Guerrilleros ambiciosos, secuestro millonario y síndrome de Estocolmo empresarial
Aunque el M-19 reivindicó la autoría de varios secuestros, guardó silencio sobre el de un extranjero que pagó un dineral decisivo para el grupo, pero también para el escepticismo sobre su romántico mito de guerreros por la paz.
A raíz del último amague del Gobierno del Cambio con la asamblea o el pueblo constituyentes saltó a la palestra el abogado Alex Vernot, misterioso personaje cercano al régimen. A principios de 2022, justo antes de las consultas interpartidistas que lo lanzaron como candidato del Pacto Histórico, tras una solicitud de la Fiscalía para que Vernot declarara en su contra, Petro buscó minimizar el vínculo entre ellos. “Solo soy amigo, como padres en el Liceo Francés”, trinó el senador. La Silla Vacía (LSV) le aplicó Detector de Mentiras a la afirmación y encontró que la relación iba más allá de encuentros esporádicos. “Son tan cercanos que compartieron oficina y Vernot fue uno de los principales defensores de Petro cuando era alcalde”, concluyó LSV.
En 2012, el mismo medio había entrevistado a Vernot quien contó que al terminar la campaña presidencial se había acercado a Petro: “venga a mi oficina y empezamos a trabajar el tema del agua”. También relató cómo se hicieron amigos. “Conocí a Petro con ocasión del pleito de los Gilinski contra el Sindicato Antioqueño. Queríamos que la opinión pública conociera el caso y le pregunté a Néstor Humberto Martínez qué parlamentario podría hacer un debate contra un grupo económico. Él dijo que solo Petro”. Después de eso “Gustavo me buscó y me pidió que le ayudara con una investigación sobre un banco ecuatoriano… Con el tiempo nos terminamos haciendo amigos. Me ha impresionado siempre su valentía en este país donde hay mucha cobardía”. En aquella oportunidad, el senador le había dicho “yo investigo el caso y si Gilinski está metido en algo raro, me meto contra él también”. Sin embargo, los lazos entre Petro y el poderoso empresario serían anteriores y, hasta hace poco, más de colaboración que de confrontación.
El 25 de noviembre de 1985, días después de la toma del Palacio de Justicia, en la ciudad panameña de Colón, Sam Kardonski, presidente del Tower Bank, daba una rueda de prensa. Recién liberado del secuestro por el que terminó cautivo cerca de Quito, Ecuador, cuando le preguntaron por sus secuestradores precisó: “no puedo decir quiénes son, pero me hicieron saber que no tenían nada contra mí ni contra mi familia… Fue simplemente un negocio. Solo se trató de dinero”.
Según el ex agente de inteligencia cubano Jorge Masetti, “el secuestro de Kardonski fue un trabajo en equipo, con participación del M-19, chilenos del MIR y vascos de ETA… coordinado por Manuel Piñeiro, Barba Roja”. En Las Guerras Secretas de Fidel Castro, esa versión la corrobora Juan Benemellis, un cubano arrepentido bastante después.
En la misma dirección de involucrar al Eme apuntan varias circunstancias del secuestro. Uno, poco antes el líder del M-19, Jaime Bateman, y Antonio Escobar habían muerto al estrellarse en la selva del Darién la avioneta en que viajaban hacia Panamá. Dos, nadie más tenía acceso a la cuenta secreta que esa guerrilla mantenía en el Tower Bank. Allí habría depositados unos veinte millones de dólares. Así, “los herederos de Bateman no tuvieron más remedio que secuestrar al presidente del banco custodio de aquel tesoro”. Tres, en Ecuador operaba Alfaro Vive Carajo, la guerrilla pupila, el meme del Eme. Cuatro, Raquel Kardonski, sobrina del banquero, había contraído matrimonio poco antes con Jaime Gilinski, empresario caleño, quien habría sido el encargado por la familia para negociar el rescate. “Al conocerse la desaparición de su recién emparentado tío político a manos de un grupo guerrillero colombiano, nadie más indicado que Jaime para intermediar en aquella transacción financiera”. Cinco, los secuestradores habrían encargado de coordinar el pago de siete millones de dólares en Suiza a Petro, recién ascendido a la dirección nacional del M-19 en el Congreso de Los Robles, a menos de 60 km de Cali, y luego capturado en Zipaquirá justo antes de la toma de Palacio. “Gustavo y Jaime se entendieron y habrán cerrado el negocio con un apretón de manos… Amigos for ever”. Se apoyarían mutuamente hasta los recientes y serios desacuerdos entre ellos motivo Gaza e Israel. Por último, este secuestro recuerda el de los hermanos Borne por Montoneros en 1975. Los apreciados instructores del M-19 supieron mezclar magistralmente subversión y negocios.
Algunos de los puntos anteriores no pasan de ser conjeturas. Fueron resumidos por Juan Restrepo, ex corresponsal de Televisión Española en Bogotá y también divulgados por Fanny Kertzman, ex directora de impuestos nacionales. A cada quien le corresponde evaluar, según sus convicciones y lecturas, la verosimilitud de un relato para el cual los datos son precarios.
Aunque el M-19 reivindicó la autoría de varios secuestros, guardó silencio sobre el de un extranjero que pagó un dineral decisivo para el grupo, pero también para el escepticismo sobre su romántico mito de guerreros por la paz.
A raíz del último amague del Gobierno del Cambio con la asamblea o el pueblo constituyentes saltó a la palestra el abogado Alex Vernot, misterioso personaje cercano al régimen. A principios de 2022, justo antes de las consultas interpartidistas que lo lanzaron como candidato del Pacto Histórico, tras una solicitud de la Fiscalía para que Vernot declarara en su contra, Petro buscó minimizar el vínculo entre ellos. “Solo soy amigo, como padres en el Liceo Francés”, trinó el senador. La Silla Vacía (LSV) le aplicó Detector de Mentiras a la afirmación y encontró que la relación iba más allá de encuentros esporádicos. “Son tan cercanos que compartieron oficina y Vernot fue uno de los principales defensores de Petro cuando era alcalde”, concluyó LSV.
En 2012, el mismo medio había entrevistado a Vernot quien contó que al terminar la campaña presidencial se había acercado a Petro: “venga a mi oficina y empezamos a trabajar el tema del agua”. También relató cómo se hicieron amigos. “Conocí a Petro con ocasión del pleito de los Gilinski contra el Sindicato Antioqueño. Queríamos que la opinión pública conociera el caso y le pregunté a Néstor Humberto Martínez qué parlamentario podría hacer un debate contra un grupo económico. Él dijo que solo Petro”. Después de eso “Gustavo me buscó y me pidió que le ayudara con una investigación sobre un banco ecuatoriano… Con el tiempo nos terminamos haciendo amigos. Me ha impresionado siempre su valentía en este país donde hay mucha cobardía”. En aquella oportunidad, el senador le había dicho “yo investigo el caso y si Gilinski está metido en algo raro, me meto contra él también”. Sin embargo, los lazos entre Petro y el poderoso empresario serían anteriores y, hasta hace poco, más de colaboración que de confrontación.
El 25 de noviembre de 1985, días después de la toma del Palacio de Justicia, en la ciudad panameña de Colón, Sam Kardonski, presidente del Tower Bank, daba una rueda de prensa. Recién liberado del secuestro por el que terminó cautivo cerca de Quito, Ecuador, cuando le preguntaron por sus secuestradores precisó: “no puedo decir quiénes son, pero me hicieron saber que no tenían nada contra mí ni contra mi familia… Fue simplemente un negocio. Solo se trató de dinero”.
Según el ex agente de inteligencia cubano Jorge Masetti, “el secuestro de Kardonski fue un trabajo en equipo, con participación del M-19, chilenos del MIR y vascos de ETA… coordinado por Manuel Piñeiro, Barba Roja”. En Las Guerras Secretas de Fidel Castro, esa versión la corrobora Juan Benemellis, un cubano arrepentido bastante después.
En la misma dirección de involucrar al Eme apuntan varias circunstancias del secuestro. Uno, poco antes el líder del M-19, Jaime Bateman, y Antonio Escobar habían muerto al estrellarse en la selva del Darién la avioneta en que viajaban hacia Panamá. Dos, nadie más tenía acceso a la cuenta secreta que esa guerrilla mantenía en el Tower Bank. Allí habría depositados unos veinte millones de dólares. Así, “los herederos de Bateman no tuvieron más remedio que secuestrar al presidente del banco custodio de aquel tesoro”. Tres, en Ecuador operaba Alfaro Vive Carajo, la guerrilla pupila, el meme del Eme. Cuatro, Raquel Kardonski, sobrina del banquero, había contraído matrimonio poco antes con Jaime Gilinski, empresario caleño, quien habría sido el encargado por la familia para negociar el rescate. “Al conocerse la desaparición de su recién emparentado tío político a manos de un grupo guerrillero colombiano, nadie más indicado que Jaime para intermediar en aquella transacción financiera”. Cinco, los secuestradores habrían encargado de coordinar el pago de siete millones de dólares en Suiza a Petro, recién ascendido a la dirección nacional del M-19 en el Congreso de Los Robles, a menos de 60 km de Cali, y luego capturado en Zipaquirá justo antes de la toma de Palacio. “Gustavo y Jaime se entendieron y habrán cerrado el negocio con un apretón de manos… Amigos for ever”. Se apoyarían mutuamente hasta los recientes y serios desacuerdos entre ellos motivo Gaza e Israel. Por último, este secuestro recuerda el de los hermanos Borne por Montoneros en 1975. Los apreciados instructores del M-19 supieron mezclar magistralmente subversión y negocios.
Algunos de los puntos anteriores no pasan de ser conjeturas. Fueron resumidos por Juan Restrepo, ex corresponsal de Televisión Española en Bogotá y también divulgados por Fanny Kertzman, ex directora de impuestos nacionales. A cada quien le corresponde evaluar, según sus convicciones y lecturas, la verosimilitud de un relato para el cual los datos son precarios.