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Los US$8.597 millones que los casi cinco millones de colombianos trabajando en el extranjero mandan a sus familias en el país son casi igual que la suma de las exportaciones de café y carbón. La mano de obra es nuestro segundo principal producto de exportación.
Ese mismo valor que llega al país se vuelve a ir importando desempleo. Con esos mismos dólares se pagan todas las compras externas de productos alimenticios, bebidas, textiles, prendas, cueros y papel; todas y cada una de estas mercancías que podrían producirse en Colombia.
Esta es la cruda realidad del comercio exterior de Colombia, con un costo económico, familiar y social enorme que debe corregirse. El principal problema interno que debe resolverse es el de generar oportunidades de trabajo, y el principal externo es el de reducir el déficit. Ambos están conectados, como lo explicaré.
En las dos últimas décadas las exportaciones colombianas han perdido 25,8 puntos porcentuales de participación en la obtención de dólares para el país. Las divisas faltantes se han tenido que obtener, en orden, con deuda, inversión y remesas. La deuda significa más participación del servicio en el presupuesto y menos capacidad estatal de inversión productiva. También, para atraer inversión, se han creado beneficios que implican menos recaudo tributario. Por ambas vías se aumenta el déficit fiscal y se obliga a exportar más personas.
Como consecuencia, hay menos recursos para invertir en conocimiento y formación, que se traduce en una reducción de la producción nacional y del empleo en las manufacturas, que se ha reemplazado por servicios de bajo valor agregado. Esta es la explicación de por qué crece el PIB, pero sin aumentar significativamente el ingreso de los asalariados. De hecho, entre 2010 y 2019, las personas que ganan más de 1,5 salarios mínimos se redujo en 3 puntos porcentuales.
Los anteriores son suficientes argumentos que obligan a pensar en reformas económicas. Una de ellas debe ser a la política comercial. Los errores del pasado deben corregirse con planes orientados a atender simultáneamente la creación de empleos y la reducción del déficit externo.
La única solución es que la política comercial tenga como propósito fundamental incrementar la capacidad de oferta nacional de bienes industriales. Más producción conlleva a más demanda de trabajo, que no solo aliviaría el desempleo, sino que crearía una demanda adicional de mercado interno. Al mismo tiempo, un mercado nacional, acostumbrado a bienes de alta calidad, obligaría a que la producción esté pensada como una forma de crear más oferta exportable competitiva, que reduciría el déficit externo en dos caminos: por más exportaciones, por menos necesidad de importaciones o por ambas.
Ojalá quienes aspiran a la Presidencia comiencen a plantear propuestas a este problema, aplazado por los últimos cinco gobiernos.