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No todo lo que ocurre en Colombia es un desastre. En términos generales, las condiciones de vida de la mayoría de la población han mejorado en las últimas décadas. Mejoró el ingreso, el acceso a la educación, medicamentos y vacunas; también se lograron más derechos para las mujeres, la disponibilidad de energía, agua potable, acueducto y telecomunicaciones. Si no hubiera cosas buenas por defender, no tendría sentido quedarse a emprender y gobernar.
El problema es que falta mucho por conseguir. Ahí está la tarea. Estamos retrocediendo en calidad del trabajo, seguridad, impunidad, desigualdad, nutrición, corrupción, eficiencia del gasto público, tecnología y más. Arrastramos un déficit externo impagable, originado en la pérdida de la capacidad de mantener y crear empresas productoras con mano de obra nacional. Profundizamos un esquema absurdo de comprar afuera lo que podemos crear adentro, generando, además, beneficios tributarios para atraer inversión en minería, que replica la explotación social y ambiental.
Debemos actuar y pensar cómo lograr sumar a las condiciones de bienestar a quienes aún no logran disfrutar de bienes y servicios que mejoran su calidad de vida. También debemos solucionar los problemas estructurales que nos impiden el desarrollo. Comenzando por la lógica perversa del cuidado no remunerado, que excluye de la dinámica productiva social a un gran número de mujeres, quienes son más de la mitad de la población. El Estado y la educación tienen que entregar al mercado fuerza de trabajo capaz de ocuparse en empresas prósperas del campo y la ciudad, con personas que produzcan riqueza, paguen impuestos y se dediquen a actividades legítimas que construyan valores positivos. Debemos encontrar una solución a las drogas diferente a la guerra.
Por eso, tener una visión de riqueza, justicia, sostenibilidad y equidad del país implica formar proyectos políticos que propongan un cambio positivo para la sociedad, no para sus bolsillos. La trayectoria y la historia de esas personas importa, la congruencia y sensatez de sus propuestas importa, sus alianzas importan y la decencia importa. No todo vale para ganar, pues como se gana se gobierna.
Mi decisión, siendo consecuente con la visión de país que he defendido, es trabajar para que Sergio Fajardo sea Presidente de Colombia, porque confío en su decencia y creo en su programa. Votaré por Mábel Lara al senado por su compromiso social. Apoyo a Yitcy Becerra como candidata a la Cámara por el Valle del Cauca, por su trabajo empresarial. Me gustaría ver a Jennifer Pedraza, Diana Rodríguez y Daniel Quiñónez en la Cámara de Representantes por Bogotá y a Alexandra Gómez en el Senado.
Elegir a las personas adecuadas será un primer paso en mejorar lo que ya funciona, corregir lo que se requiera y reformar lo que va por un camino equivocado.