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A los contradictores del uso de la ivermectina y a quienes siguen negando sus poderes para “disminuir la carga viral al punto de evitar no solo la muerte, sino la enfermedad severa”, es bueno que conozcan lo que escribió en día pasado el prestigioso médico psiquiatra Carlos Climent en el periódico El País de la ciudad de Cali.
Satanizada por el Gobierno Nacional, a pesar de que muchos de sus funcionarios, esposos, esposas y parientes la han tomado casi al escondido, creo que hasta fue prohibida aunque no contiene elementos que deterioren la salud ni a corto ni a largo plazo de quienes la ingieren.
Pero no: se le declaró una guerra absurda y hasta este escribano llevó del bulto, siendo catalogado hasta de culebrero y ridiculizado por una asociación de sabios de esos que creen tener la verdad revelada.
Sin desconocer lo conveniente que es la vacuna como única alternativa para evitar el contagio, pues su aplicación es inversamente proporcional a la propagación de la pandemia, es necesaria una alternativa de tratamiento mientras se produce la vacunación.
Así ha sucedido en algunas regiones de India, donde decidieron repartir ivermectina entre la población adulta con unos excelentes resultados: se produjo una disminución del 85 % de los contagios y un 60 % de reducción en las cifras de mortalidad, mientras que en el estado de Tamil Nadu, donde se prohibió, las cifras de mortalidad en el mismo período aumentaron de 48 a 474 casos.
Estas informaciones tienen el respaldo respectivo e invito a buscarlas en la columna mencionada en el citado periódico bajo el título “La intervención temprana en COVID-19”, del pasado domingo 27 de junio.
Y estoy de acuerdo con Climent cuando sugiere que salgan del clóset aquellos líderes y lideresas a escala nacional que han sufrido esta enfermedad y se han beneficiado de esta intervención temprana con la ingesta de ivermectina.