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                                                                                                                                La Bella Otero: seducción y poder

                                                                                                                                Un ejemplo paradigmático del ilimitado alcance de la seducción es extremo, arbitrario e irrepetible. Pero no deja de ser ilustrativo. El personaje, símbolo de la Belle Époque, se llamó Agustina, luego Carolina, pero se inmortalizó como la Bella Otero sin ser particularmente hermosa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ernest Jurgens, un nativo de Chicago y empresario del espectáculo en Nueva York, tenía 36 años, estaba casado y con tres hijos cuando quedó cautivado por Carolina. En la Petite Poupée, salió al escenario la mujer más deseable que había visto y que cambiaría su vida. Esa misma noche ya estaba en su cama. Aunque la Otero diría después que fue gracias a sus dotes para el baile que conquistó a Jurgens, lo que realmente impresionó al empresario, con olfato y experiencia, fue la manera como, a pesar de su desempeño mediocre en el escenario, lograba tal impacto en los hombres que la observaban. Desde que la vio cayó locamente enamorado. Carolina tenía, en dosis descomunales, verdadero sex appeal.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ver más…

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ernest Jurgens, un nativo de Chicago y empresario del espectáculo en Nueva York, tenía 36 años, estaba casado y con tres hijos cuando quedó cautivado por Carolina. En la Petite Poupée, salió al escenario la mujer más deseable que había visto y que cambiaría su vida. Esa misma noche ya estaba en su cama. Aunque la Otero diría después que fue gracias a sus dotes para el baile que conquistó a Jurgens, lo que realmente impresionó al empresario, con olfato y experiencia, fue la manera como, a pesar de su desempeño mediocre en el escenario, lograba tal impacto en los hombres que la observaban. Desde que la vio cayó locamente enamorado. Carolina tenía, en dosis descomunales, verdadero sex appeal.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ver más…

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