Abrí una cuenta de Twitter hace más de una década. Durante los primeros años opiné con alguna asiduidad, comentando temas de actualidad nacional y publicando reflexiones personales. Hubo un momento de entusiasmo tuitero que quise capitalizar para escribir, a partir de mis trinos, un libro de máximas, pero ese proyecto se me quedó entre el tintero. Después de eso (aunque no por eso) vino mi desencanto: la polarización política y la intervención tóxica de los troles me parecían un obstáculo insalvable para enhebrar conversaciones útiles, pero mi desafección se volvió antipatía cuando Elon Musk compró Twitter y decidió reincorporar a Donald Trump y a otros que habían sido expulsados de la red por mentirosos. Ahora que Trump ganó las elecciones con ayuda de Elon Musk, veo con espanto cómo en los Estados Unidos se urde un maridaje entre poder político y poder económico. Por eso he decidido salirme de X.
En lo que sigue doy mis razones y espero convencerlo a usted, amigo lector, para que haga lo mismo. 1) En una democracia nadie puede ponerse por encima de la ley. Cuando los ricos capturan las instituciones y las ponen a su servicio, la democracia muere. Esto es lo que los antiguos llamaban plutocracia y es justo lo que está pasando en los Estados Unidos. Más que una plataforma creada para la libre circulación de ideas, X se ha convertido en una red concebida para servir los intereses de esa plutocracia. Es verdad que no solo sirve para eso, pero el hecho de que tenga esa función es, a mi juicio, inaceptable. 2) X contribuye a dividir la sociedad en segmentos poblacionales que se comportan como naciones enemigas y por esa vía mina la posibilidad de lograr consensos sociales que le darían curso a proyectos de largo plazo y de unidad nacional. 3) X, como todas las redes sociales, es poco transparente en el manejo del contenido dañino, tendencioso o falso que difunde. No hay información fiable de cómo maneja los datos ni sobre sus implicaciones en la privacidad y seguridad de los usuarios. 4) El contenido de X está determinado (en las demás redes es igual) por algoritmos diseñados para maximizar el tiempo de permanencia del usuario en la pantalla. Es una plataforma diseñada para ser adictiva y ese no es un daño colateral, es un propósito. X es un negocio que ofrece información y conversaciones, pero esa oferta está pervertida por su objetivo de mantener conectado al usuario a cualquier precio. 5) La adicción a X conlleva un costo de oportunidad: impide pensar por fuera de la coyuntura, tener conversaciones reposadas sobre las estructuras de largo plazo que nos afectan y mejorar nuestra inteligencia colectiva. 6) La infraestructura tecnológica que sostiene las redes sociales consume recursos significativos y deja una huella de carbono considerable, lo que choca con los esfuerzos por proteger el medio ambiente.
Soy consciente de que al dejar X pierdo algo, o mucho, no lo sé. Más aún, mi decisión contribuye a la polarización, pues es sabido que quienes abandonan la red son los moderados y los críticos, no los radicales. Siendo así, ¿por qué me salgo? Porque tengo la esperanza de que mi decisión arrastre a otros, como me arrastró a mí el retiro masivo de usuarios que hubo en las dos semanas pasadas, en particular la salida del periódico inglés The Guardian y del escritor Stephen King. Las redes funcionan como los bancos, que dependen de la confianza de sus cuentahabientes; por eso se quiebran cuando la gente los abandona, que es lo que yo espero que le pase a X.
Abrí una cuenta de Twitter hace más de una década. Durante los primeros años opiné con alguna asiduidad, comentando temas de actualidad nacional y publicando reflexiones personales. Hubo un momento de entusiasmo tuitero que quise capitalizar para escribir, a partir de mis trinos, un libro de máximas, pero ese proyecto se me quedó entre el tintero. Después de eso (aunque no por eso) vino mi desencanto: la polarización política y la intervención tóxica de los troles me parecían un obstáculo insalvable para enhebrar conversaciones útiles, pero mi desafección se volvió antipatía cuando Elon Musk compró Twitter y decidió reincorporar a Donald Trump y a otros que habían sido expulsados de la red por mentirosos. Ahora que Trump ganó las elecciones con ayuda de Elon Musk, veo con espanto cómo en los Estados Unidos se urde un maridaje entre poder político y poder económico. Por eso he decidido salirme de X.
En lo que sigue doy mis razones y espero convencerlo a usted, amigo lector, para que haga lo mismo. 1) En una democracia nadie puede ponerse por encima de la ley. Cuando los ricos capturan las instituciones y las ponen a su servicio, la democracia muere. Esto es lo que los antiguos llamaban plutocracia y es justo lo que está pasando en los Estados Unidos. Más que una plataforma creada para la libre circulación de ideas, X se ha convertido en una red concebida para servir los intereses de esa plutocracia. Es verdad que no solo sirve para eso, pero el hecho de que tenga esa función es, a mi juicio, inaceptable. 2) X contribuye a dividir la sociedad en segmentos poblacionales que se comportan como naciones enemigas y por esa vía mina la posibilidad de lograr consensos sociales que le darían curso a proyectos de largo plazo y de unidad nacional. 3) X, como todas las redes sociales, es poco transparente en el manejo del contenido dañino, tendencioso o falso que difunde. No hay información fiable de cómo maneja los datos ni sobre sus implicaciones en la privacidad y seguridad de los usuarios. 4) El contenido de X está determinado (en las demás redes es igual) por algoritmos diseñados para maximizar el tiempo de permanencia del usuario en la pantalla. Es una plataforma diseñada para ser adictiva y ese no es un daño colateral, es un propósito. X es un negocio que ofrece información y conversaciones, pero esa oferta está pervertida por su objetivo de mantener conectado al usuario a cualquier precio. 5) La adicción a X conlleva un costo de oportunidad: impide pensar por fuera de la coyuntura, tener conversaciones reposadas sobre las estructuras de largo plazo que nos afectan y mejorar nuestra inteligencia colectiva. 6) La infraestructura tecnológica que sostiene las redes sociales consume recursos significativos y deja una huella de carbono considerable, lo que choca con los esfuerzos por proteger el medio ambiente.
Soy consciente de que al dejar X pierdo algo, o mucho, no lo sé. Más aún, mi decisión contribuye a la polarización, pues es sabido que quienes abandonan la red son los moderados y los críticos, no los radicales. Siendo así, ¿por qué me salgo? Porque tengo la esperanza de que mi decisión arrastre a otros, como me arrastró a mí el retiro masivo de usuarios que hubo en las dos semanas pasadas, en particular la salida del periódico inglés The Guardian y del escritor Stephen King. Las redes funcionan como los bancos, que dependen de la confianza de sus cuentahabientes; por eso se quiebran cuando la gente los abandona, que es lo que yo espero que le pase a X.