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                                                                                                                                La Bella Otero: seducción y poder (II)

                                                                                                                                Después de su romance con la Bella Otero, William Vanderbilt, su último millonario norteamericano, se fue con otras cocottes a París mientras ella dio el salto a la realeza europea. El primer noble en caer fue Alberto de Mónaco, quien le montó apartamento en París para aliviar su impotencia. Lo reemplazó Nicolás de Montenegro sin lograr exclusividad pues tuvo que compartirla con Leopoldo II. Después vinieron el shah de Persia y el zar Nicolás II. Ya cuarentona, la Bella volvió a España para desflorar a Alfonso XIII, de apenas 19 años, quien nunca la olvidó y la hizo su amante oficial años después. Guillermo II de Prusia, káiser alemán, fue duro al principio pero aprendió a ser dócil y generoso.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Su poder no era sólo extractivo. A sus enamorados los mantenía a raya. En una ocasión se salió del teatro porque su acompañante miró a otra mujer. “Cuando se tiene el honor de estar con la Bella Otero —le explicó—, nadie más existe”. La escena de su cumpleaños número 30, celebrado por cinco monarcas, muestra que logró controlar en sus amantes el instinto masculino más tenaz y violento, los celos. Volvió añicos esa manía varonil de pretender posesión exclusiva de la mujer amada. Ahí estuvieron reunidos varios machos alfa rivales, mansitos, casi como hermanos, tal vez cantándole en coro el Happy birthday. No eran adolescentes inexpertos: algunos de ellos fueron legendarios tiranos, crueles y arbitrarios. A Leopoldo II de Bélgica, que asistió a la cumbre, se le considera responsable de la muerte de varios millones de congoleños. Si en esa mujer no hubo capacidad no sólo de extraer riqueza sino de acumular poder real, efectivo, aplastante, difícil entender qué es o cómo se logra eso. “No nací para ser domesticada”, repetía. En alguna ocasión le dijo a su amiga y protegida Colette que “un hombre se posee no en el momento en el que se le abren las piernas sino cuando se le tuerce la muñeca”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                ¿Cuál era su secreto? Muchos que la vieron, aun de lejos, la recordaron toda la vida. Para los periodistas que la entrevistaron, o los artistas que hicieron su retrato, o los magnates que dilapidaron capitales por tenerla en la cama, la respuesta es simple, pero todavía misteriosa. Maurice Chevalier habría dicho: “Escriba SEXO con mayúsculas cuando hable de la Otero. Eso emanaba de ella. Me gustaría haberla conocido mejor. Fue la mujer más peligrosa de su tiempo”.

                                                                                                                                Con sus congéneres fue solidaria. Patrocinó a varias, incluyendo a Colette y a una colega que entrenó y casó con un lord. Percibía que sus habilidades empoderaban a las mujeres. Al final, le faltó prudencia financiera y la arruinó su debilidad por el juego. Su deficiente educación le pasó factura. Una amistad con una mujer preparada le hubiera permitido a la Bella Otero evitar la quiebra y, tal vez, emprender programas a favor de las mujeres, como han hecho en la historia varias cortesanas. Alguna vez advirtió que si ganaba el jackpot en Montecarlo financiaría una academia de prostitutas. “Habría una gran variedad de cursos, las posibilidades son infinitas”. Aun arruinada, seguía visitando el casino. Cuando le exigían pagar la cuenta acumulada, lograba que algún levante pasajero la saldara.

                                                                                                                                De haber nacido un siglo más tarde, tal vez Agustina Otero no hubiese podido llegar más allá de algún refugio para redimir víctimas de la explotación sexual. O sea, de la que fue su verdadera, fructífera y magistral vocación con los hombres más poderosos: manipularlos, someterlos y abandonarlos.

                                                                                                                                Ver más…

                                                                                                                                Después de su romance con la Bella Otero, William Vanderbilt, su último millonario norteamericano, se fue con otras cocottes a París mientras ella dio el salto a la realeza europea. El primer noble en caer fue Alberto de Mónaco, quien le montó apartamento en París para aliviar su impotencia. Lo reemplazó Nicolás de Montenegro sin lograr exclusividad pues tuvo que compartirla con Leopoldo II. Después vinieron el shah de Persia y el zar Nicolás II. Ya cuarentona, la Bella volvió a España para desflorar a Alfonso XIII, de apenas 19 años, quien nunca la olvidó y la hizo su amante oficial años después. Guillermo II de Prusia, káiser alemán, fue duro al principio pero aprendió a ser dócil y generoso.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Su poder no era sólo extractivo. A sus enamorados los mantenía a raya. En una ocasión se salió del teatro porque su acompañante miró a otra mujer. “Cuando se tiene el honor de estar con la Bella Otero —le explicó—, nadie más existe”. La escena de su cumpleaños número 30, celebrado por cinco monarcas, muestra que logró controlar en sus amantes el instinto masculino más tenaz y violento, los celos. Volvió añicos esa manía varonil de pretender posesión exclusiva de la mujer amada. Ahí estuvieron reunidos varios machos alfa rivales, mansitos, casi como hermanos, tal vez cantándole en coro el Happy birthday. No eran adolescentes inexpertos: algunos de ellos fueron legendarios tiranos, crueles y arbitrarios. A Leopoldo II de Bélgica, que asistió a la cumbre, se le considera responsable de la muerte de varios millones de congoleños. Si en esa mujer no hubo capacidad no sólo de extraer riqueza sino de acumular poder real, efectivo, aplastante, difícil entender qué es o cómo se logra eso. “No nací para ser domesticada”, repetía. En alguna ocasión le dijo a su amiga y protegida Colette que “un hombre se posee no en el momento en el que se le abren las piernas sino cuando se le tuerce la muñeca”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                ¿Cuál era su secreto? Muchos que la vieron, aun de lejos, la recordaron toda la vida. Para los periodistas que la entrevistaron, o los artistas que hicieron su retrato, o los magnates que dilapidaron capitales por tenerla en la cama, la respuesta es simple, pero todavía misteriosa. Maurice Chevalier habría dicho: “Escriba SEXO con mayúsculas cuando hable de la Otero. Eso emanaba de ella. Me gustaría haberla conocido mejor. Fue la mujer más peligrosa de su tiempo”.

                                                                                                                                Con sus congéneres fue solidaria. Patrocinó a varias, incluyendo a Colette y a una colega que entrenó y casó con un lord. Percibía que sus habilidades empoderaban a las mujeres. Al final, le faltó prudencia financiera y la arruinó su debilidad por el juego. Su deficiente educación le pasó factura. Una amistad con una mujer preparada le hubiera permitido a la Bella Otero evitar la quiebra y, tal vez, emprender programas a favor de las mujeres, como han hecho en la historia varias cortesanas. Alguna vez advirtió que si ganaba el jackpot en Montecarlo financiaría una academia de prostitutas. “Habría una gran variedad de cursos, las posibilidades son infinitas”. Aun arruinada, seguía visitando el casino. Cuando le exigían pagar la cuenta acumulada, lograba que algún levante pasajero la saldara.

                                                                                                                                De haber nacido un siglo más tarde, tal vez Agustina Otero no hubiese podido llegar más allá de algún refugio para redimir víctimas de la explotación sexual. O sea, de la que fue su verdadera, fructífera y magistral vocación con los hombres más poderosos: manipularlos, someterlos y abandonarlos.

                                                                                                                                Ver más…

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