El eslabón perdido entre migraciones y violencia es demográfico y sexual
No solo en la absurda política de ilegalizar parte de la inmigración coinciden la izquierda y la derecha. También lo hacen al silenciar un detonante de la violencia que podría ayudar a entenderla.
“De los 5.600 menores migrantes que tutela Canarias, unos 276 son niñas”, anota El País. Hace un año, el Ministerio de Igualdad, con Irene Montero a la cabeza, afirmaba que “un 49 % de los asesinatos de mujeres en España durante 2023 fueron cometidos por extranjeros”. Así, según la antípoda de la extrema derecha, una décima parte de la población sería responsable de la mitad de los feminicidios.
Los gobiernos progresistas silencian, con razón, si los criminales detenidos son inmigrantes para evitar falsas causalidades entre ambos fenómenos. Los medios afines al régimen hacen malabares para argumentar que “la inmigración crece, los delitos no: los datos rebaten la conexión entre más extranjeros y más delincuencia”. Los gobiernos de derecha hacen lo contrario y las redes sociales se empeñan en demostrar que Europa ya está tomada por guerreros fanáticos venidos del sur.
Pero los videos de pateras que llegan cargadas de hombres jóvenes, y los datos agregados sobre el monumental desequilibrio en la composición por sexo de los flujos ilegales están ahí. Según Statista, de los inmigrantes que entraron en España de forma irregular en 2023, 89 % eran hombres y 7 % mujeres. Esta pequeña participación femenina coincide con toda la evidencia disponible.
¿Qué pasa en una sociedad cuando hay demasiados hombres? Hace dos décadas, Valerie Hudson y Andrea den Boer publicaron un ensayo, Bare Branches (Ramas Peladas), argumentando que “históricamente, las altas proporciones de hombres sobre mujeres suelen desencadenar violencia, nacional e internacional. La mayoría de los delitos violentos son cometidos por hombres jóvenes solteros sin vínculos sociales estables”.
En 1990 el Nobel de Economía Amartya Sen llamó la atención sobre los enormes desequilibrios demográficos en el Asia. Calculaba un faltante de unos 100 millones de mujeres, particularmente crítico en la China y la India, por los sesgos contra las niñas en nutrición y cuidados médicos. Una década después, el mismo Sen anotaba que mientras en la India la situación había mejorado, en la China se había agravado por la política del hijo único y la posibilidad de abortar al conocer el sexo del bebé. Este enorme faltante llevó a Hudson y den Boer a analizar sus eventuales consecuencias a partir de experiencias históricas en el Asia.
Hong Xiuquan, líder de la rebelión de Taiping, era un típico “rama pelada” campesino. A los 33 años tenía un grupo con unos dos mil seguidores que enfrentaban ferozmente a bandidos y piratas que acechaban la zona. Liu Yung fu, líder de la Armada de la Bandera Negra también surgió de los excedentes de varones solteros.
Taiwan fue colonia de la dinastía Qing durante dos siglos. Se ha calculado que estalló una rebelión cada tres años. En el s.XVII hubo 19 revueltas. Un cronista anotaba que para los hombres era casi imposible casarse. El desequilibrio demográfico que contribuyó a los levantamientos se reforzó con la política migratoria que vetaba las familias: sólo se aceptaban varones sin pareja. Así, “los trabajadores forman bandas muy cerradas que con el menor pretexto se involucran en peleas asesinas. La restricción a la traída de esposas y familias ha creado una población de rudos vagabundos”.
El historiador y sinólogo David Ownby anota que la rebelión Nien se inició en 1851 con grupos de bandidos de Huai pei, al noreste de la China. Una hambruna incrementó las muertes intencionales de niñas. “Hacia 1780 casi un quinto de las hijas del linaje Qing fueron víctimas de infanticidio”. Surgió una subcultura de solteros basada en la provocación, las peleas y el desafío a la autoridad. Ya existía entonces el término guang gung, “rama pelada”, que hacía referencia no sólo a la soltería sin retoños, sino a la violencia y la delincuencia. Un misionero describía su estilo de vida: “tomar como deporte y asunto de orgullo desafiar las leyes y los magistrados, y cometer toda clase de crímenes. Recibir y causar heridas con serenidad; matar a otros con la más perfecta frialdad y no temerle a la muerte”. El exceso de hombres sobre mujeres en la China a principios del s.XIX era del 30 %. Las “ramas peladas” tenían tres opciones: hacerse bandidos, alistarse en el ejército o emigrar. Al volver de la milicia, entrenados para la guerra, la situación era aún más crítica.
El vínculo de la violencia con la inmigración ilegal no lo explica el país de origen, ni la precariedad, ni la religión, ni la falta de educación, ni las costumbres. El principal factor de riesgo es demográfico con miseria sexual: “ramas peladas” que enfrentan enormes dificultades para emparejarse.
No solo en la absurda política de ilegalizar parte de la inmigración coinciden la izquierda y la derecha. También lo hacen al silenciar un detonante de la violencia que podría ayudar a entenderla.
“De los 5.600 menores migrantes que tutela Canarias, unos 276 son niñas”, anota El País. Hace un año, el Ministerio de Igualdad, con Irene Montero a la cabeza, afirmaba que “un 49 % de los asesinatos de mujeres en España durante 2023 fueron cometidos por extranjeros”. Así, según la antípoda de la extrema derecha, una décima parte de la población sería responsable de la mitad de los feminicidios.
Los gobiernos progresistas silencian, con razón, si los criminales detenidos son inmigrantes para evitar falsas causalidades entre ambos fenómenos. Los medios afines al régimen hacen malabares para argumentar que “la inmigración crece, los delitos no: los datos rebaten la conexión entre más extranjeros y más delincuencia”. Los gobiernos de derecha hacen lo contrario y las redes sociales se empeñan en demostrar que Europa ya está tomada por guerreros fanáticos venidos del sur.
Pero los videos de pateras que llegan cargadas de hombres jóvenes, y los datos agregados sobre el monumental desequilibrio en la composición por sexo de los flujos ilegales están ahí. Según Statista, de los inmigrantes que entraron en España de forma irregular en 2023, 89 % eran hombres y 7 % mujeres. Esta pequeña participación femenina coincide con toda la evidencia disponible.
¿Qué pasa en una sociedad cuando hay demasiados hombres? Hace dos décadas, Valerie Hudson y Andrea den Boer publicaron un ensayo, Bare Branches (Ramas Peladas), argumentando que “históricamente, las altas proporciones de hombres sobre mujeres suelen desencadenar violencia, nacional e internacional. La mayoría de los delitos violentos son cometidos por hombres jóvenes solteros sin vínculos sociales estables”.
En 1990 el Nobel de Economía Amartya Sen llamó la atención sobre los enormes desequilibrios demográficos en el Asia. Calculaba un faltante de unos 100 millones de mujeres, particularmente crítico en la China y la India, por los sesgos contra las niñas en nutrición y cuidados médicos. Una década después, el mismo Sen anotaba que mientras en la India la situación había mejorado, en la China se había agravado por la política del hijo único y la posibilidad de abortar al conocer el sexo del bebé. Este enorme faltante llevó a Hudson y den Boer a analizar sus eventuales consecuencias a partir de experiencias históricas en el Asia.
Hong Xiuquan, líder de la rebelión de Taiping, era un típico “rama pelada” campesino. A los 33 años tenía un grupo con unos dos mil seguidores que enfrentaban ferozmente a bandidos y piratas que acechaban la zona. Liu Yung fu, líder de la Armada de la Bandera Negra también surgió de los excedentes de varones solteros.
Taiwan fue colonia de la dinastía Qing durante dos siglos. Se ha calculado que estalló una rebelión cada tres años. En el s.XVII hubo 19 revueltas. Un cronista anotaba que para los hombres era casi imposible casarse. El desequilibrio demográfico que contribuyó a los levantamientos se reforzó con la política migratoria que vetaba las familias: sólo se aceptaban varones sin pareja. Así, “los trabajadores forman bandas muy cerradas que con el menor pretexto se involucran en peleas asesinas. La restricción a la traída de esposas y familias ha creado una población de rudos vagabundos”.
El historiador y sinólogo David Ownby anota que la rebelión Nien se inició en 1851 con grupos de bandidos de Huai pei, al noreste de la China. Una hambruna incrementó las muertes intencionales de niñas. “Hacia 1780 casi un quinto de las hijas del linaje Qing fueron víctimas de infanticidio”. Surgió una subcultura de solteros basada en la provocación, las peleas y el desafío a la autoridad. Ya existía entonces el término guang gung, “rama pelada”, que hacía referencia no sólo a la soltería sin retoños, sino a la violencia y la delincuencia. Un misionero describía su estilo de vida: “tomar como deporte y asunto de orgullo desafiar las leyes y los magistrados, y cometer toda clase de crímenes. Recibir y causar heridas con serenidad; matar a otros con la más perfecta frialdad y no temerle a la muerte”. El exceso de hombres sobre mujeres en la China a principios del s.XIX era del 30 %. Las “ramas peladas” tenían tres opciones: hacerse bandidos, alistarse en el ejército o emigrar. Al volver de la milicia, entrenados para la guerra, la situación era aún más crítica.
El vínculo de la violencia con la inmigración ilegal no lo explica el país de origen, ni la precariedad, ni la religión, ni la falta de educación, ni las costumbres. El principal factor de riesgo es demográfico con miseria sexual: “ramas peladas” que enfrentan enormes dificultades para emparejarse.