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Un racimo de compatriotas ejemplares

Mauricio Botero Caicedo
31 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.

Cerrando 2022, sin que exista la menor duda de que hay decenas de miles más, se distinguen tres compatriotas que merecen el decidido apoyo de todos aquellos que creemos que el éxito y el progreso dependen bastante más de los esfuerzos individuales que de los mandatos colectivos. El primero de ellos es el profesor Dairo Polo, de Palmar de Varela (Atlántico), quien ha inventado un vehículo cuya celda alimenta una batería de 24 voltios. El vehículo tiene un motor eléctrico de 10 caballos de fuerza y alcanza unos 40 kilómetros por hora. En estupendo reportaje, el corresponsal de El Tiempo Leonardo Herrera describe la sorpresa de los habitantes de Palmar de Varela: “Había gente en las esquinas y en los alrededores de la plaza central esperando que el carro pasara para tomarle fotos, hacerle videos y algunos alcanzaron hasta a montarse y dar un paseo por los alrededores del municipio”. El invento del profesor Polo puede revolucionar el transporte suburbano y rural, reemplazando decenas de miles de mototaxis y tricimototaxis que con sus emisiones y ruido envenenan el medio ambiente. Siendo la energía solar el combustible, el vehículo del profesor reduce los requerimientos de electricidad de la red. Ojalá haya más ingenieros, mecánicos y técnicos que colaboren con este genial emprendedor para hacer de su vehículo una alternativa segura y económicamente viable.

Otros compatriotas que merecen mi mayor respeto son los recicladores, cuya titánica labor evita que montañas de residuos acaben en rellenos. Asorepcol, con 146 afiliados, es una de las asociaciones que prestan un servicio de reciclaje en 10 localidades de Bogotá. Stephanie Fandiño, parte integral de esta asociación, afirma que uno de los problemas que enfrentan los recicladores es la discriminación y falta de respeto contra ellos, porque asumen que son habitantes de calle o ladrones. “Queremos tener la oportunidad de que nos conozcan, de demostrarles que somos personas como cualquier otra, que se rebuscan la vida en el reciclaje y que familias enteras, de generación en generación, trabajan reciclando y han logrado conseguir sus cosas gracias a este oficio”, asevera Stephanie.

El tercer compatriota al que me le quito el sombrero es César Valencia, fundador de Sr. Buñuelo, una empresa que en solo tres años de existencia espera cerrar el año vendiendo dos millones de buñuelos y facturando en ventas $40.000 millones. Según Valencia, “Sr. Buñuelo empezó con un crédito de $40 millones, como la única bala que tenía. Nos retó a buscar el modelo de negocios desde un punto de vista integral. La empresa es una prueba de que las cosas se pueden lograr, es cuestión de planearlas y probarlas de la mejor manera posible. Es mi consejo”. El aplauso no es solo para el emprendedor y sus colaboradores, sino para la entidad que le prestó esos $40 millones. Con los $1,2 billones que el Gobierno piensa pagarles cada año a 100.000 jóvenes por no delinquir, se podrían financiar anualmente 3.000 emprendedores que generen empleos como César Valencia. ¿Qué le conviene más al país?

Por otra parte, lo que están haciendo el profesor Polo y los recicladores mitiga más el cambio climático que toda la cháchara pomposa e improductiva de la izquierda ecológica.

 

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