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Las diferencias cerebrales, químicas, genéticas, hormonales… entre mujeres y hombres tienen repercusiones en la sensualidad, el placer sexual y las relaciones de pareja.
El 14 de agosto falleció Francesco Alberoni, el “sociólogo del amor”. En su obra más conocida, Enamoramiento y Amor (1979), sostiene que enamorarse es “la condición naciente de un movimiento colectivo compuesto por dos personas”. Es posible que ese tratado inspirara la “política del amor” que febrilmente promueve el gobierno de la potencia mundial de la vida. En 1986 Alberoni publicó Erotismo, premonitorio de tendencias que sólo recientemente se volvieron corrientes en los medios, el cine y la TV.
Cuando Catalina salió de Colombia tenía 24 años. Había estudiado diseño y quiso ampliar horizontes en Barcelona. En Cali, donde creció y fue a la universidad, tuvo varios novios. Inteligente, emprendedora, inquieta y atractiva tenía mucho éxito con hombres de distintas edades. Siempre pudo escoger entre varias opciones y era ella quien finalizaba las relaciones. La excepción fue la última cuando -según Ana Mª, su madre- estuvo realmente enamorada. En su familia, en las de sus compañeros de estudio o entre las amistades de sus padres separados, las historias de infidelidad, sobre todo masculina, eran comunes y vox populi.
Al llegar a Barcelona tuvo primero un novio catalán durante un par de años. La relación la terminó ella porque “ya había mucha pelea”. Ana Mª no sabe si fue motivo cuernos pero tampoco lo descarta. A raíz de esa crisis, Catalina le reveló a su madre por qué terminó la última relación caleña: había quedado embarazada y aunque hubiera preferido organizarse y formar una familia, el padre no quiso complicarse, la dejó y ella no vio opción distinta a abortar.
Apareció después Sergio, un argentino de familia con tan buena situación económica que pudo estudiar pregrado en los EEUU. Como muchos de su generación, buscó alejarse de la inestabilidad política latina radicándose en España. Buen seductor, guapo y excelente profesional, tenía bastante éxito entre las mujeres. Llevaban buen tiempo en pareja, vivían juntos y Catalina, atareada en múltiples y variadas pistas, estaba de nuevo muy enamorada. Un buen día Sergio, con frescura, le contó que había conocido una chica por redes sociales. Le gustaba mucho, habían salido varias veces y quisiera ensayar una relación abierta pero sin renunciar a su vida cuasi conyugal. “Te sigo queriendo como antes” le confesó para consolarla. La negativa de Catalina a la audaz propuesta fue contundente. Le dio fin a la relación pero quedó muy afectada, devastada. “No sé qué pasa con los hombres, ¿qué se creen?”, le comentó a Ana Mª. “¿Será que me tengo que buscar una mujer?”
El hecho escueto es que tras ese segundo gran desengaño Catalina dejó de salir con hombres. Al poco tiempo empezó a hablar de Montse, su nueva pareja con quien vive hace un par de años. Ante Ana Mª salió del armario relativamente rápido pero su padre, que sigue viviendo en Colombia, aún no sabe nada.
Algunos párrafos del Erotismo de Albinoni, escritos cuando Catalina aún no había nacido, ayudan a entender su reacción. “La mujer quiere que se la seduzca, se la excite, pero siguiendo sus tiempos, sus ritmos, de modo armonioso. Quiere estar rodeada de emociones… El gran seductor puede tener un aspecto fuerte, viril, pero habla con un tono tranquilizador, persuasivo, seguro. Tiene la seguridad del padre y la sabiduría de la madre. Dice aquello que sólo una mujer sería capaz de decir. Habla del cuerpo femenino con la delicadeza de la mujer. Cuenta y evoca sensaciones que sólo la mujer conoce y sabe contar. El gran seductor tiene paciencia, le da tiempo para prepararse, para fantasear, para fascinarse, para excitarse, para dejarse llevar… A cada instante hace a la mujer la promesa que toda mujer espera: no te pido que cambies, no te fuerzo, no quiero nada para mí… El seductor conoce las fantasías femeninas… La toca como lo haría una amiga”.
En este punto, cualquier economista neoliberal, esos que aborrece la “política del amor”, advertiría que “no hay almuerzo gratis”. En Colombia alguien diría “de eso tan bueno no dan tanto”. Para Alberoni, muy pocos seductores están a la altura de las circunstancias. Es usual que no respondan por lo que hacen, y de manera directamente proporcional a la calidad de sus aptitudes. “Satisfecho su deseo, la mayor parte de los hombres destruyen el encanto y la mujer sale del ensueño sola… siente cólera contra ella misma porque se dejó llevar, se entregó a quien no lo merecía… vive una experiencia de pérdida, de desilusión”.
Aunque Albinoni alcanza a sugerir de forma tangencial esa opción, en 1986 no hizo explícita la salida de Catalina al desencanto con los hombres que hoy parece común entre mujeres de distintas edades: buscar refugio en una congénere.