No los han entendido. Y ya son legión. Lo suyo es minar los rescoldos ciudadanos, como la familia (en términos de Hannah Arendt), la religión, pero sobre todo la política tal como la conocimos una vez y que ya amenaza ruina.
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No los han entendido. Y ya son legión. Lo suyo es minar los rescoldos ciudadanos, como la familia (en términos de Hannah Arendt), la religión, pero sobre todo la política tal como la conocimos una vez y que ya amenaza ruina.
Fungen como jinetes del apocalipsis en medio del desastre provocado, llámense Trump, Milei, Bukele o Rodolfo Hernández. Porque petardear los bastiones otrora inamovibles como democracia, equidad, derechos, paz o la misma verdad desata la incertidumbre que aúpa la fascinación general por los millonarios sin mirar sus métodos; por los poderosos que no tienen límites; por los potentados que se pasan por la faja la ley, normas y principios como muestra de pretendida osadía en medio de la fragilidad de las instituciones que ellos mismos están ayudando a derribar.
Ellos han llevado de la apolítica (otra vez Arendt) a la antipolítica el hartazgo popular por las formas nauseabundas de la política decadente con promesa de cambiarla, aunque ella siga habitando bajo sus ropajes histriónicos y mentirosos por el perjurio de recobrar un paraíso perdido. Lo demás es entretener…
Esa es la diferencia aquí, en la oposición, por ejemplo, porque se quedaron en el discurso, la provocación y el marketing, pero su inacción y hojas de vida los desmienten: hijos o nietos legítimos, putativos o bastardos de lo tradicional y que desde impúberes aprendieron a hacer fila. Resta que sus llamados no son a cambiar la política sino a acabar el país. Suma que Gustavo Petro, a diferencia de gran parte de su círculo cercano, les quitó las banderas anti establecimiento.
Por eso la sensación es que, sin distingos, todos juegan al manido modelito para armar, pero sin una base factual que los represente. Todos, menos los dinosaurios empotrados en sus cargos de partiditos sin poder, mientras sirven de idiotas útiles porque representan todo lo que hay que cambiar, como convidados de piedra, como dice Juan Rulfo, que terminó Comala con Pedro Páramo cruzado de brazos.