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El sombrero de Pizarro: ¿símbolo o fetiche con memoria histórica manoseada?

Mauricio Rubio
27 de junio de 2024 - 05:06 a. m.

Es fácil perderse en el enredo alrededor del sombrero más coqueto del conflicto. En las antípodas de las víctimas, grupos cercanos a victimarios buscaron apropiarse de la memoria histórica.

“Este sombrero es un símbolo de paz. Indudable. Y debe quedar aquí… Así que queda entregado al pueblo colombiano, que es su dueño” afirmó Gustavo Petro al anunciar que el Panamá de paja que perteneció a Carlos Pizarro, comandante del M-19, será ahora exhibido en una urna en la Casa de Nariño. Rozando la cursilería, aclaró que era “un patrimonio del amor”.

El Ministerio de Cultura, más tradicional, habló de “patrimonio cultural de la Nación”. Al día siguiente, otro comunicado del mismo despacho aclaraba que no se trataba de “un bien de interés cultural” sino de un “símbolo de paz”. La notificación, a su vez, fue pronto corregida por el ministro quien, contrariado, precisó que “no era necesario aclarar un acto administrativo que tenía toda la legitimidad… Estoy molesto porque pasó encima de una resolución que firmé yo como ministro… No desmentiré jamás al presidente”.

La familia Pizarro aplaudió el nuevo enaltecimiento de su allegado. La senadora Maria José trinó que llevaba “más de dos décadas recuperando su memoria, luchando contra la impunidad y reivindicando su figura como un símbolo de paz para Colombia”. La otra hija, María del Mar, reiteró que “el sombrero es realmente el símbolo de la paz” mientras que su madre argumentaba que el homenaje “busca unir, no dividir”. Ninguna trató de explicar la relación entre las víctimas del conflicto y el sombrero. Y que la naturaleza precisa de la prenda -patrimonio, símbolo o fetiche- es menos relevante que su aceptación o rechazo por la ciudadanía.

En una entrevista, ante la pregunta de si el asunto tenía objetivos puramente electorales, el leal ministro de Comunicaciones respondió de manera confusa y macabra: “es un sombrero sin cabeza… Es un sombrero sin cuerpo. Es un sombrero que se quedó sin quien pudiera portarlo” para destacar luego a Pizarro como víctima, equiparándolo con Luis Carlos Galán, quien nunca fue victimario. “Yo lo que creo que hay en el sombrero de Carlos Pizarro es paz, es el sombrero que llevaba un hombre el día en el que lo asesinaron, habiendo firmado la paz y siendo candidato presidencial del país. Yo no veo ahí un símbolo de guerra, veo todo lo contrario”. Tampoco se detuvo en minucias como lo que pueda representar ese sombrero para las personas perjudicadas por “esa guerrilla vanidosa y cruel”, suponiendo que sus símbolos son “un orgullo nacional y no el residuo de un pasado que nos avergüenza”.

Tuvieron razón el Ministro de Cultura y una hija de Pizarro en que la memoria histórica es bastante compleja. “Este es el tipo de cosas que están en disputa” afirmó el primero. “La memoria no es lineal, la memoria está en disputa”, corroboró la segunda. Lamentablemente, los ejemplos para ilustrar su afirmación fueron amañados: “durante mucho tiempo la memoria de la lucha guerrillera en Colombia se ocultó… no hablamos de que Bolívar también fue un guerrillero… no juzgamos de la misma manera en los medios a la resistencia francesa… una guerrilla que enfrentó al nazismo”.

La voz más relevante y sensata en esta maraña de declaraciones ha sido la de Helena Urán, hija del magistrado auxiliar del Consejo de Estado, Carlos Horacio Urán, “asesinado durante la toma y retoma del Palacio de Justicia”. Insiste que “necesitamos un debate amplio sobre los símbolos y la cultura de la violencia. ¿Qué es patrimonio cultural para un país? ¿La Cultura se impone? ¿Qué símbolos abrazan la paz y la guerra? ¿Cómo construir símbolos para una cultura democrática?” Concluye con una verdad de perogrullo: “¡los valores del M-19 no son los valores de todo un país!”. Aún resuena su mensaje a Petro a raíz del homenaje a Pizarro con el estandarte del M-19. “Usted insiste en sacar a relucir una bandera de un grupo armado… Le pregunto, ¿sirve eso para algo? ¿Gana usted, sus antiguos compañeros o gana el país algo con eso?”.

Lo menos comentado ha sido el origen del célebre Panamá. En uno de los eventos públicos a los que solía llevarlo, Pizarro le pidió a un guardaespaldas que se lo cuidara. Según el mismo Petro, “el escolta, por alguna razón, quizá por intuición, lo guardó”. Decidió conservarlo como un recordatorio que quedó en poder de excombatientes. Exiliados en Suecia, se agruparon como “Oficiales de Bolívar” y se lo entregaron al mandatario en su reciente viaje. Así, el cotizado accesorio llegó hasta Europa no volteao sino tumbao o robao, una travesura típica del M-19 pero esta vez ni siquiera con heroísmo: fue una sustracción banal, casi callejera. Solo faltó el “¡agárrenlo agárrenlo que se lleva mi sombrero!”.

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