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Economía y política en tiempos inciertos

Mauricio Rubio
18 de noviembre de 2021 - 05:00 a. m.
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No recuerdo una época con perspectivas económicas tan imprevisibles. La pandemia, que no da tregua, desbarata cualquier predicción.

Los resultados de una encuesta de intención de voto realizada a finales de octubre son ilustrativos. Puntean los indecisos (58,7%) seguidos del voto en blanco (14,4%) y por Gustavo Petro (11,5%). Nadie aventura cábalas sobre lo que haría ese personaje en materia económica si llegara a la presidencia. Algo similar podría decirse de los demás candidatos, cuya política económica diferiría bastante poco. No hay mucho margen de acción.

Paradójicamente, un panorama político tan incierto podría implicar similitudes en el manejo macroeconómico que, incluso bajo Petro, no se alejarían demasiado de la ortodoxia exigida por el gran capital que financia campañas electorales. La observación anterior no implica que a largo plazo una presidencia suya tenga las mismas secuelas que una de centro o de derecha. No hay que recurrir a Cuba comunista para argumentar que alguien que ha bebido de esa ideología puede dejar una huella desastrosa por décadas. Los ejemplos sobran en América Latina desde antes de la pandemia. El actual panorama, con empresarios y profesionales muy educados buscando emigrar, no reconforta.

Hasta la caída del muro de Berlín existieron partidos que diferenciaban nítidamente la izquierda de la derecha. Era simple inercia: la situación de la clase obrera ya había cambiado, la industria perdió importancia ante el sector servicios, distintos oficios se profesionalizaron, surgió una oligarquía sindicalista y un operario podía volverse empresario. La izquierda ya no contaba con la clase obrera como base para su acción redentora. Además de pobres, desempleados y jóvenes, eran necesarios nuevos sujetos políticos excluidos y oprimidos, por cuestiones como raza, sexo, lengua u origen geográfico. Aparecieron entonces políticas identitarias centradas en la igualdad y la inclusión. La izquierda democrática aceptó que los bienes de producción permanecieran en manos privadas siempre que esa propiedad estuviese hiperregulada por una burocracia supuestamente defensora del bien común a pesar de la corrupción generalizada.

Excluyendo fanáticos tipo Trump o Bolsonaro, la derecha y el centro compraron entero el nuevo discurso y aceptaron el bulto de sus dogmas. Ya es corriente en varios países que los bancos financien conferencias anticapitalistas. La misteriosa alianza entre uno de los principales grupos económicos del país y Gustavo Petro, o un intelectual muy crítico del establecimiento colombiano que gana jugosos honorarios dando conferencias a grandes empresarios, apuntan en la misma dirección.

Que el establecimiento se alíe con quienes fueron sus enemigos acérrimos no es la única muestra de fusión izquierda-centro-derecha. Las industrias históricamente más depredadoras del medio ambiente, como la automotriz, ya adoptaron el mercadeo basado en retórica ecológica. Exceptuando la inmigración, derecha y centro han adoptado básicamente todos los relatos que reivindican demandas de minorías que también se han convertido en actores usuales del mercadeo capitalista.

La consecuencia más nefasta de este menjurje ideológico es haberle dado un puntillazo al debate político. Ante la incertidumbre reinante, difícil imaginar algo más nefasto que un ambiente en donde no se discutan racionalmente los diferentes escenarios alternativos y los correspondientes cursos de acción.

Un elemento común a esta carencia de argumentación informada y basada en la evidencia es apelar a los sentimientos ensalzando la irracionalidad, el “perverso intento de negar el uso de la razón para así poder aglutinar a todos los individuos en un colectivo oprimido”.

Un ejemplo que ilustra bien la precariedad del análisis en asuntos cruciales para el desarrollo económico del país, como la educación superior, fue el debate que nunca hubo sobre la iniciativa “Ser Pilo Paga” antes de las pasadas elecciones presidenciales. El primer ataque al programa, cuyas evaluaciones sistemáticas y rigurosas habían sido todas muy positivas, vino de Sergio Fajardo, quien señaló lo evidente: solo se beneficiaban unos pocos. En seguida se sumó De La Calle evocando un estigma también obvio: era inequitativo.

Los ataques más demoledores vinieron de Gustavo Petro que los sustentó basado en un simple dogma: no cumplía con las características que debe tener la educación superior: “universal, nacional, de calidad y gratuita”. Amén. Una supuesta verdad general que, si acaso, se cumple en algunos países ricos pero que definitivamente no aplica para las mejores universidades del mundo, privadas, horriblemente costosas y con una versión de “Ser Pilo Paga” financiada por patrimonio propio y redes de patrocinadores.

Cualquier sociedad seria hubiera hecho ajustes progresivos a “Ser Pilo Paga” y un seguimiento a los beneficiarios para evaluar sus ventajas a largo plazo. Aventuro dos hipótesis. Una, ese grupo élite estará mejor preparado que el promedio egresado de universidades de inferior calidad para enfrentar la incertidumbre asociada con la pandemia. Dos, activismos y fanatismo que definen y lideran la fofa política contemporánea tendrán dificultades para reclutar seguidores sumisos o leales entre personas tan pilas. La verdadera inteligencia, la genialidad, de cualquier nivel económico, nunca es dócil.

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JOSE(44328)19 de noviembre de 2021 - 01:22 p. m.
Según la lógica de este discurso, la dictadura sería el camino. Cero debate y sumisión no sólo económica sino política.
boris(56941)18 de noviembre de 2021 - 05:51 p. m.
Cuando faltan argumentos serios, salta este columnista erratico a tratar de asustar. sólo lo aplaude el tal "atenas" ( no merece mayusculas). sigan llorando.
Atenas(06773)18 de noviembre de 2021 - 05:25 p. m.
En nuestro abanico de precandidatos ya hay un sujeto bien identificado por su prontuario criminal y el odio social q’ regurgita: G.Petro. Su demostrada incapacidad pa gerencia cualq. proceso colectivo, y la alcaldía de B/tá fue la prueba, tamb. se suma al rencor q’ lo anima, y representa en conjunto una mezcla de alcohol con gasolina. Mas no tendrá la mecha. URIBE la tiene.
Oscar(5340)18 de noviembre de 2021 - 02:40 p. m.
la mayoria de sus columnas resultan en lo mismo, Petro es lo peor. Podria decirnos que es mejor, hay algo en la politica colombiana fuera de Petro ? Usted esta obsesionado, no hay duda que le tiene miedo, por que ?
Horacio(0w5ft)18 de noviembre de 2021 - 01:47 p. m.
Columna farragosa.Se describe a sí mismo cuando afirma "Un elemento común a esta carencia de argumentación (...) es apelar a los sentimientos ensalzando la irracionalidad". Usted no solo niega el uso de la razón, también pierde de vista la violencia electoral, la compra de votos, el clientelismo, el constreñimiento al elector, al final para insistir en su visión sesgada, el temor al cambio.
  • Felipe(94028)18 de noviembre de 2021 - 11:01 p. m.
    Sin negar su argumento, sugiero que dé cifras para cada epígrafe y a quién benefician. Por ej., Compra de votos: 1.637.415 para el candidato X y 238.412 para el Y. Clientelismo: 624.217 para X y 713.119 para Y. Haga igual para el constreñimiento y el resto de items que pueda dar numéricamente, aportando pruebas. La cosa existe, pero sin demostración numérica ni pruebas, es carreta inútil.
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