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Nada emociona en esta repetitiva e hipócrita fase, la más aburridora de toda campaña presidencial. Se suceden como aguaceros lanzamientos, destapes y salidas del clóset con el embadurne de maquillaje, encuestas propias y esa actitud falaz que clama, sin convicción, por la unidad, unos acuerdos o eso que llaman simplonamente ‘lo colectivo’. Nada más mentiroso. Es decir, todos quieren unidad, pero en torno a su propio nombre, para lo cual están dispuestos a cualquier cosa, escondidos bajo el pomposo sustantivo de ‘estrategia’.
Nada distinto. ¿O hay algo más aletargador que esos foros regionales del uribismo? De entrada, su jefe natural pateó a los quíntuples y de paso a la candidata advenediza, cuando puso como requisito para una candidatura que tuviera conocimiento y que no llegue a aprender sino a ejecutar. Rajados todos.
Menos mal para ellos Uribe nunca fue buen elector de presidenciables. De la traición santista, a la ineptitud duquista, al descache fiquero, al desbarrancadero rodolfista. Pero que sea esa la primera razón para ignorar a ese quinteto, sumada el desconocimiento del juego político, la alteración de reglas de juego y su comprobada incapacidad para gestionarse solos. Si no pueden con su propia campaña…
¿Y la recién llegada? Por sí sola no podrá porque se lanzó muy temprano, porque no tiene plataforma, porque quienes la usaron en periodismo ahora quieren desbancarla, porque no tiene obra, solo visibilidad, porque de aquí en adelante será una más…
¿Quién más de la centroderecha para allá? ¿La exalcaldesa? Con su quejadera y tonito, está más cerca de las toldas de los gritos, rabietas e indignaciones, común denominador de todos los aspirantes anteriores.
Mientras la izquierda no arranca, se une o se escinde como un acordeón, como acaba de pasar con el partido Mais, en busca de cambiantes intereses particulares, pero determinados exclusivamente por la calificación del gobierno Petro, resignados a seguir la voz presidencial.
Así estamos, entre el partido de los gritos de la oposición y el del eco presidencial. ¿Y los demás? Son los demás.