“En todo el continente, las izquierdas, o bien están en el gobierno, o son la mitad del poder, o están luchando contra su propia ortodoxia e inmadurez, pero en ningún lugar son débiles”. Joaquín Villalobos.
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“En todo el continente, las izquierdas, o bien están en el gobierno, o son la mitad del poder, o están luchando contra su propia ortodoxia e inmadurez, pero en ningún lugar son débiles”. Joaquín Villalobos.
En el 2018 falleció Teodoro Petkoff, un antiguo líder guerrillero, excandidato presidencial y periodista venezolano. Hijo de emigrados judíos de origen búlgaro y polaco, Petkoff formó parte tanto de células clandestinas en la resistencia como del Partido Comunista de Venezuela. A finales del siglo pasado, Petkoff abandonó la izquierda radical y en el 2000 se convirtió en uno de los críticos más implacables en contra de los excesos y extravíos de Hugo Chávez. En unos de sus libros, El chavismo como problema, Petkoff analiza la nueva nomenklatura burocrática venezolana que agrupa a funcionarios medios surgidos de la imbricación entre partido, gobierno y Estado. Para el periodista, la “chavoburguesía”, una nueva clase social surgida al amparo del régimen, es un “nudo de corrupción, fruto legítimo del régimen, verdadera casta capitalista que no responde a plan económico alguno, sino al deseo de enriquecerse”.
En su libro Dos izquierdas, Petkoff hace un riguroso análisis de las dos izquierdas más representativas del continente, siendo la primera las que adelantaron Fernando Henrique Cardoso en el Brasil (y con algunas importantes diferencias Lula) y Ricardo Lagos en Chile: “Es en esta izquierda moderna, con los pies en la tierra, donde descansa la perspectiva de cambios sociales de avanzada, sustentables y perdurables, cuyo ritmo de implementación seguramente no será el mismo en todas partes, pero que probablemente irá ensanchando, con cada logro, el espacio para nuevos y más fecundos progresos en materia de equidad social y profundización de la democracia, que, en definitiva, son dos modos de nombrar la misma cosa: una sociedad de justicia y libertad”. En contraste, Petkoff pone de relieve la otra gran vertiente de la izquierda latinoamericana y caribeña, que es la que tuvo como figuras sobresalientes a Fidel Castro y Hugo Chávez, y hoy a Maduro, Ortega y la Kirchner. En esta izquierda, asevera Petkoff, “el miedo y la adulancia se espesan en torno a yo el supremo. La virtual inexistencia de todo control institucional sobre el poder permite desde la máxima incompetencia en el ejercicio de los cargos públicos hasta la corrupción más desenfrenada, pasando por la más rampante discrecionalidad en la gerencia pública”. Sobre el fenómeno chavista, Petkoff escribe: “Conforma un movimiento y un gobierno esencialmente personalista, con fuertes rasgos de militarismo, mesianismo, caudillismo y autoritarismo… Este peculiar régimen chavista, donde el presidente no es el primero entre sus iguales sino un tótem reverenciado, cuya palabra es la primera y la última en todas las decisiones de gobierno”.
Apostilla: Me identifico con las palabras con las que el periodista Juan Lozano cierra su columna del lunes pasado: “Ojalá a Colombia le vaya bien. Ojalá Petro pueda cumplirles a los colombianos más necesitados y no se siembren más odios ni se estimulen más luchas dañinas entre la sociedad. Ojalá el Gobierno sea eficaz y la oposición sea patriótica y constructiva, sin arrodillarse ni amedrentarse en la defensa del interés general prevalente. Ojalá a Colombia le vaya bien. Dios nos ayude”.