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Aprender a morir

Mauricio García Villegas
16 de octubre de 2021 - 05:30 a. m.
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A doña Martha Sepúlveda, una paciente con una enfermedad incurable que tenía programada su eutanasia para el domingo pasado, le frustraron sus planes. Tal vez la publicidad que tuvo su caso asustó a los médicos de Incodol. Me los imagino abrumados por las advertencias de abogados y sacerdotes, los unos diciéndoles que podían terminar en la cárcel y los otros, que podían terminar en el infierno. Ninguna de esas advertencias estaba, en todo caso, bien fundada: en el primer caso, porque la decisión de la paciente está respaldada por la Corte Constitucional, y en el segundo, porque un médico puede reclamar una objeción de conciencia para no llevar a cabo la eutanasia.

Pero, más que el susto de los médicos de Incodol, lo que hay en este caso es toda una cultura muy difícil de cambiar sobre la vida y la muerte. Gracias a los avances de la medicina hoy vivimos, en promedio, unos 15 años más que nuestros abuelos. A tal punto han mejorado las cosas de la salud que muchas veces el problema no es cómo vivir un poco más, sino cómo conseguir la muerte. Estamos tan acostumbrados a que los médicos salven vidas que nos cuesta mucho trabajo negociar con la esperanza: basta con que un médico nos dé una milésima de ella (esperanza) para aferrarnos a una vida en condiciones miserables.

Claro, hay desacuerdos y sobra decir que algunos pacientes, muchos quizás, están dispuestos a soportar cualquier sufrimiento con tal de seguir viviendo y piensan de ese modo, además, porque así piensan los médicos y así funciona el sistema de salud. Más aún, todo esto está en sintonía con la cultura occidental, en la que, con demasiada facilidad, se supone que tener más es mejor que tener menos, lo cual no siempre es cierto; a veces es mejor tener menos: menos cosas, menos opciones, más desafíos, menos poder y, como en este caso, menos vida. Digo bien a veces, no siempre.

Cada vez hay más gente que no quiere morir bajo los dictámenes de un sistema de salud que, en su empeño por mantener la vida, la degrada. Me incluyo en ese grupo y a las razones dadas por doña Martha agrego el siguiente pensamiento estoico: la muerte no existe, y eso debido a que cuando llega ya no estamos para pensar o sentir algo de ella. No tiene sentido preocuparse por algo que no podemos ver, ni valorar, ni padecer (para quienes sí existe es para los otros, que sufren con la ausencia del muerto). Es por eso que no hay que tenerle miedo a la muerte, lo cual no implica, claro, no tenerle amor a la vida. Al sufrimiento, en cambio, que es tan real como la vida misma, sí tiene sentido tenerle miedo. Como decía el poeta John Milton: “To live a life half dead, a living death” (“Vivir medio muertos, en una muerte en vida”). Mi querida Cecilia Faciolince lo decía en estos términos: “No le tengo miedo a la muerte sino a la morida”. Por eso, cuando sabemos que nuestra suerte es irremediable, tiene todo el sentido querer evitar el dolor que suele acompañar el final de la vida.

Repito, no todos pensamos de la misma manera sobre las agonías de la muerte y por eso, en asunto tan delicado, cada cual debe tener el derecho a morir como mejor le parezca. En esto tenemos mucho por aprender. Las generaciones futuras, sospecho, no sólo vivirán más tiempo, sino que aprenderán a morir de mejor manera, en sintonía con el carácter natural e inevitable de ese punto final. Morirán más sabiamente, ejerciendo su voluntad hasta el final de la vida, como último y definitivo ejercicio de libertad.

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Gustavo(30462)18 de octubre de 2021 - 12:17 a. m.
Apreciado Profesor Mauricio: Siempre espero sus columnas de los Sabados. Son excelentes. En relacion con esta ultima, una pequena observacion: creo que la frase en relacion con "la morida" fue del Expresidente Misael Pastrana. Gustavo Jimenez
Ernesto(8914)17 de octubre de 2021 - 02:23 p. m.
Igor la señora que se va a lanzar al vacío precisamente porque en este mediocre país los mediocres burócratas de la salud y de la iglesia no permiten que la señora muera dignamente sin la menor muestra de sufrimiento.
blanca(17546)17 de octubre de 2021 - 02:02 a. m.
Buenisima reflexión. Nuestra cultura occidental nos ha enseñado a separar vida- muerte, cuando son una misma realidad, la vida lleva en sí misma incluida la muerte, por esto separar esta unica realidad, ha llenado de terror al mirar la muerte como algo inconcebible. La actitud ante la muerte cambia cuando se logra integrar como esencia de la vida misma.
JOSE(33687)16 de octubre de 2021 - 11:48 p. m.
Una boyacense al servicio de López Pumarejo, lo dijo el Pre, fue la autora de esa frase de la morida
Igor(19369)16 de octubre de 2021 - 11:38 p. m.
2. Una señora con ganas de morir se para en la cornisa de un edificio, pero no es capaz de lanzarse. Le pide entonces a un vecino que la empuje, pero no lo hace. Entonces reúne dinero entre los vecinos para pagarle a alguien para que la empuje. Usted Mauricio aportaría dinero? Yo no. Y ahora viene la Corte y me impone la obligación de dar dinero para matarla. No. Es una Corte déspota, tirana.
  • Mar(60274)17 de octubre de 2021 - 12:50 a. m.
    Igor, en qué se parece que a usted lo seden y luego otra sustancia detenga su corazón y usted tenga una muerte feliz, más feliz que cuando nació, porque a nadie se le preguntó si quería nacer, en cambio Martha si escogió su muerte, por qué tiene que ser esta con dolor y violencia, para qué entonces le sirve al ser humano la inteligencia, si no es para vivir una vida más feliz y una muerte feliz?
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