Cuba, en un espiral que no parece tener reverso, se encamina al colapso económico. El pueblo cubano carece de artículos esenciales como alimentos y medicinas, especialmente la leche y el pan, mientras los precios de los otros productos, como la gasolina y la energía eléctrica, han aumentado en porcentajes que pueden llegar al 500 %. Cuba importa el 80 % de los alimentos que consume: en 1958 el país se autoabastecía de carne de res, leche, frutas tropicales, café, tabaco, pescados y mariscos, carne de cerdo, de pollo, viandas, hortalizas y huevos, y exportaba sus excedentes. Según informes de prensa, es tal la dimensión de la crisis que La Habana se comunicó por primera vez en su historia con la Agencia de Asistencia Alimentaria de la ONU (PMA) para solicitar ayuda.
Una de las enormes paradojas del colapso de Cuba es que, a pesar de su indigencia, la isla cuenta con dos colonias: Angola y Venezuela. Hoy Cuba sobrevive con base en la mendicidad: México y Venezuela, dos de los gobiernos de izquierda radical del continente, le entregan a Cuba cantidades sustanciales de petróleo. Al ser imposible que Cuba pueda pagar el crudo que recibe, lo intercambian por medicamentos, vacunas o misiones de médicos. Un reciente artículo en El Tiempo señalaba que las misiones de médicos, a los que el gobierno cubano retiene cerca del 80 % de su salario, y al confiscarles sus pasaportes y restringir severamente su movilidad, son una especie de “esclavismo moderno”.
La isla, que está en capacidad de comerciar libremente con más de 200 naciones, propaga el embuste (mentira digna de Goebbels que han tragado millones de personas) de que es el bloqueo estadunidense el culpable de que la isla esté sumida en la miseria. La realidad es diametralmente opuesta: a Cuba la asfixia un auto bloqueo a toda idea que implique un cambio del modelo estatista, renunciando de paso a la innovación, a la competitividad y a la excelencia. El socialismo parte de la idea equivocada de que la riqueza ya existe, es innata y se debe repartir. La riqueza se construye, y el sistema que ha demostrado ser un creador excepcional de riqueza –dentro de un modelo de democracia de libre mercado– es el sector privado. Esta verdad de a puño en lo económico la entendieron tanto los chinos como los vietnamitas que antaño eran antros de miseria y hoy son pujantes sociedades que han logrado sacar decenas de millones de personas de la penuria. Cuba, con sinigual torpeza, le apostó a lo público y desde 1959 ha sistemáticamente asfixiado al sector privado. Convirtiendo a Venezuela en una mala réplica de Cuba, esta misma política torpe de estatización, con funestos resultados, Chávez se la compró a Fidel. Muchos en Colombia, incluyendo al Gobierno, lamentablemente abogan por replicar el mismo fracasado camino de estatización.
Apostilla: Nicolás Maduro, entre gánster y payaso, a medida que escala su perfil represor y totalitario, convoca en Caracas un congreso mundial “contra el fascismo”. ¿No habrá un alma caritativa capaz de explicarle a este imbécil su incongruencia dado que el fascismo y el socialismo son casi idénticos: ambos acarician el totalitarismo y no vacilan a usar la violencia contra todo aquel que se oponga a sus designios?
Cuba, en un espiral que no parece tener reverso, se encamina al colapso económico. El pueblo cubano carece de artículos esenciales como alimentos y medicinas, especialmente la leche y el pan, mientras los precios de los otros productos, como la gasolina y la energía eléctrica, han aumentado en porcentajes que pueden llegar al 500 %. Cuba importa el 80 % de los alimentos que consume: en 1958 el país se autoabastecía de carne de res, leche, frutas tropicales, café, tabaco, pescados y mariscos, carne de cerdo, de pollo, viandas, hortalizas y huevos, y exportaba sus excedentes. Según informes de prensa, es tal la dimensión de la crisis que La Habana se comunicó por primera vez en su historia con la Agencia de Asistencia Alimentaria de la ONU (PMA) para solicitar ayuda.
Una de las enormes paradojas del colapso de Cuba es que, a pesar de su indigencia, la isla cuenta con dos colonias: Angola y Venezuela. Hoy Cuba sobrevive con base en la mendicidad: México y Venezuela, dos de los gobiernos de izquierda radical del continente, le entregan a Cuba cantidades sustanciales de petróleo. Al ser imposible que Cuba pueda pagar el crudo que recibe, lo intercambian por medicamentos, vacunas o misiones de médicos. Un reciente artículo en El Tiempo señalaba que las misiones de médicos, a los que el gobierno cubano retiene cerca del 80 % de su salario, y al confiscarles sus pasaportes y restringir severamente su movilidad, son una especie de “esclavismo moderno”.
La isla, que está en capacidad de comerciar libremente con más de 200 naciones, propaga el embuste (mentira digna de Goebbels que han tragado millones de personas) de que es el bloqueo estadunidense el culpable de que la isla esté sumida en la miseria. La realidad es diametralmente opuesta: a Cuba la asfixia un auto bloqueo a toda idea que implique un cambio del modelo estatista, renunciando de paso a la innovación, a la competitividad y a la excelencia. El socialismo parte de la idea equivocada de que la riqueza ya existe, es innata y se debe repartir. La riqueza se construye, y el sistema que ha demostrado ser un creador excepcional de riqueza –dentro de un modelo de democracia de libre mercado– es el sector privado. Esta verdad de a puño en lo económico la entendieron tanto los chinos como los vietnamitas que antaño eran antros de miseria y hoy son pujantes sociedades que han logrado sacar decenas de millones de personas de la penuria. Cuba, con sinigual torpeza, le apostó a lo público y desde 1959 ha sistemáticamente asfixiado al sector privado. Convirtiendo a Venezuela en una mala réplica de Cuba, esta misma política torpe de estatización, con funestos resultados, Chávez se la compró a Fidel. Muchos en Colombia, incluyendo al Gobierno, lamentablemente abogan por replicar el mismo fracasado camino de estatización.
Apostilla: Nicolás Maduro, entre gánster y payaso, a medida que escala su perfil represor y totalitario, convoca en Caracas un congreso mundial “contra el fascismo”. ¿No habrá un alma caritativa capaz de explicarle a este imbécil su incongruencia dado que el fascismo y el socialismo son casi idénticos: ambos acarician el totalitarismo y no vacilan a usar la violencia contra todo aquel que se oponga a sus designios?