Toda sociedad debe evitar por lo menos dos cosas: los bomberos pirómanos y los empresarios que se benefician de perjudicar a sus propios consumidores, que por fortuna son una minoría.
El sector empresarial es una pieza fundamental en una sociedad. Nos da los productos y servicios que mejoran nuestras vidas, los empleos que nos dan de comer y los impuestos que financian los bienes públicos que utilizamos.
Los supermercados D1 y Justo & Bueno, por mencionar un par de ellos, lograron, a través de precios bajos, que la clase media pudiera acceder productos de lujo con la comodidad de tener una cadena global de valor en la esquina de la casa. También está Viva Air, que con su modelo de negocio y sus promociones hizo posible que decenas de miles de colombianos pudieran conocer el mar. Estas empresas con innovación e inversión extranjera lograron canalizar la cooperación humana para ofrecerle productos de calidad y de bajo costo a los consumidores colombianos. De eso precisamente se trata el capitalismo.
Más recientemente, fue Wom, una empresa de telefonía celular, la que se atrevió a apostarle al país bajando los costos de los planes de datos. Lo decía hace unas semanas el director del DANE: mientras que casi todo está subiendo de precio por la inflación, “la entrada de un nuevo operador de servicios promovió una importante competencia” que llevó a reducir significativamente los precios en el sector. Hoy en día, si bien los colombianos han tenido que pagar un 17% más por los alimentos, se han podido ahorrar un 12% en telecomunicaciones gracias a los mercados.
Ahí la palabra competencia es importante, pues de ahí viene la legitimidad de los mercados. Si a uno no le gusta el diseño o el precio de una marca de ropa, fácilmente puede comprar en la tienda del lado. Si un restaurante le parece caro, se puede ir al a otro. Lo mismo pasa con librerías, carros o universidades, pero lastimosamente eso no se puede decir de muchos otros mercados en Colombia.
Uno de ellos es el de telecomunicaciones. El estudio de David Bardey y otros de la Universidad de Los Andes es claro: en Colombia este sector está altamente concentrado en muy pocas empresas. Esa concentración, muestra la investigación, está relacionada con una economía menos productiva, con menos desarrollo económico y con menos competitividad. Los consumidores en Colombia tienen poco de donde escoger y eso es una mala noticia para todos.
La llegada de Wom empezó a corregir ese problema, a beneficiar a los consumidores y a prender alarmas en los competidores, que ahora tenían que prestar un mejor servicio para no perder su participación de mercado. Lastimosamente, la empresa Claro, en vez de pensar en cómo mejorar su servicio (por ejemplo, su servicio al cliente), decidió perjudicar a sus propios clientes y dinamitar la competencia en Colombia obstaculizando las llamadas a los usuarios WOM.
El cuento es más o menos el siguiente: para que la llamada de un celular de operador Wom le entre a un usuario Claro, esta tiene que pasar por un “tubo” de interconexión. Cuando el “tubo” se congestiona porque hay muchas llamadas, ambos tienen que ampliarlo para que no se caigan las comunicaciones y no afectar así a los usuarios. Resulta que Claro se rehúsa a ampliarlo desde diciembre, entorpeciendo millones de llamadas navideñas, y aplastando al competidor entrante que hoy le ha puesto presión para que mejore la calidad de su servicio.
Esta práctica no solo está prohibida por la regulación colombiana, sino que es más leña al fuego de la falta de competencia que está quemando lentamente la competitividad de la economía colombiana.
Las empresas deberían ser bomberos de esa llama a través de la innovación, la inversión en mejoras para los usuarios y el valor compartido de sus actividades con los trabajadores. Es una lástima que Claro haya decidido ser el bombero pirómano que, en vez de proteger el sistema que les ha permitido prosperar, le resten legitimidad asfixiando la competencia.
Nota: Las autoridades, en especial la ministra TIC, deben responderles a los colombianos sobre su gestión en este caso. La solución no da espera.
Toda sociedad debe evitar por lo menos dos cosas: los bomberos pirómanos y los empresarios que se benefician de perjudicar a sus propios consumidores, que por fortuna son una minoría.
El sector empresarial es una pieza fundamental en una sociedad. Nos da los productos y servicios que mejoran nuestras vidas, los empleos que nos dan de comer y los impuestos que financian los bienes públicos que utilizamos.
Los supermercados D1 y Justo & Bueno, por mencionar un par de ellos, lograron, a través de precios bajos, que la clase media pudiera acceder productos de lujo con la comodidad de tener una cadena global de valor en la esquina de la casa. También está Viva Air, que con su modelo de negocio y sus promociones hizo posible que decenas de miles de colombianos pudieran conocer el mar. Estas empresas con innovación e inversión extranjera lograron canalizar la cooperación humana para ofrecerle productos de calidad y de bajo costo a los consumidores colombianos. De eso precisamente se trata el capitalismo.
Más recientemente, fue Wom, una empresa de telefonía celular, la que se atrevió a apostarle al país bajando los costos de los planes de datos. Lo decía hace unas semanas el director del DANE: mientras que casi todo está subiendo de precio por la inflación, “la entrada de un nuevo operador de servicios promovió una importante competencia” que llevó a reducir significativamente los precios en el sector. Hoy en día, si bien los colombianos han tenido que pagar un 17% más por los alimentos, se han podido ahorrar un 12% en telecomunicaciones gracias a los mercados.
Ahí la palabra competencia es importante, pues de ahí viene la legitimidad de los mercados. Si a uno no le gusta el diseño o el precio de una marca de ropa, fácilmente puede comprar en la tienda del lado. Si un restaurante le parece caro, se puede ir al a otro. Lo mismo pasa con librerías, carros o universidades, pero lastimosamente eso no se puede decir de muchos otros mercados en Colombia.
Uno de ellos es el de telecomunicaciones. El estudio de David Bardey y otros de la Universidad de Los Andes es claro: en Colombia este sector está altamente concentrado en muy pocas empresas. Esa concentración, muestra la investigación, está relacionada con una economía menos productiva, con menos desarrollo económico y con menos competitividad. Los consumidores en Colombia tienen poco de donde escoger y eso es una mala noticia para todos.
La llegada de Wom empezó a corregir ese problema, a beneficiar a los consumidores y a prender alarmas en los competidores, que ahora tenían que prestar un mejor servicio para no perder su participación de mercado. Lastimosamente, la empresa Claro, en vez de pensar en cómo mejorar su servicio (por ejemplo, su servicio al cliente), decidió perjudicar a sus propios clientes y dinamitar la competencia en Colombia obstaculizando las llamadas a los usuarios WOM.
El cuento es más o menos el siguiente: para que la llamada de un celular de operador Wom le entre a un usuario Claro, esta tiene que pasar por un “tubo” de interconexión. Cuando el “tubo” se congestiona porque hay muchas llamadas, ambos tienen que ampliarlo para que no se caigan las comunicaciones y no afectar así a los usuarios. Resulta que Claro se rehúsa a ampliarlo desde diciembre, entorpeciendo millones de llamadas navideñas, y aplastando al competidor entrante que hoy le ha puesto presión para que mejore la calidad de su servicio.
Esta práctica no solo está prohibida por la regulación colombiana, sino que es más leña al fuego de la falta de competencia que está quemando lentamente la competitividad de la economía colombiana.
Las empresas deberían ser bomberos de esa llama a través de la innovación, la inversión en mejoras para los usuarios y el valor compartido de sus actividades con los trabajadores. Es una lástima que Claro haya decidido ser el bombero pirómano que, en vez de proteger el sistema que les ha permitido prosperar, le resten legitimidad asfixiando la competencia.
Nota: Las autoridades, en especial la ministra TIC, deben responderles a los colombianos sobre su gestión en este caso. La solución no da espera.