La indignante imputación por la JEP a seis ex comandantes de las FARC
Fuera de confirmar que no pisarán una cárcel, entre las injusticias de la imputación a la cúpula fariana por reclutamiento y abuso sexual de menores está el mutismo alrededor de algunas mujeres.
Las cercanas a los victimarios, como Sandra Ramírez y, sobre todo, Victoria Sandino, tenían posición privilegiada y bastante poder en la guerrilla. Al igual que los imputados, pudieron actuar contra los crímenes y no lo hicieron. Después, reinsertadas, con curul en el Congreso, han tratado de callarlos. En el otro extremo, víctimas asociadas a la Corporación Rosa Blanca, alegan no haber sido oídas por la JEP y seguir amenazadas.
El CNMH recopiló 19 testimonios de este colectivo. Catalina fue reclutada después de una “capacitación” para menores sobre el socialismo. Pensó que volvería a su casa pero Alexis la llamó, se encaprichó y le anunció que se llamaría Leidy. Tenía 45 años, ella 10 y nunca más volvió “a mirar a mi mamá”. La violó diciéndole que ya era mujercita. “Me pegaba, me mordía, me amarraba en las noches, me ponía a cargar leña y cuando me veía hablando con alguien también me castigaba”. A los 13 años quedó embarazada y la obligaron a abortar. Él prefería no dejarla planificar porque había muchos jóvenes por ahí. Tras cinco embarazos, el último lo escondió. El hijo nació donde unos campesinos y cuando fueron a quitárselo “pedí ayuda en el batallón y me desmovilicé”.
Otra Rosa Blanca, Lorena Murcia, fue noticia por su enfrentamiento judicial con Sandra Ramírez, compañera de Tirofijo en la guerrilla y luego senadora. La denunció penalmente para que dejara de hablar sobre crímenes en la guerrilla. Reclutada a los 17 años, Ramírez tuvo claro ascendiente sobre el máximo líder guerrillero al que ayudó a superar actitudes machistas. “Fue una tarea dura que nos dimos. No solamente fui yo. Lo hicimos un colectivo de mujeres que anduvimos muy cerca de él”. Marulanda empezó a verla no solo como compañera “sino como mujer que podía contradecirlo, que tenía mis propias opiniones, que peleaba no solo por mi espacio sino por el de las mujeres dentro de la guerrilla… los resultados se fueron dando y viendo”. No la conmovieron las infames afrentas que sufrían las subordinadas de su consorte.
La influencia de Victoria Sandino sobre la cúpula fariana es más nítida. Aplazó su ingreso para estudiar en universidad privada. Entró a la guerrilla a los 26 años después de militar en la JUCO y la UP. Cuando llegó a la unidad Teófilo, El Paisa, uno de los imputados, dijo: “a esta mujer no la puedo dejar aquí. Es periodista”. La mandaron con Raúl Reyes, del secretariado, a trabajar en comunicaciones y “en el tema de la formación de muchas mujeres”. Con Olga Marín, fotógrafa y compañera del canciller, instruyeron “a muchas mujeres… motivarlas más, había que pelear, había que salir adelante”. Hace énfasis en su vocación política: “fui sindicalista, dirigente juvenil, lideresa con las mujeres, me organicé con ellas”. En el Páramo del Sumapaz, “iba a reuniones con Marulanda, con Alfonso Cano”. Organizaba talleres y charlas: “hablábamos temas sobre el papel de las mujeres en la insurgencia… era lo más revolucionario que estábamos haciendo, hablar de ser iguales”. No cabe ninguna duda que tuvo gran poder en la guerrilla. Según una de las víctimas ante la JEP “si uno mira el Estado Mayor Central, no fueron muchas las mujeres que lograron escalafonar hasta allá, está VICTORIA SANDINO”.
La lideresa se considera afortunada: siempre estuvo en unidades del secretariado donde la discusión contra el machismo era profunda. “Entonces por norma, por norma, no se permitía que nadie lavara la vajilla de nadie, fuera pareja o no fuera pareja. Por norma no se permitía que nadie le lavara la ropa a nadie, sino que cada quien lavaba lo suyo”. Trasladó a la guerrilla una parte del discurso aprendido en la universidad y la militancia urbana. Ignoró las conductas graves como reclutamiento forzado, violaciones, tortura y esclavitud sexual. Pero al reinsertarse fue bien acogida por el establecimiento feminista.
Ante la JEP, tras argumentar que para las niñas y jóvenes campesinas la vida guerrillera era tan dura como con sus familias, Sandino y sus compañeras señalaron, con enorme cinismo, “vivencias intrafilas distintas a las relatadas por las víctimas acreditadas”; cercanas a la comandancia, ellas sí “tuvieron la posibilidad de decidir cuestiones sobre su vida sexual y reproductiva”.
En varios testimonios del CNMH aparecen encuentros con Victoria Sandino que confirman su posición y papel ante las víctimas. Juanita llevaba 20 días amarrada por oponerse a un aborto cuando la comandante le advirtió que no jugara con la revolución, “que yo no era nadie para tener un hijo”.
Fuera de confirmar que no pisarán una cárcel, entre las injusticias de la imputación a la cúpula fariana por reclutamiento y abuso sexual de menores está el mutismo alrededor de algunas mujeres.
Las cercanas a los victimarios, como Sandra Ramírez y, sobre todo, Victoria Sandino, tenían posición privilegiada y bastante poder en la guerrilla. Al igual que los imputados, pudieron actuar contra los crímenes y no lo hicieron. Después, reinsertadas, con curul en el Congreso, han tratado de callarlos. En el otro extremo, víctimas asociadas a la Corporación Rosa Blanca, alegan no haber sido oídas por la JEP y seguir amenazadas.
El CNMH recopiló 19 testimonios de este colectivo. Catalina fue reclutada después de una “capacitación” para menores sobre el socialismo. Pensó que volvería a su casa pero Alexis la llamó, se encaprichó y le anunció que se llamaría Leidy. Tenía 45 años, ella 10 y nunca más volvió “a mirar a mi mamá”. La violó diciéndole que ya era mujercita. “Me pegaba, me mordía, me amarraba en las noches, me ponía a cargar leña y cuando me veía hablando con alguien también me castigaba”. A los 13 años quedó embarazada y la obligaron a abortar. Él prefería no dejarla planificar porque había muchos jóvenes por ahí. Tras cinco embarazos, el último lo escondió. El hijo nació donde unos campesinos y cuando fueron a quitárselo “pedí ayuda en el batallón y me desmovilicé”.
Otra Rosa Blanca, Lorena Murcia, fue noticia por su enfrentamiento judicial con Sandra Ramírez, compañera de Tirofijo en la guerrilla y luego senadora. La denunció penalmente para que dejara de hablar sobre crímenes en la guerrilla. Reclutada a los 17 años, Ramírez tuvo claro ascendiente sobre el máximo líder guerrillero al que ayudó a superar actitudes machistas. “Fue una tarea dura que nos dimos. No solamente fui yo. Lo hicimos un colectivo de mujeres que anduvimos muy cerca de él”. Marulanda empezó a verla no solo como compañera “sino como mujer que podía contradecirlo, que tenía mis propias opiniones, que peleaba no solo por mi espacio sino por el de las mujeres dentro de la guerrilla… los resultados se fueron dando y viendo”. No la conmovieron las infames afrentas que sufrían las subordinadas de su consorte.
La influencia de Victoria Sandino sobre la cúpula fariana es más nítida. Aplazó su ingreso para estudiar en universidad privada. Entró a la guerrilla a los 26 años después de militar en la JUCO y la UP. Cuando llegó a la unidad Teófilo, El Paisa, uno de los imputados, dijo: “a esta mujer no la puedo dejar aquí. Es periodista”. La mandaron con Raúl Reyes, del secretariado, a trabajar en comunicaciones y “en el tema de la formación de muchas mujeres”. Con Olga Marín, fotógrafa y compañera del canciller, instruyeron “a muchas mujeres… motivarlas más, había que pelear, había que salir adelante”. Hace énfasis en su vocación política: “fui sindicalista, dirigente juvenil, lideresa con las mujeres, me organicé con ellas”. En el Páramo del Sumapaz, “iba a reuniones con Marulanda, con Alfonso Cano”. Organizaba talleres y charlas: “hablábamos temas sobre el papel de las mujeres en la insurgencia… era lo más revolucionario que estábamos haciendo, hablar de ser iguales”. No cabe ninguna duda que tuvo gran poder en la guerrilla. Según una de las víctimas ante la JEP “si uno mira el Estado Mayor Central, no fueron muchas las mujeres que lograron escalafonar hasta allá, está VICTORIA SANDINO”.
La lideresa se considera afortunada: siempre estuvo en unidades del secretariado donde la discusión contra el machismo era profunda. “Entonces por norma, por norma, no se permitía que nadie lavara la vajilla de nadie, fuera pareja o no fuera pareja. Por norma no se permitía que nadie le lavara la ropa a nadie, sino que cada quien lavaba lo suyo”. Trasladó a la guerrilla una parte del discurso aprendido en la universidad y la militancia urbana. Ignoró las conductas graves como reclutamiento forzado, violaciones, tortura y esclavitud sexual. Pero al reinsertarse fue bien acogida por el establecimiento feminista.
Ante la JEP, tras argumentar que para las niñas y jóvenes campesinas la vida guerrillera era tan dura como con sus familias, Sandino y sus compañeras señalaron, con enorme cinismo, “vivencias intrafilas distintas a las relatadas por las víctimas acreditadas”; cercanas a la comandancia, ellas sí “tuvieron la posibilidad de decidir cuestiones sobre su vida sexual y reproductiva”.
En varios testimonios del CNMH aparecen encuentros con Victoria Sandino que confirman su posición y papel ante las víctimas. Juanita llevaba 20 días amarrada por oponerse a un aborto cuando la comandante le advirtió que no jugara con la revolución, “que yo no era nadie para tener un hijo”.