Seguimos tropezando con la misma piedra, la misma hipocresía y la misma retórica barata para justificar un conflicto interno indefendible. Es el riesgo de dialogar de manera multiforme y simultánea con grupos con tan disímiles ideologías y principios, cuando los tienen.
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Seguimos tropezando con la misma piedra, la misma hipocresía y la misma retórica barata para justificar un conflicto interno indefendible. Es el riesgo de dialogar de manera multiforme y simultánea con grupos con tan disímiles ideologías y principios, cuando los tienen.
Algunos ilegales insisten en negociar en medio de la guerra desnuda. Buscan sacar ventaja del dominio violento territorial y de la posibilidad de un acuerdo, que alejan con su accionar cobarde e inhumano, justificando acciones criminales al decir que no firmaron tratados internacionales.
Defrauda una vez más la confianza ciudadana que en el juego de palabras mantengan la posibilidad de enfrentamientos entre ellos, como el ELN y las disidencias en Norte de Santander, con el argumento de que la tregua vigente es con el Gobierno y que lo demás son buenas intenciones. Contribuyen a la escalada del conflicto como una expresión de la brutalidad humana por partida doble: la de considerar que la guerra es el camino y por utilizarla para presionar acuerdos de paz.
Saben que la guerra rinde frutos, no solo a ellos sino a los que, de civil, impulsaron con sus bodegas esa otra estupidez: el voto por el no en el plebiscito por la paz y hoy se dan golpes de pecho, pero airean la solución final de las armas sin asomo de arrepentimiento. Por lo menos en Gran Bretaña y Brasil, otros países víctimas de la posverdad, hay marchas y manifestaciones de nostalgia y solicitud de perdón, por el apoyo al brexit y a Bolsonaro, respectivamente.
Por eso la propuesta inicial de negociar en medio de la guerra debe tener un límite; no solo para exigir tregua total para las elecciones regionales, viciadas de nulidad si hay descarada intervención de grupos al margen de la ley, sino para continuar en la mesa.
A propósito de marchas y concentraciones, la población civil, a la que toman como escudo impunemente, debe exigir el desescalamiento de todas las acciones, si quieren contar con su apoyo a la paz total.
Ya fue suficiente de galimatías y cinismo para no devolvernos dos décadas. Ya sabemos lo que eso originó.