El pasado viernes, a causa del día sin IVA, hubo grandes aglomeraciones en las principales ciudades del país, lo cual no tendría nada de grave si no fuera porque estamos en medio de una pandemia que todavía no ha llegado a su punto más alto. El Gobierno no solo minimizó el hecho, sino que insinuó que el problema había estado en el mal comportamiento de la gente. Solo exagero un poco si digo que tal justificación vale tanto como esto: suponga que se derrumba un puente colgante cuando usted pasa por él y luego sale el guardián del lugar a decirle que, si no quiere que tal cosa le vuelva a ocurrir, baje de peso.
La cultura ciudadana no es una varita mágica que arregla las políticas públicas mal diseñadas. Es algo importante, claro, pero hace parte de un andamiaje de cosas, entre las cuales están las buenas decisiones del Gobierno.
El buen comportamiento ciudadano depende, sobre todo, de la confianza entre las personas y entre estas y las autoridades. Los seres humanos somos, si me permiten la palabreja, reciprocadores, es decir, nos comportamos en sintonía con lo que los demás hacen: al trato amable respondemos con amabilidad; al trato abusivo, con abuso y al desorden, con desorden. Cuando la gente confía, colabora y cumple con las normas, y cuando desconfía, se rebela y no cumple. Es por eso que, si un gobierno busca que la gente le obedezca, le resulta más rentable invertir en legitimidad (haciendo las cosas bien, claro) que en represión. Incluso en Colombia la gran mayoría de la gente sigue las reglas: paga impuestos, hace la fila, usa tapabocas, no atropella a los demás, etc. Son muy pocos los que se salen de ese libreto, aunque siempre creemos que son más, porque son muy visibles. La influencia negativa de un incumplidor en un grupo es mayor que la influencia positiva de un cumplidor en ese mismo grupo. Se necesita de un porcentaje relativamente pequeño de avivatos para que el comportamiento colectivo en favor de las reglas sociales se venga abajo.
Algo similar pasa con las autoridades: se necesita de pocos errores por parte de un gobierno para que la gente deje de confiar y la desobediencia se multiplique. En el caso del día sin IVA se juntaron dos fallas: primera, la medida misma que, según expertos, no sirve para conseguir la reactivación económica o, en el mejor de los casos, sirve muy poco; y segunda, fue una medida aplicada en un pésimo momento.
Estos errores, aunados al hecho de que el Gobierno intenta ocultarlos echándole la culpa a la ciudadanía, arruinan la confianza de la gente en el Gobierno, que, repito, es la base de la cultura ciudadana. No estoy tratando de decir que todo depende de las autoridades y que los gobernados no tienen obligaciones en esta crisis. Lo que digo es que la cultura ciudadana depende de una sintonía entre los deberes de ambas partes: el Gobierno haciendo las cosas bien y la ciudadanía colaborando y cumpliendo con las reglas. Se necesitan ambas cosas; una sola no basta. Tampoco estoy diciendo que el Gobierno ha hecho todo mal; solo que, en este caso del día sin IVA, una decisión dudosa, aplicada en un mal momento, no la rescata nada ni nadie, de la misma manera que pasar por un puente mal hecho es algo inevitablemente peligroso y de poco sirve rebajar de peso. Esperemos que el día sin IVA no se repita, al menos por ahora.
El pasado viernes, a causa del día sin IVA, hubo grandes aglomeraciones en las principales ciudades del país, lo cual no tendría nada de grave si no fuera porque estamos en medio de una pandemia que todavía no ha llegado a su punto más alto. El Gobierno no solo minimizó el hecho, sino que insinuó que el problema había estado en el mal comportamiento de la gente. Solo exagero un poco si digo que tal justificación vale tanto como esto: suponga que se derrumba un puente colgante cuando usted pasa por él y luego sale el guardián del lugar a decirle que, si no quiere que tal cosa le vuelva a ocurrir, baje de peso.
La cultura ciudadana no es una varita mágica que arregla las políticas públicas mal diseñadas. Es algo importante, claro, pero hace parte de un andamiaje de cosas, entre las cuales están las buenas decisiones del Gobierno.
El buen comportamiento ciudadano depende, sobre todo, de la confianza entre las personas y entre estas y las autoridades. Los seres humanos somos, si me permiten la palabreja, reciprocadores, es decir, nos comportamos en sintonía con lo que los demás hacen: al trato amable respondemos con amabilidad; al trato abusivo, con abuso y al desorden, con desorden. Cuando la gente confía, colabora y cumple con las normas, y cuando desconfía, se rebela y no cumple. Es por eso que, si un gobierno busca que la gente le obedezca, le resulta más rentable invertir en legitimidad (haciendo las cosas bien, claro) que en represión. Incluso en Colombia la gran mayoría de la gente sigue las reglas: paga impuestos, hace la fila, usa tapabocas, no atropella a los demás, etc. Son muy pocos los que se salen de ese libreto, aunque siempre creemos que son más, porque son muy visibles. La influencia negativa de un incumplidor en un grupo es mayor que la influencia positiva de un cumplidor en ese mismo grupo. Se necesita de un porcentaje relativamente pequeño de avivatos para que el comportamiento colectivo en favor de las reglas sociales se venga abajo.
Algo similar pasa con las autoridades: se necesita de pocos errores por parte de un gobierno para que la gente deje de confiar y la desobediencia se multiplique. En el caso del día sin IVA se juntaron dos fallas: primera, la medida misma que, según expertos, no sirve para conseguir la reactivación económica o, en el mejor de los casos, sirve muy poco; y segunda, fue una medida aplicada en un pésimo momento.
Estos errores, aunados al hecho de que el Gobierno intenta ocultarlos echándole la culpa a la ciudadanía, arruinan la confianza de la gente en el Gobierno, que, repito, es la base de la cultura ciudadana. No estoy tratando de decir que todo depende de las autoridades y que los gobernados no tienen obligaciones en esta crisis. Lo que digo es que la cultura ciudadana depende de una sintonía entre los deberes de ambas partes: el Gobierno haciendo las cosas bien y la ciudadanía colaborando y cumpliendo con las reglas. Se necesitan ambas cosas; una sola no basta. Tampoco estoy diciendo que el Gobierno ha hecho todo mal; solo que, en este caso del día sin IVA, una decisión dudosa, aplicada en un mal momento, no la rescata nada ni nadie, de la misma manera que pasar por un puente mal hecho es algo inevitablemente peligroso y de poco sirve rebajar de peso. Esperemos que el día sin IVA no se repita, al menos por ahora.