El wokeismo y la izquierda reciben tremenda bofetada
La victoria de Trump fue contundente: ganó en el voto popular, ganó en el Colegio Electoral; ganó en el Senado y ganó en la Cámara de Representantes. Todo parece indicar que al electorado poco le importó las apocalípticas admoniciones de la campaña de Kamala que habían advertido que un segundo mandato de Trump sería “desquiciado, inestable y descontrolado”. ¿Qué inclinó la balanza a favor de Trump? El New York Times, diario escorado a la izquierda y abiertamente contradictor de Trump, plantea la siguiente explicación: “Sus planes provocadores para trastocar el sistema político del país lograron apelar a decenas de millones de votantes que temían que el sueño americano se alejara más de su alcance y que recurrieron a Trump como un defensor contra el establishment gobernante y la clase experta de élites”. Perdedores hubo muchos, entre ellos la farándula y los medios. A la gente le importó un pepinillo por quién votaban Taylor Swift y Bad Bunny. Los medios, que de manera abrumadora estaban a favor de Kamala y en contra de Trump, van a tener que aprender la lección que su labor es reflejar la opinión pública y no pretender forjarla a su antojo.
Pero el voto a favor de Trump revela también un rechazo de los electores a las políticas woke e identitarias que han permeado a parte del partido demócrata y principalmente a las universidades. Los electores asocian el wokeismo, entre otras, con el feminismo beligerante, el ecologismo extremo y los derechos ilimitados de abortar. Trump, en su día afirmó que con su “cultura de cancelación”, los woke estaban “expulsando a la gente de sus trabajos, avergonzando a los disidentes y exigiendo la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo (…) es la definición misma del totalitarismo”. Para muchos, buena parte de la indignación en contra de los woke y los “políticamente correctos” es que no solo exigen que se les respete qué quieren hacer con sus vidas, sino que se les respete lo que quieren hacer con la nuestra. En opinión de este columnista, posiblemente la iniciativa del wokeismo que más rechazo generó dentro de los republicanos, incluso entre muchos demócratas, es aquella de “desfinanciar a la policía”. Los wokes, utilizando el argumento de “racismo sistémico en las fuerzas armadas”, abogaban destinar los recursos de seguridad para otros fines y no se percataron que los más ansiosos de tener seguridad en las calles son precisamente los más pobres y marginados como los latinos y los negros. Esta falta de percepción de la izquierda beligerante, como era de esperarse, les costó a los demócratas buena parte del voto latino y negro que se inclinó en estas elecciones por Trump.
En el campo internacional la elección de Trump plantea serias dudas sobre el futuro de la OTAN y el respaldo estadounidense a Ucrania. Es también muy poco probable que los EE. UU. vean con buenos ojos el crecimiento exponencial de las hectáreas de coca en Colombia.
Apostilla: Qué enorme diferencia entre Sánchez y el rey Felipe VI y la reina Letizia durante su visita a los damnificados de las inundaciones de Valencia. Ante una asonada con barro, el primero huyó como un roedor, mientras que los reyes enfrentaron con coraje y dignidad a los perjudicados con la riada.
La victoria de Trump fue contundente: ganó en el voto popular, ganó en el Colegio Electoral; ganó en el Senado y ganó en la Cámara de Representantes. Todo parece indicar que al electorado poco le importó las apocalípticas admoniciones de la campaña de Kamala que habían advertido que un segundo mandato de Trump sería “desquiciado, inestable y descontrolado”. ¿Qué inclinó la balanza a favor de Trump? El New York Times, diario escorado a la izquierda y abiertamente contradictor de Trump, plantea la siguiente explicación: “Sus planes provocadores para trastocar el sistema político del país lograron apelar a decenas de millones de votantes que temían que el sueño americano se alejara más de su alcance y que recurrieron a Trump como un defensor contra el establishment gobernante y la clase experta de élites”. Perdedores hubo muchos, entre ellos la farándula y los medios. A la gente le importó un pepinillo por quién votaban Taylor Swift y Bad Bunny. Los medios, que de manera abrumadora estaban a favor de Kamala y en contra de Trump, van a tener que aprender la lección que su labor es reflejar la opinión pública y no pretender forjarla a su antojo.
Pero el voto a favor de Trump revela también un rechazo de los electores a las políticas woke e identitarias que han permeado a parte del partido demócrata y principalmente a las universidades. Los electores asocian el wokeismo, entre otras, con el feminismo beligerante, el ecologismo extremo y los derechos ilimitados de abortar. Trump, en su día afirmó que con su “cultura de cancelación”, los woke estaban “expulsando a la gente de sus trabajos, avergonzando a los disidentes y exigiendo la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo (…) es la definición misma del totalitarismo”. Para muchos, buena parte de la indignación en contra de los woke y los “políticamente correctos” es que no solo exigen que se les respete qué quieren hacer con sus vidas, sino que se les respete lo que quieren hacer con la nuestra. En opinión de este columnista, posiblemente la iniciativa del wokeismo que más rechazo generó dentro de los republicanos, incluso entre muchos demócratas, es aquella de “desfinanciar a la policía”. Los wokes, utilizando el argumento de “racismo sistémico en las fuerzas armadas”, abogaban destinar los recursos de seguridad para otros fines y no se percataron que los más ansiosos de tener seguridad en las calles son precisamente los más pobres y marginados como los latinos y los negros. Esta falta de percepción de la izquierda beligerante, como era de esperarse, les costó a los demócratas buena parte del voto latino y negro que se inclinó en estas elecciones por Trump.
En el campo internacional la elección de Trump plantea serias dudas sobre el futuro de la OTAN y el respaldo estadounidense a Ucrania. Es también muy poco probable que los EE. UU. vean con buenos ojos el crecimiento exponencial de las hectáreas de coca en Colombia.
Apostilla: Qué enorme diferencia entre Sánchez y el rey Felipe VI y la reina Letizia durante su visita a los damnificados de las inundaciones de Valencia. Ante una asonada con barro, el primero huyó como un roedor, mientras que los reyes enfrentaron con coraje y dignidad a los perjudicados con la riada.