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Hará falta Malcolm

Mauricio Rubio
03 de agosto de 2023 - 02:00 a. m.
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Son escasos los académicos versátiles y con un séquito de seguidores, admiradores y hasta pupilos de las más variadas disciplinas. Acaba de morir uno de ellos, el historiador inglés Malcolm Deas. En tiempos tan confusos lo echaremos de menos.

Fue la antítesis del ideólogo teórico que busca explicar todo con pocas herramientas, tratando de acomodar la realidad a sus esquemas. En la distinción destacada por Isaiah Berlin entre el zorro, que sabe muchas cosas, y el erizo, especialista en una sola gran cosa, Malcolm descollaba por la variedad de temas que manejaba con soltura pero con rigor. Nada que ver con las grandes doctrinas que plantean un sistema central y articulado sin polo a tierra. Para su disciplina, la historia latinoamericana y colombiana, siempre estimó conveniente resaltar “la singularidad de cada una de las historias nacionales de nuestra región… En Europa es superflua tal insistencia sobre sus distintos países, pero en América Latina la perezosa generalización es más común, dentro y fuera de la región. La historia republicana de Colombia es, a mis ojos, muy distinta de la historia de las demás naciones cercanas”.

Al interior de cada país destacaba la importancia de las regiones y dentro de ellas señalaba los infinitos desafíos a la uniformidad que supone, por ejemplo, la visión marxista. Consideraba fundamental focalizarse en pocos personajes e incidentes particulares no solo para diagnosticar o explicar, sino sobre todo para la política pública. Nunca olvidaré su graciosa y convincente pedagogía sobre las ventajas de desagregar problemas en lugar de acumularlos y complicarlos. En una reunión del grupo Paz Pública en la Universidad de los Andes a mediados de los 90, estábamos enfrascados en una pantanosa discusión sobre las causas de la violencia colombiana y las opciones para reducirla desde máximos históricos inaguantables. Al margen de la interminable polémica, en tono casi jocoso dijo: “Nunca he entendido bien el gusto de ustedes por sumar y mezclar problemas, que así alcanzan un tamaño y una complejidad monumentales, imposibles de solucionar. Ante cualquier embrollo, algunos preferimos tratar de desmenuzarlo, separarlo en pequeños problemitas manejables que después podremos resolver uno por uno”. Para ilustrar su punto hizo la mímica de lo fácil que resultaba recoger, con el dedo pulgar y el índice, pequeños objetos individuales frente al tremendo desafío de lidiar con una pesada mezcolanza imposible de desenredar.

En otra de esas reuniones Camilo Echandía mostró la evolución de la presencia de actores armados en el territorio nacional, sobre todo alrededor de Bogotá, con mapas georreferenciados que por aquella época se hacían con tecnología francesa. Malcolm le comentó: “Los puntos rojos que utilizas para señalar que hay peligro en ciertas zonas transmiten bien la idea de contagio, que nos angustia, como si fuera una viruela”. El comentario también estuvo respaldado con la correspondiente gesticulación.

Aunque no lo vi con la frecuencia que hubiera deseado, siempre lo encontré jovial y positivo, optimista, sin afanes y sin dejarse alterar. Una de las últimas veces que me reuní con él fue en su apartamento de los cerros orientales de Bogotá. Esa había sido por varios años la biblioteca más privilegiada del altiplano, con una panorámica de la ciudad y el cerro El Tablazo a través de un bosque de eucalipto vecino. Esta vez, gracias a los malabares de algún hábil constructor, el escenario daba grima. Los árboles habían sido talados y reemplazados por una detestable mole de edificios que taparon para siempre la imponente urbe con verde sabanero, pequeñas luces centelleantes como luciérnagas y aviones aterrizando. Le comenté que yo tendría dificultades para seguir viviendo allí. Tranquilo me contestó: “Ahora miro más hacia los cerros de atrás, que también me gustan”.

Nuestro último contacto fueron sus comentarios a una columna que escribí atónito ante el delirio antiuribista que hizo metástasis con la elección de Iván Duque como presidente. “Como sabes, las universidades no han sido sedes de tolerancia y pluralismo, tampoco de autocrítica. Y el antiuribismo es enfermizo en mucha parte, especialmente en Bogotá, donde tanta gente que opina nunca ha intentado entender el fenómeno Uribe… Y es una creencia muy colombiana que se puede hacer historia sin historiadores, que cualquier persona se hace historiador de la noche a la mañana. No es que son infalibles, claro que no lo son, pero es una disciplina que necesita aprendizaje y práctica”. Sobre el trabajo de un grupo de tales amateurs destacó que “no distinguieron entre la tarea de establecer qué pasó y la de explicar por qué pasó que sí necesita mucho más sentido del oficio. Segundo, no lograron buena comunicación con ciertos sectores, v.g., militares, empresarios, dueños de tierras”.

Sin recurrir a formulas célebres y trascendentales como “nos vemos en la historia”, que hubiesen hecho sonrojar a un zorro como Malcolm, ¿será mucho pedir que algunos de los erizos que ahora ostentan el poder lean algo de su obra?

Referencias

 

Atenas(06773)03 de agosto de 2023 - 05:08 p. m.
Mauro, por razones laborales supimos del rol de M.Deas de tiempo atrás y de su remarcado sentido pragmático como buen inglés. Y cierto es q’ supo deslindar las locuras propias de nuestro país de las demás locuras del resto de hispanos, pero todos con un denominador común: q’ muy eficiente/ echamos pa lado equivocado. Q’ el caballito de batalla, dicen los mamertos, es el salvaje capitalismo gringo, siempre lo han dicho pa no aceptar lo q’ per se es cierto: la secular incompetencia nuestra.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)03 de agosto de 2023 - 04:33 p. m.
Los que hacen mucha falta son Charles Bergquist y David Bushnell quienes fueron historiadores con una producción académica rigurosa e influyente y no narradores anecdóticos y cortesanos de coctel . Por algo, y afortunadamente, ningún presidente les dió la Cruz Boyacá ni nadie los llamó "nuestro hombre en Oxford" como describió al homenajeado, asesor del gobierno en temas militares, un exministro y exdiplomático colombiano.
bernardo(19305)03 de agosto de 2023 - 04:18 p. m.
Esperemos que al tratar de explicar el delirio antiuribista al Señor Malcolm le hayan mostrado el enorme prontuario de connotados uribistas en los estrados judiciales colombianos. Hubierase ido más tranquilo al sepulcro.
Javier(18622)03 de agosto de 2023 - 02:13 p. m.
Vale el reconocimiento, la crítica y el llamado. Saludos.
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