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Ignorar la propia ignorancia es un mal que crecientemente aqueja al mundo y alcanza nuevos límites con el petrismo, el sanchismo, el chavismo, el mileismo, el trumpismo, etc… A veces de manera pendular.
En febrero pasado, al concederle la Cruz de Boyacá al Liceo Francés, Gustavo Petro afirmó que la especie humana debería “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo… Los latinoamericanos (son) capaces de irradiar la humanidad… (cuya) misión es el universo… Nos lo impide estarnos matando entre nosotros… Somos etnia cósmica”.
Más aterrizado, en la Asamblea de la ONU el mismo Petro afirmó que “el proyecto democrático de la humanidad está muriendo con la vida, mientras los racistas, los supremacistas, los que creen que los arios son la raza superior, se aprestan a dominar el mundo escribiendo el terror de las bombas sobre los pueblos…. Están matando el pueblo elegido de Dios… Hay una razón para este Armagedón… La lógica de la desigualdad social… la mayor de nuestra historia como especie”.
Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno español, intentó resumir la, según ella, oportuna y acertada gestión de la DANA por el ejecutivo de Pedro Sánchez. A pesar de estar leyendo su intervención, anotó que “son días muy difíciles. Desde el primer minuto de la pandemia estamos trabajando para avanzar al servicio del pueblo valenciano”.
La polémica ley del “solo sí es sí” condujo a 121 excarcelaciones y 1.200 rebajas de penas para condenados por delitos sexuales. Recién aprobada, Irene Montero, entonces ministra de Igualdad con formación en psicología, afirmó que “hay jueces que no están cumpliendo con la ley por machismo”. Propuso contrarrestar esa tara con “formación obligatoria” en la rama judicial. “Vamos a mejorar cada vez más la capacidad de las instituciones”.
Ejemplos de incompetencia insolente, delirante, se encuentran también a la derecha, en muchos países. El efecto Dunning-Kruger (D-K), propuesto por el psicólogo social David Dunning, caracteriza a “las personas con mal desempeño en ámbitos sociales e intelectuales que parecen no ser conscientes de lo deficiente que es su experiencia. Esos déficits les dejan una doble carga: no sólo su conocimiento incompleto y erróneo los lleva a cometer errores, sino que esos mismos déficits les impiden reconocer cuándo actúan equivocadamente”.
En distintos campos se sabe que los humanos, más terrenales que cósmicos, tenemos dificultades para auto evaluarnos. Sobre estimamos habilidades y minimizamos limitaciones. Cerca del 90 % de los conductores en EE. UU. creen ser más duchos que el promedio. Además, quienes muestran menor destreza en un campo son más propensos a sobrevalorar sus capacidades. La disciplina económica plantea que la ignorancia puede ser racional: ganar habilidad no siempre trae beneficios tangibles, entonces no siempre vale la pena buscarla. Dunning discrepa de esta visión. En su lugar, propone que la ignorancia es prevalente en la vida cotidiana pero invisible para quienes la sufren.
Se han encontrado personas que manifiestan haber vivido situaciones y eventos o tener conocimiento sobre documentos e incluso leyes inexistentes, ficticias. “El problema del mentiroso es que acaba creyendo sus propias historias, hasta el punto de que ya no puede distinguir entre la verdad y la ficción. Por eso, resulta tan convincente”.
Muchos experimentos se han hecho en el ámbito médico, comparando las apreciaciones de desempeño de quienes se educan con las de quienes los forman y evalúan. En ese campo, basado en la ciencia, el desfase puede superarse. En asuntos sociales, la situación se complica por las dificultades de medición y por la ignorancia camuflada: el líder no tan ignorante que manipula la verdad para poner a prueba la lealtad de quienes creen ciegamente lo que diga. Recurre a mitos, leyendas, prejuicios y charlatanería sumándole una actitud pendenciera y agresiva contra quienes no comparten su narrativa y considera enemigos. Tal escenario es común cuando la ideología y el cálculo político reemplazan el conocimiento riguroso, basado en la evidencia, la técnica o la ciencia. Así está ocurriendo en España en partidos políticos de varios colores. Ahora se destaca el PSOE -que alguna vez fue humanista, dialogante, racional y menos corrupto- con un total desapego a la verdad, que su líder volvió absolutamente maleable.
Los activismos y fanatismos han sido entornos fértiles para la propagación de esta epidemia surrealista. Ni hablar del legado de la insurgencia romántica y armada. Basta el vínculo emocional con un líder, a veces antiguo comandante, que machaque consignas simples pero contundentes sobre un largo inventario de asuntos. Quienes lo siguen en rebaño dictarán cátedra sobre la lista completa. La conciencia WOKE es un buen ejemplo. La paradoja es que, para combatirla, los norteamericanos acaban de elegir un político que escupe mentiras y disparates sin titubear. Nace una MAGA que en un cuatrienio hará resurgir de nuevo el wokismo. Y así sucesivamente.