Los fraudes, como los suflés, se pueden desinflar
Según una experta cocinera, mientras se hornea un suflé, el aire caliente queda atrapado en el interior y, tan pronto como se retira del horno, el aire se escapa, lo que hace que se desinfle. El fraude electoral del próximo 28 de julio que Nicolás Maduro está cocinando en Miraflores, acompañado de una recua de sinvergüenzas, por varias razones corre el riesgo de que se les desinfle al escaparse el aire. La primera es que es tal el nivel de descontento en Venezuela con los chavistas que un ilustre desconocido, Edmundo González Urrutia, hoy prácticamente dobla a Maduro en las intenciones de voto. Maduro y sus seis pinches de cocina (los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello, el ministro de defensa Vladimir Padrino, el fiscal Tarek William Saab y el lavador colombiano Álex Saab); a pesar de haber descabezado a la figura más popular de Venezuela, María Corina Machado, y a su sucesora, Corina Yoris, no pudieron detener la candidatura de González Urrutia. Es tal el miedo y la cobardía de la casta chavista que a una pobre vendedora con infinita mezquindad le cerraron su tiendecita por haberle vendido unas arepas a María Corina.
Una segunda razón por la cual el timo electoral se le puede desinflar a Maduro es que los principales líderes de la izquierda dura en el continente (Lula, AMLO y Boric) muy seguramente no apoyen un burdo fraude como el que pretenden adelantar los chavistas. Dicho lo anterior, no se puede descartar que a Maduro y a los otros pinches de cocina poco les importe que la trampa no cuaje, y aunque pierdan en las elecciones se van a quedar en el poder, punto. Esta trapicería acarrearía un repudio casi universal, pero es posible que dicho rechazo tenga a la casta sin cuidado. Los aplausos a la engañifa se pueden limitar a Nicaragua, Irán, Corea del Norte y Rusia.
La tercera razón por la que a los chavistas se les puede desinflar el suflé es que Cuba, país que maneja la inteligencia, el ejército y la policía secreta de Venezuela, atraviesa dificultades sin precedentes. El papel de Cuba en el fraude que hoy se está guisando es difícil de leer. El economista Carmelo Mesa Lago (citado por Andrés Oppenheimer) afirma: “Cuba está pasando por su peor crisis económica desde la revolución de 1959. La producción de bienes manufactureros ha caído a la mitad de lo que era en 1989, y las exportaciones totales han caído un 61 % desde 2012. La tasa de inflación real se acerca al 1.000 % anual”. Según analistas, este verano Cuba probablemente enfrentará explosiones sociales de gran magnitud. La crisis económica cubana señalaría que la isla (a la que Venezuela enviaba 105.000 barriles de petróleo subsidiado diariamente en 2015, pero esa cifra se ha desplomado a unos 57.000 barriles diarios) no se puede dar el lujo de descuidar su entorno de seguridad doméstica. Pero para la casta marxista cubana, ante la amenaza de perder Venezuela, su principal colonia, no ayudar a consolidar el fraude sería un bocado difícil de tragar.
Apostilla: Ojalá nadie encuentre las medias y las botas de Carlos Pizarro, porque muy seguramente el Gobierno trataría de declararlos, además de patrimonio cultural, “aroma nacional”.
Según una experta cocinera, mientras se hornea un suflé, el aire caliente queda atrapado en el interior y, tan pronto como se retira del horno, el aire se escapa, lo que hace que se desinfle. El fraude electoral del próximo 28 de julio que Nicolás Maduro está cocinando en Miraflores, acompañado de una recua de sinvergüenzas, por varias razones corre el riesgo de que se les desinfle al escaparse el aire. La primera es que es tal el nivel de descontento en Venezuela con los chavistas que un ilustre desconocido, Edmundo González Urrutia, hoy prácticamente dobla a Maduro en las intenciones de voto. Maduro y sus seis pinches de cocina (los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello, el ministro de defensa Vladimir Padrino, el fiscal Tarek William Saab y el lavador colombiano Álex Saab); a pesar de haber descabezado a la figura más popular de Venezuela, María Corina Machado, y a su sucesora, Corina Yoris, no pudieron detener la candidatura de González Urrutia. Es tal el miedo y la cobardía de la casta chavista que a una pobre vendedora con infinita mezquindad le cerraron su tiendecita por haberle vendido unas arepas a María Corina.
Una segunda razón por la cual el timo electoral se le puede desinflar a Maduro es que los principales líderes de la izquierda dura en el continente (Lula, AMLO y Boric) muy seguramente no apoyen un burdo fraude como el que pretenden adelantar los chavistas. Dicho lo anterior, no se puede descartar que a Maduro y a los otros pinches de cocina poco les importe que la trampa no cuaje, y aunque pierdan en las elecciones se van a quedar en el poder, punto. Esta trapicería acarrearía un repudio casi universal, pero es posible que dicho rechazo tenga a la casta sin cuidado. Los aplausos a la engañifa se pueden limitar a Nicaragua, Irán, Corea del Norte y Rusia.
La tercera razón por la que a los chavistas se les puede desinflar el suflé es que Cuba, país que maneja la inteligencia, el ejército y la policía secreta de Venezuela, atraviesa dificultades sin precedentes. El papel de Cuba en el fraude que hoy se está guisando es difícil de leer. El economista Carmelo Mesa Lago (citado por Andrés Oppenheimer) afirma: “Cuba está pasando por su peor crisis económica desde la revolución de 1959. La producción de bienes manufactureros ha caído a la mitad de lo que era en 1989, y las exportaciones totales han caído un 61 % desde 2012. La tasa de inflación real se acerca al 1.000 % anual”. Según analistas, este verano Cuba probablemente enfrentará explosiones sociales de gran magnitud. La crisis económica cubana señalaría que la isla (a la que Venezuela enviaba 105.000 barriles de petróleo subsidiado diariamente en 2015, pero esa cifra se ha desplomado a unos 57.000 barriles diarios) no se puede dar el lujo de descuidar su entorno de seguridad doméstica. Pero para la casta marxista cubana, ante la amenaza de perder Venezuela, su principal colonia, no ayudar a consolidar el fraude sería un bocado difícil de tragar.
Apostilla: Ojalá nadie encuentre las medias y las botas de Carlos Pizarro, porque muy seguramente el Gobierno trataría de declararlos, además de patrimonio cultural, “aroma nacional”.