que creíamos, y todo por culpa del Dios dinero que es capaz de exabruptos como este.
¿Y así y todo quiere el Catolicismo recuperar una feligresía cada vez más desconcertada, esquiva, prevenida y cada vez más seducida por otras iglesias que están ganando un terreno que jamás se pensó que fuera tan fuerte y tan extenso?