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Rodolfo Gabriel Galimberti, el montonero millonario, fue un guerrillero versátil, incansable y astuto que jugó un papel crucial en el indulto a criminales de ambos lados de la Guerra Sucia argentina.
Cuando participó en el secuestro de los hermanos Born, estableció un pragmático vínculo con sus rehenes. “De aquí en adelante somos socios” le habría dicho a Juan, hábil negociante. Desde su época estudiantil participó activamente en política. Sin encasillarse en rígidas ideologías de izquierda le apostó al populismo siguiendo al exdictador Perón, con el discurso comodín del antimperialismo. Escéptico de reformas graduales, fue perpetuo predicador del “poder organizado del pueblo”.
Criticó el manejo que la cúpula de su grupo le dio a la fortuna que los Born pagaron como rescate — 60 millones de 1975, unos 300 millones de dólares de hoy — cuyo destino final, tras salir en efectivo de Argentina hacia Cuba, sigue siendo un misterio. Según un excoronel castrista que mantuvo contacto con el botín en la unidad de enlace para operaciones con guerrillas latinoamericanas, el dinero llegó en valija diplomática a través del embajador cubano en Buenos Aires. Recibió directamente de los Montoneros 42 millones de dólares en efectivo y envió varias entregas para guardar en una oficina secreta. Después vendría el lavado en Suiza coordinado por Tony de la Guardia, ajusticiado en 1989 por el régimen como chivo expiatorio del narcotráfico.
Al principio de 1979 la cúpula de Montoneros organizó una contraofensiva final para derrocar la dictadura. Aunque Galimberti dijo respaldar la audaz iniciativa, la saboteó por considerarla totalmente irresponsable, una locura mesiánica. Denunció el sectarismo, la burocratización, el militarismo y el foquismo del grupo.
Tras el retorno de la democracia al triunfar Raúl Alfonsín, Galimberti volvió a su país después de seis años de exilio. Sin dinero ni reconocimiento, siguió usando su falsa identidad, César Shaffer. Pensaba que tendría alguna oportunidad política, pero dejar de ser clandestino no le sería fácil.
A mediados de 1984 se realizó en el estadio Luna Park un encuentro de la Juventud Peronista Unificada. La primera oradora fue una joven de 27 años, excuñada y seguidora entusiasta de Galimberti. Más tarde llegó al encuentro uno de los líderes con mejor futuro del peronismo, Carlos Menem.
Poco después, Galimberti empezó a reconciliar los bandos enfrentados del peronismo en la misma tónica en que estaban entonces muchos Montoneros. Así, a través de un extremista de derecha, conoció a Jorge Radice, delegado de la Marina y exsecretario del comandante Emilio Massera en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada, donde funcionó un centro clandestino de detención y tortura) quien le dijo : “Maté a mucha gente, a muchos compañeros tuyos”. La respuesta de que todos los errores eran cosa del pasado facilitó que poco después entablara un vínculo con los militares, todavía poderosos desde la ilegalidad.
A principios de 1987, con el intento de golpe de Estado de los carapintadas, Galimberti quedó deslumbrado con uno de ellos, Aldo Rico, que hacía parte del sector nacionalista del ejército. Se entrevistó con él en la cárcel. Al dispararse la inflación el descontento social fue crítico. Ante los saqueos, Alfonsín decretó Estado de Sitio.
En su multifacética reinserción, Galimberti también conoció al ejecutivo de los Born que había negociado su rescate y ahora hacía parte de un conglomerado económico vinculado a los golpistas. Los empresarios más importantes habían logrado que Menem fuera candidato presidencial. Aúnque Galimberti no creía en este político, fue llamado por los magnates para una tarea específica. Se sabía que Alfonsín iba a indemnizar a la familia del banquero David Gravier a quien los militares le habían incautado todos los bienes por sus vínculos con la guerrilla. Si alguien de Montoneros declaraba en su contra los Born podrían recuperar parte de la fortuna pagada.
En marzo de 1989, Menem obtuvo una victoria aplastante y en julio asumió la presidencia. Como ministro de Economía nombró a Miguel Roig, antiguo empleado de los Born. Algunos testimonios aseguran que parte del dinero del multimillonario rescate sirvió de apoyo a la presidencia de Menem.
Galimberti ofreció a sus antiguos compañeros de armas la posibilidad de indulto a cambio de información sobre el paradero del dinero del secuestro. En Suiza encontró a un exmontonero encargado de finanzas que contó ante la justicia lo que sabía. Galimberti y Mario Firmenich, máximo líder del grupo guerrillero, fueron indultados. Ventajas similares obtuvieron los militares procesados no-beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida de Alfonsín. Aldo Rico, el héroe ex-Montonero, se dedicó a la política. Presentaba a los carapintadas como una garantía antigolpista.
Después se supo que Born y otros de los nuevos socios que Galimberti consiguió con su apoyo tenían una Fundación para defraudar al fisco. También fueron absueltos.
Otras similitudes entre los Montoneros y el M-19 merecen capítulo aparte.