Según relatan los historiadores, el emperador Marco Aurelio recorría las calles y plazas de Roma acompañado de un siervo que, cuando “los vítores y alabanzas podían nublar el entendimiento y hacerle creer que era un dios”, le recordaba que “sólo era un hombre”.
En el año 1148 en Venecia, una república que logró sobrevivir con altibajos y ligeros cambios cerca de 1.200 años, se dio inicio a una admirable costumbre: en el momento de la posesión de la cabeza del Estado, el dogo (dux), le limitaron drásticamente sus poderes por medio de la Promissione Ducale, un compromiso irrevocable que el dux tenía que aceptar....
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