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                                                                                                                                A veces, para algunas, es difícil llegar

                                                                                                                                “A mí en realidad el sexo me interesa muy poco”. Con esa frase lapidaria soltada donde la terapista que visitaba con Santiago para salvar su matrimonio, Carolina cerraba un ciclo de tres años.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La tan esperada noche de bodas, como predijo la Beauvoir, fue un desastre. El idílico paraje en nada contribuyó a que fluyera el romance. Ella frenó en seco en los preámbulos y él, que sentía haber aguantado demasiado, no tuvo suficiente paciencia ni destreza. Insólitamente, terminaron hablando de la niñez y de la suegra. Sólo al cuarto día el matrimonio pudo consumarse. Nada digno de celebrar.

                                                                                                                                Santiago recuerda que el primer orgasmo de Carolina, como al sexto encuentro, fue espectacular. Durante el resto de luna de miel no hubo muchas réplicas y nunca algo tan intenso. Al instalarse en Bogotá, ambos dejaron la oficina para continuar sus respectivas carreras. En la cama, con pequeñas disculpas, llamadas, documentos por revisar, cansancios y jaquecas, ella logró imponer su rutina. El polvo semanal era los sábados, a media mañana, justo después del baño y ya reposado el desayuno. Ni siquiera tan magra frecuencia y tan elaborado ritual garantizaban que ella siempre llegara. Santiago insiste en que él se esmeraba. Es más, precisa, “era la primera vez que tenía conciencia de que tocaba aplicarse de tal manera”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Sería obvio pensar que la aversión de Carolina hacia el sexo la compartió con su hermana y compañera de habitación. Pero no. Sobre Patricia, las secuelas de la cátedra nocturna contra el tenebroso sexo masculino fueron las opuestas. “Desde la universidad, ella se los comía a todos”, afirma Santiago sin titubeos. Para él, conocer a esas dos hermanas tan similares —mismo colegio, misma familia, mismos amigos— y tan distintas en la cama bastó para quedar desconcertado y afirmar que no entiende a las mujeres.

                                                                                                                                Carolina, cincuenta y tantos actualmente, pertenece a esa generación en la que más de una de cada tres mujeres colombianas consideran que “no sienten deseo ni placer sexual”. A pesar de una incidencia tan alta, no es fácil conseguir testimonios reales de mujeres frígidas, de eso poco se habla. Fue arduo convencer a Santiago para que contara detalles de su experiencia. Me recomendó referirme a Fernanda del Carpio que, según él, encaja bien en el perfil. “La frecuencia deseada de esa cachaca en Macondo debió ser como la de Carolina. El camisón blanco hasta los tobillos, mangas hasta los puños y resignación al sacrificio de víctima expiatoria son una buena caricatura de lo que viví en la luna de miel”, anotó.

                                                                                                                                Si las mujeres deben aprender a tener orgasmos y los hombres a controlarlos, vaya uno a saber por qué ahora se pregona que la sexualidad masculina y femenina sólo difieren por factores educativos y culturales, como la represión.

                                                                                                                                Ver más…

                                                                                                                                “A mí en realidad el sexo me interesa muy poco”. Con esa frase lapidaria soltada donde la terapista que visitaba con Santiago para salvar su matrimonio, Carolina cerraba un ciclo de tres años.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La tan esperada noche de bodas, como predijo la Beauvoir, fue un desastre. El idílico paraje en nada contribuyó a que fluyera el romance. Ella frenó en seco en los preámbulos y él, que sentía haber aguantado demasiado, no tuvo suficiente paciencia ni destreza. Insólitamente, terminaron hablando de la niñez y de la suegra. Sólo al cuarto día el matrimonio pudo consumarse. Nada digno de celebrar.

                                                                                                                                Santiago recuerda que el primer orgasmo de Carolina, como al sexto encuentro, fue espectacular. Durante el resto de luna de miel no hubo muchas réplicas y nunca algo tan intenso. Al instalarse en Bogotá, ambos dejaron la oficina para continuar sus respectivas carreras. En la cama, con pequeñas disculpas, llamadas, documentos por revisar, cansancios y jaquecas, ella logró imponer su rutina. El polvo semanal era los sábados, a media mañana, justo después del baño y ya reposado el desayuno. Ni siquiera tan magra frecuencia y tan elaborado ritual garantizaban que ella siempre llegara. Santiago insiste en que él se esmeraba. Es más, precisa, “era la primera vez que tenía conciencia de que tocaba aplicarse de tal manera”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Sería obvio pensar que la aversión de Carolina hacia el sexo la compartió con su hermana y compañera de habitación. Pero no. Sobre Patricia, las secuelas de la cátedra nocturna contra el tenebroso sexo masculino fueron las opuestas. “Desde la universidad, ella se los comía a todos”, afirma Santiago sin titubeos. Para él, conocer a esas dos hermanas tan similares —mismo colegio, misma familia, mismos amigos— y tan distintas en la cama bastó para quedar desconcertado y afirmar que no entiende a las mujeres.

                                                                                                                                Carolina, cincuenta y tantos actualmente, pertenece a esa generación en la que más de una de cada tres mujeres colombianas consideran que “no sienten deseo ni placer sexual”. A pesar de una incidencia tan alta, no es fácil conseguir testimonios reales de mujeres frígidas, de eso poco se habla. Fue arduo convencer a Santiago para que contara detalles de su experiencia. Me recomendó referirme a Fernanda del Carpio que, según él, encaja bien en el perfil. “La frecuencia deseada de esa cachaca en Macondo debió ser como la de Carolina. El camisón blanco hasta los tobillos, mangas hasta los puños y resignación al sacrificio de víctima expiatoria son una buena caricatura de lo que viví en la luna de miel”, anotó.

                                                                                                                                Si las mujeres deben aprender a tener orgasmos y los hombres a controlarlos, vaya uno a saber por qué ahora se pregona que la sexualidad masculina y femenina sólo difieren por factores educativos y culturales, como la represión.

                                                                                                                                Ver más…

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