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                                                                                                                                  Inmigración ilegal: el oxímoron que asemejó al socialismo con la derecha

                                                                                                                                  Para uno de los principales retos de las democracias contemporáneas las políticas socialistas terminaron siendo iguales a las conservadoras.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  En 2013 el “socialismo deportador” de François Hollande devolvió a su lugar de origen a Leonarda Dibrani, de 15 años, junto con su familia gitana kosovar. La joven fue detenida frente a sus compañeros de estudio. La derecha francesa festejó el “giro antimigratorio”, mientras que a la izquierda del socialismo hubo protestas. La justificación de Hollande la hubiese podido dar Marine Le Pen: “que el inmigrante que entró clandestinamente en Francia sea expulsado tiene algo de doloroso, pero el derecho es el mismo para todos y debe aplicarse”. Para rematar, el magnánimo socialista concedió que si Leonarda “quiere seguir escolarizada en Francia, será bien acogida, pero sola”, sin su familia. La propuesta, nada progre, fue rechazada.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  La legislación francesa requería que los trabajadores portaran un papel de identidad, el livret, que hacía las veces de pasaporte. El uso de ese documento declinó pero siguió siendo un arma de los empleadores para vigilar los contratos laborales. Una práctica infame que parece persistir.

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                                                                                                                                  Así, aunque en sus inicios el internacionalismo estuvo ligado al movimiento obrero y al socialismo, en el siglo XX evolucionó para quedar más relacionado con las Naciones Unidas y las agencias multilaterales. La utopía socialista se burocratizó sacrificando el derecho de la clase obrera a “ir y venir” para trabajar.

                                                                                                                                  La práctica de esa restricción a la libertad de desplazamiento, poco humanista, se centró en el antiguo pasaporte. Lo que a mediados del s. XVIII caracterizaba este documento era la certificación de honorabilidad y “buenas costumbres” del viajero. Por eso lo expedían autoridades reales, religiosas, militares y municipales. Y lo utilizaban principalmente embajadores, nobles, aristócratas, peregrinos y algunos estudiantes. Después se amplió a una especie de certificado judicial, un salvoconducto, y fue corriente entre criminales para evitar su arresto. Así, el control de los movimientos se tornó asunto de seguridad pública, una marca derechista que perdura.

                                                                                                                                  Al final del siglo los obreros también utilizaron pasaporte por asuntos de trabajo, pero el carácter elitista del documento se mantuvo. Entre quienes llegaban en barco a Gran Bretaña “viajeros bien vestidos y que hablaban un elegante inglés no tenían problemas para pasar los controles, pero trabajadores italianos o alemanes que vivían en Londres desde hacía años debían presentar otros documentos que acreditaran su derecho a entrar”.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Con los años, al extenderse el pasaporte a cualquier ciudadano, los filtros, siempre elitistas y nada igualitarios, se centraron en las visas, nueva variante del certificado de conducta. Nadie se queja por las visas VIP para ejecutivos o funcionarios que ni siquiera tienen que tramitarlas: alguien subordinado lo hace. Mientras, el vía crucis para los marginados aumenta y el socialismo europeo solicita a países africanos que simulen dictaduras y dificulten la emigración para ordenarla y adaptarla a las necesidades del gran capital, como siempre soñó la derecha.

                                                                                                                                  Ver más…

                                                                                                                                  Para uno de los principales retos de las democracias contemporáneas las políticas socialistas terminaron siendo iguales a las conservadoras.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  En 2013 el “socialismo deportador” de François Hollande devolvió a su lugar de origen a Leonarda Dibrani, de 15 años, junto con su familia gitana kosovar. La joven fue detenida frente a sus compañeros de estudio. La derecha francesa festejó el “giro antimigratorio”, mientras que a la izquierda del socialismo hubo protestas. La justificación de Hollande la hubiese podido dar Marine Le Pen: “que el inmigrante que entró clandestinamente en Francia sea expulsado tiene algo de doloroso, pero el derecho es el mismo para todos y debe aplicarse”. Para rematar, el magnánimo socialista concedió que si Leonarda “quiere seguir escolarizada en Francia, será bien acogida, pero sola”, sin su familia. La propuesta, nada progre, fue rechazada.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  La legislación francesa requería que los trabajadores portaran un papel de identidad, el livret, que hacía las veces de pasaporte. El uso de ese documento declinó pero siguió siendo un arma de los empleadores para vigilar los contratos laborales. Una práctica infame que parece persistir.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Así, aunque en sus inicios el internacionalismo estuvo ligado al movimiento obrero y al socialismo, en el siglo XX evolucionó para quedar más relacionado con las Naciones Unidas y las agencias multilaterales. La utopía socialista se burocratizó sacrificando el derecho de la clase obrera a “ir y venir” para trabajar.

                                                                                                                                  La práctica de esa restricción a la libertad de desplazamiento, poco humanista, se centró en el antiguo pasaporte. Lo que a mediados del s. XVIII caracterizaba este documento era la certificación de honorabilidad y “buenas costumbres” del viajero. Por eso lo expedían autoridades reales, religiosas, militares y municipales. Y lo utilizaban principalmente embajadores, nobles, aristócratas, peregrinos y algunos estudiantes. Después se amplió a una especie de certificado judicial, un salvoconducto, y fue corriente entre criminales para evitar su arresto. Así, el control de los movimientos se tornó asunto de seguridad pública, una marca derechista que perdura.

                                                                                                                                  Al final del siglo los obreros también utilizaron pasaporte por asuntos de trabajo, pero el carácter elitista del documento se mantuvo. Entre quienes llegaban en barco a Gran Bretaña “viajeros bien vestidos y que hablaban un elegante inglés no tenían problemas para pasar los controles, pero trabajadores italianos o alemanes que vivían en Londres desde hacía años debían presentar otros documentos que acreditaran su derecho a entrar”.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Con los años, al extenderse el pasaporte a cualquier ciudadano, los filtros, siempre elitistas y nada igualitarios, se centraron en las visas, nueva variante del certificado de conducta. Nadie se queja por las visas VIP para ejecutivos o funcionarios que ni siquiera tienen que tramitarlas: alguien subordinado lo hace. Mientras, el vía crucis para los marginados aumenta y el socialismo europeo solicita a países africanos que simulen dictaduras y dificulten la emigración para ordenarla y adaptarla a las necesidades del gran capital, como siempre soñó la derecha.

                                                                                                                                  Ver más…

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