El feminismo gringo impuso la falacia de que todas las mujeres que venden sexo lo hacen forzadas o engañadas. Cuando es voluntario, legal y muy rentable, como en el Foro Económico Mundial, el asunto se ignora.
Salomé Balthus, de 36 años, anota que “Davos tiene que ver con el poder, el dinero y el sexo, y los tres son buenos compañeros de cama”. Estaba en Alemania cuando un cliente regular la contactó, le pagó los pasajes de avión y el vehículo de alquiler. Se alojaron en un lujoso hotel. “Le di lo que necesitaba y quedó muy satisfecho… no se trata solo de sexo, a mis clientes también les gusta tener una conversación inteligente… Que yo sea licenciada en filosofía y literatura alemana les garantiza que no sólo lo pasarán bien sexualmente sino también intelectualmente”.
Amy dirige una agencia de acompañantes en Ámsterdam. Seis de ellas se desplazaron a Davos. “Se lo están pasando genial, hoteles de lujo, buena comida y ofrecen buena compañía a los clientes”. Anota que “mis chicas son sobre todo estudiantes de veintitantos años que están pagando la universidad o han terminado sus estudios y necesitan devolver sus préstamos”. Por transparencia no cobran más que en la sede. La mayoría de las reservas durante el Foro “son para dos días, lo que supone 6.000 euros más cualquier gasto”. La mayoría de los clientes “son una mezcla de políticos y líderes empresariales” que no sólo buscan sexo, “también hay algunos que simplemente quieren hablar después de un día largo y duro para desahogarse”.
Vender sexo es una actividad legal y regulada en Suiza desde 1942. Quienes lo ofrecen deben pagar impuestos, registrarse con las autoridades locales y someterse a controles médicos periódicos. La trata, la prostitución forzada y varias formas de proxenetismo son ilegales.
En Alemania Occidental, hasta hace poco la legislación sobre sexo venal estuvo en una zona gris, no era legal ni ilegal. Del lado oriental, como en todos los países del bloque comunista, el trabajo sexual no sólo estaba prohibido: según las autoridades, no existía. En los EEUU, desde 1910 se aprobó la Ley Mann contra la trata de blancas que volvió clandestino el comercio sexual. “Los agentes federales dedicados a su aplicación perseguían agresivamente a quienes no la respetaban, arrestaban personas involucradas en conductas inmorales y cerraban burdeles y otras actividades en las llamadas zonas rojas”. En 1913 la Corte Suprema enmendó la Ley Mann y dictaminó que descriminalizar y regular la prostitución era una responsabilidad de los estados. Solo Nevada y Rhode Island lo han hecho.
A pesar de esta severa restricción, en Washington DC, en los años sesenta, muy cerca del Capitolio, funcionó el Quorum Club, un discreto servicio de acompañantes para políticos y empresarios poderosos, como los clientes de Amy en Davos. Su fundador fue Bobby Baker, mano de fecha de Lyndon Johnson que había empezado su carrera como mensajero. Con muchos de sus colegas, Baker frecuentaba el bar del hotel Carroll Arms pero les pareció que no era suficientemente privado. Alquilaron entonces varias habitaciones en otra planta del mismo establecimiento, “para que cualquiera se pudiera reunir con los senadores, o sus novias”. Las fotos de la época muestran un espacio pequeño, con una barra de cuero y “una imagen ligeramente atrevida sobre un sofá bajo y moderno”.
El peor momento del Quorum Club se vivió cuando Ellen Rometsch, socia y camarera, fue deportada a Alemania con cargos de espionaje. Nacida en 1936 en Kleinitz, ingresó a las Juventudes Comunistas y trabajó como mecanógrafa en la administración antes de escapar al oeste. Tras un matrimonio fallido se trasladó a los EE. UU. con un sargento de la fuerza aérea alemana asignado a la embajada en Washington. Según el Daily Mail, habría sido enviada por los líderes comunistas de Berlín Oriental para infiltrarse entre políticos norteamericanos poderosos.
Ellen coronó en 1963 al cautivar a John F. Kennedy. Había sido detectada en el Quorum por Bill Thompson, un lobista de los ferrocarriles e íntimo amigo del presidente. Rico y soltero, era su confidente en asuntos amorosos. Bobby Baker le había dicho sobre la germana: “es alegre y encantadora. Siempre está bien vestida. Tiene buenos modales y es muy complaciente. Es un verdadero placer estar con ella”.
Cual fanfarrón juvenil, a Kennedy le encantaba compartir detalles de sus conquistas. Su comentario sobre el nuevo affaire: “Rometsch ha sido el mejor sexo que he tenido en mi vida”. No sería el único encuentro. Con colegas del Quorum, Ellen asistía a fiestas nudistas en la piscina de la Casa Blanca. Sin autorización previa, ni siquiera registro al entrar, se convirtió en desafío para la seguridad que poco le importaba al encaprichado JFK y alertó a los servicios de inteligencia. Continúa...
El feminismo gringo impuso la falacia de que todas las mujeres que venden sexo lo hacen forzadas o engañadas. Cuando es voluntario, legal y muy rentable, como en el Foro Económico Mundial, el asunto se ignora.
Salomé Balthus, de 36 años, anota que “Davos tiene que ver con el poder, el dinero y el sexo, y los tres son buenos compañeros de cama”. Estaba en Alemania cuando un cliente regular la contactó, le pagó los pasajes de avión y el vehículo de alquiler. Se alojaron en un lujoso hotel. “Le di lo que necesitaba y quedó muy satisfecho… no se trata solo de sexo, a mis clientes también les gusta tener una conversación inteligente… Que yo sea licenciada en filosofía y literatura alemana les garantiza que no sólo lo pasarán bien sexualmente sino también intelectualmente”.
Amy dirige una agencia de acompañantes en Ámsterdam. Seis de ellas se desplazaron a Davos. “Se lo están pasando genial, hoteles de lujo, buena comida y ofrecen buena compañía a los clientes”. Anota que “mis chicas son sobre todo estudiantes de veintitantos años que están pagando la universidad o han terminado sus estudios y necesitan devolver sus préstamos”. Por transparencia no cobran más que en la sede. La mayoría de las reservas durante el Foro “son para dos días, lo que supone 6.000 euros más cualquier gasto”. La mayoría de los clientes “son una mezcla de políticos y líderes empresariales” que no sólo buscan sexo, “también hay algunos que simplemente quieren hablar después de un día largo y duro para desahogarse”.
Vender sexo es una actividad legal y regulada en Suiza desde 1942. Quienes lo ofrecen deben pagar impuestos, registrarse con las autoridades locales y someterse a controles médicos periódicos. La trata, la prostitución forzada y varias formas de proxenetismo son ilegales.
En Alemania Occidental, hasta hace poco la legislación sobre sexo venal estuvo en una zona gris, no era legal ni ilegal. Del lado oriental, como en todos los países del bloque comunista, el trabajo sexual no sólo estaba prohibido: según las autoridades, no existía. En los EEUU, desde 1910 se aprobó la Ley Mann contra la trata de blancas que volvió clandestino el comercio sexual. “Los agentes federales dedicados a su aplicación perseguían agresivamente a quienes no la respetaban, arrestaban personas involucradas en conductas inmorales y cerraban burdeles y otras actividades en las llamadas zonas rojas”. En 1913 la Corte Suprema enmendó la Ley Mann y dictaminó que descriminalizar y regular la prostitución era una responsabilidad de los estados. Solo Nevada y Rhode Island lo han hecho.
A pesar de esta severa restricción, en Washington DC, en los años sesenta, muy cerca del Capitolio, funcionó el Quorum Club, un discreto servicio de acompañantes para políticos y empresarios poderosos, como los clientes de Amy en Davos. Su fundador fue Bobby Baker, mano de fecha de Lyndon Johnson que había empezado su carrera como mensajero. Con muchos de sus colegas, Baker frecuentaba el bar del hotel Carroll Arms pero les pareció que no era suficientemente privado. Alquilaron entonces varias habitaciones en otra planta del mismo establecimiento, “para que cualquiera se pudiera reunir con los senadores, o sus novias”. Las fotos de la época muestran un espacio pequeño, con una barra de cuero y “una imagen ligeramente atrevida sobre un sofá bajo y moderno”.
El peor momento del Quorum Club se vivió cuando Ellen Rometsch, socia y camarera, fue deportada a Alemania con cargos de espionaje. Nacida en 1936 en Kleinitz, ingresó a las Juventudes Comunistas y trabajó como mecanógrafa en la administración antes de escapar al oeste. Tras un matrimonio fallido se trasladó a los EE. UU. con un sargento de la fuerza aérea alemana asignado a la embajada en Washington. Según el Daily Mail, habría sido enviada por los líderes comunistas de Berlín Oriental para infiltrarse entre políticos norteamericanos poderosos.
Ellen coronó en 1963 al cautivar a John F. Kennedy. Había sido detectada en el Quorum por Bill Thompson, un lobista de los ferrocarriles e íntimo amigo del presidente. Rico y soltero, era su confidente en asuntos amorosos. Bobby Baker le había dicho sobre la germana: “es alegre y encantadora. Siempre está bien vestida. Tiene buenos modales y es muy complaciente. Es un verdadero placer estar con ella”.
Cual fanfarrón juvenil, a Kennedy le encantaba compartir detalles de sus conquistas. Su comentario sobre el nuevo affaire: “Rometsch ha sido el mejor sexo que he tenido en mi vida”. No sería el único encuentro. Con colegas del Quorum, Ellen asistía a fiestas nudistas en la piscina de la Casa Blanca. Sin autorización previa, ni siquiera registro al entrar, se convirtió en desafío para la seguridad que poco le importaba al encaprichado JFK y alertó a los servicios de inteligencia. Continúa...