No confundamos. El dilema no era si cubrir o no, si dar despliegue o no a la llegada de la muy pobre primera ración de vacunas. Contar el hecho, el primero verificable en medio de tanto anuncio fútil y tanta propaganda política evasiva, no amerita debate.
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No confundamos. El dilema no era si cubrir o no, si dar despliegue o no a la llegada de la muy pobre primera ración de vacunas. Contar el hecho, el primero verificable en medio de tanto anuncio fútil y tanta propaganda política evasiva, no amerita debate.
El reclamo ciudadano a medios y periodistas, especialmente audiovisuales, pasa por la inconformidad con el criterio, tono, encuadre y tratamiento de esa información, en la que esos colombianos protestantes en redes y conversa pública no se sintieron representados, como pasa en casi todos nuestros conflictos, en especial desde la perspectiva de las víctimas de la pandemia.
Dejar como columna central del relato el aterrizaje del avión fue exagerado, si nos atenemos a las muchas veces que esos ciudadanos vieron, con envidia de todos los colores, llegadas de aeronaves con vacunas a otros países, vecinos nuestros, en mayor cantidad y desde hace dos meses.
Permitir que el eje del discurso fuera el oficial, como ocurre desde hace 11 meses, con ese tono vindicatorio y ese aire de suficiencia al que no tenían derecho, con el peregrino discurso de que llegaron “tres días antes”, no puede ocultar la gravísima tardanza e ínfima cantidad, pues parecieran dosis de contentillo.
Se puede entrever el esfuerzo de algunos medios por alentar esperanza ante el insondable drama de muertes, dolor y hambre, pero el argumento velado no puede ser el mismo que ha (de)construido nuestra identidad con memes culturales como ese de “peor es nada”; mucho menos el de “todos del mismo lado”, que no es igual a pasividad, resignación o complicidad; o el de “esperemos”, siguiendo el tramposo timing político.
Tampoco se trata de “dejar hacer”, a sabiendas de que, como lo muestran todos los barómetros internacionales, la gestión gubernamental ha sido errática y lenta.
Hay trabajo periodístico arduo, pero no podemos ceder a las tentaciones de sesgos propios, dilemas de simplificación vs. complejidad, juegos de confianza y mareas editoriales hiperemotivas, fruto de momentos que hacen perder el proceso.
Ah, y ¡humildad! Si hablamos de un nuevo periodismo centrado en el usuario, hay que escucharlo; de pronto tiene la razón.
www.mariomorales.info y @marioemorales