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Nos hicieron creer que la “Paz Total” estaba a la vuelta de la esquina. Es más, en su campaña Petro afirmó que “a los tres meses de ser presidente, se acaba el ELN”. Han pasado 26 meses y el país lo que ve es a narcoterroristas del ELN entrando a las casas a buscar a los firmantes de paz para asesinarlos, disparando ráfagas de metralleta indiscriminadamente contra los líderes campesinos del Catatumbo. ¡No solo no hay paz, sino que, lejos de estar acabado, el ELN está más fuerte que nunca!
Nos hicieron creer que el camino —posiblemente el único camino— para acabar con la violencia en Colombia era el diálogo, indistintamente que los bandidos fueran delincuencia común o se arroparan bajo “mantas ideológicas”. Se les pasó por alto que prácticamente la totalidad de estas organizaciones, como con lucidez señala Jorge Humberto Botero, “no persiguen tomarse el poder para transformar la sociedad, sino capturar los gobiernos locales para usufructuar los recursos del erario, extorsionar a la población y desarrollar un amplio repertorio de negocios ilícitos”.
Nos hicieron creer que, adoptando una actitud conciliadora frente a Maduro, incluyendo un pasivismo cómplice ante el fraude electoral, el chavismo nos iba a facilitar la “Paz Total”. Por el contrario, el apoyo irrestricto de Maduro y de Diosdado Cabello a los narcoterroristas colombovenezolanos del ELN, ha facilitado que controlen parte importante del territorio nacional.
Nos hicieron creer que la reforma tributaria iba a arbitrar cuantiosos recursos para adelantar las reformas sociales sin afectar el crecimiento. Lo que nos han entregado es un crecimiento mensual el pasado noviembre del 0,36 %, un recaudo tributario sobrestimado en 45 billones de pesos, y un gasto primario que ha crecido en un 9,8 %, colocando al país en serias afugias fiscales. Parte del problema fiscal radica en que, al haber debilitado al sector petrolero, los 16 billones de pesos que le aportaba este sector anualmente han desaparecido.
Nos hicieron creer que, al suspender las nuevas exploraciones de petróleo y gas, el país entraría en la senda de la descontaminación ambiental, utilizando cada día menos combustibles fósiles. La realidad es que importar gas (y en el 2030 importaremos la totalidad del petróleo que consumimos), indistintamente sea de Venezuela o EE. UU., es bastante más contaminante que consumir gas producido en Colombia. El gas, el carbón, y el petróleo siguen siendo los combustibles de la generación térmica de electricidad en el país; y el parque automotor convencional aumenta a velocidades vertiginosas (cerca de un millón de motos entran al mercado anualmente). La transición energética, hasta ahora, se limita a buscar aplausos de la tribuna con retórica insustancial.
Nos hicieron creer que Milei era un loquito deschavetado, incapaz de enderezar a Argentina. Milei, con una impecable formación de economista, derrumbó el mito prevalente en el continente de que el gasto publico era “inflexible”. Al acabar con ministerios y más de 200 instituciones estatales, Milei diezmó la burocracia y equilibró las finanzas públicas argentinas. En Colombia nos han hecho creer que entre “más Estado, más bienestar”, haciendo caso omiso a que el estatismo desfinanciado es la receta infalible al descalabro social y económico.
