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Así es la opinión pública. Veleidosa, cambiante, sorprendente. Quienes en pasadas mediciones de percepción y favorabilidad creyeron que la imagen presidencial caería a velocidad de tobogán, no asimilan la más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría, donde el presidente y su Gobierno equilibran cargas.
Que uno de cada dos colombianos apruebe la gestión de Petro y que el 54 % de los encuestados tenga imagen favorable del mandatario, más allá de la foto coyuntural, es el efecto resorte por el asedio imparable al que ha sido sometido el Gobierno y, peor aún, sin ninguna renovación en el mensaje propagandístico.
La oposición, embelesada en oírse a sí misma sus posteos, ofensas y pesimismos, no se percató que, disipadas las dudas sobre un cambio institucional o quiebre democrático, la cantinela de la metáfora castrochavista se agotó en la falta de creatividad, la repetición inane y cansancio de las masas que hace rato están pensando en quién podría suceder a Petro y desde qué orilla. De ahí la nulidad de representación de los quintillizos de Uribe, que no mueven la aguja ni para indignarse por la visión machista del patriarca venido a menos, quien de paso ayuda en guarismos a Petro, cada vez que, como presa enjaulada, arremete contra el Gobierno.
Ayudan a sumar dinosaurios sin oído afinado como Gaviria que, con sus movidas de esta semana, aspiran a manejar los destinos de los partidos de manera vitalicia, o el eterno Vargas Lleras que no se cansa del rechazo cada vez que les cree a quienes le repiten al oído que tiene opción.
Adicionan el efecto Pegasus por sus implicaciones, sombras y su tufo de república platanera con desvergonzados oídos espía sin vigilancia ni control; y ese tonito de eco soberbio del periodismo autorreferencial y sin escucha que se está quedando sin el pan del mensaje y sin el queso de la audiencia.
Si las anteriores encuestas midieron el pasado, esta habla, reclama futuro, pero proliferan los oídos necios…