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                                                                                                                                Guerra, paz y braguetas

                                                                                                                                La aparición de un elemento característico de la indumentaria masculina occidental tuvo poco que ver con las necesidades fisiológicas.

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                                                                                                                                No era la primera vez que una moda escandalizaba. Por lo general, cuando llegan períodos de paz y prosperidad las costumbres se relajan y surge un desmedido apetito por los placeres corporales. Décadas antes, durante una pausa de la Guerra de Cien Años, la corte de Carlos VI, alegre y despreocupada, disfrutaba frecuentes bailes de disfraces mientras la burguesía se enriquecía. París tuvo una edad de oro comercial e intelectual tan intensa que fue denominada la “nueva Atenas”. Con hábitos más ligeros, la moda se hizo caprichosa y extravagante.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La nueva forma de vestir se expandió con rapidez. Sólo quedaron por fuera los clérigos, profesores de universidad y representantes de la justicia ejerciendo funciones. Todos conservaron túnicas y togas. La bragueta, que ha debido servir para reforzar el pudor, se convirtió poco a poco en “el símbolo de la sexualidad triunfante”.

                                                                                                                                A esa tendencia contribuyó que algunos empezaran a usarla para guardar allí pañuelos, monedas e incluso “frutas que se dejan madurar para ofrecerlas tibias en un gesto al borde del erotismo”. Así, la bragueta se convirtió no sólo en un accesorio de moda sino en “patente de vigorosa virilidad y arma fatal de seducción”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                A pesar de lo anterior, sí hubo en la península una vínculo, bastante peculiar, entre la bragueta y la función reproductiva. Allí la hidalguía se otorgaba por concesión real o por herencia. Una clase peculiar de favorecidos por privilegios tributarios o por impago de deudas fueron los “hidalgos de bragueta”, un título recibido por “aquellos ciudadanos que tuvieran al menos siete hijos varones”. La prole debía ser fruto de un matrimonio legítimo con la misma mujer. La medida, tanto demográfica como casta, surgió a principios del siglo XVII para enfrentar el despoblamiento castellano que a su vez era un rezago del calamitoso siglo en el que el Imperio Español se vino a pique perdiendo Flandes tras la guerra de los ochenta años.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En el “Hidalgo de Bragueta”, Alfredo Iriarte describe las vicisitudes de unos bogotanos de principios del siglo XX que buscaban “en los excesos o en el absurdo un camino para vivir el día a día” en una ciudad mojigata. Esos cachacos embraguetados eran también consecuencia de guerras endémicas con sus frágiles y fugaces paces.

                                                                                                                                Ver más…

                                                                                                                                La aparición de un elemento característico de la indumentaria masculina occidental tuvo poco que ver con las necesidades fisiológicas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No era la primera vez que una moda escandalizaba. Por lo general, cuando llegan períodos de paz y prosperidad las costumbres se relajan y surge un desmedido apetito por los placeres corporales. Décadas antes, durante una pausa de la Guerra de Cien Años, la corte de Carlos VI, alegre y despreocupada, disfrutaba frecuentes bailes de disfraces mientras la burguesía se enriquecía. París tuvo una edad de oro comercial e intelectual tan intensa que fue denominada la “nueva Atenas”. Con hábitos más ligeros, la moda se hizo caprichosa y extravagante.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La nueva forma de vestir se expandió con rapidez. Sólo quedaron por fuera los clérigos, profesores de universidad y representantes de la justicia ejerciendo funciones. Todos conservaron túnicas y togas. La bragueta, que ha debido servir para reforzar el pudor, se convirtió poco a poco en “el símbolo de la sexualidad triunfante”.

                                                                                                                                A esa tendencia contribuyó que algunos empezaran a usarla para guardar allí pañuelos, monedas e incluso “frutas que se dejan madurar para ofrecerlas tibias en un gesto al borde del erotismo”. Así, la bragueta se convirtió no sólo en un accesorio de moda sino en “patente de vigorosa virilidad y arma fatal de seducción”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                A pesar de lo anterior, sí hubo en la península una vínculo, bastante peculiar, entre la bragueta y la función reproductiva. Allí la hidalguía se otorgaba por concesión real o por herencia. Una clase peculiar de favorecidos por privilegios tributarios o por impago de deudas fueron los “hidalgos de bragueta”, un título recibido por “aquellos ciudadanos que tuvieran al menos siete hijos varones”. La prole debía ser fruto de un matrimonio legítimo con la misma mujer. La medida, tanto demográfica como casta, surgió a principios del siglo XVII para enfrentar el despoblamiento castellano que a su vez era un rezago del calamitoso siglo en el que el Imperio Español se vino a pique perdiendo Flandes tras la guerra de los ochenta años.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Ver más…

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