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Hace unas décadas, el lugar más imprevisible del mundo para que surgiera alguien que revolucionara la sexualidad era Polonia. Eso logró Michalina Wisłocka, una médica feminista cuyo conocimiento, audacia y sentido común mantienen relevancia.
“En el lejano oriente el sexo se considera una forma de arte. El sexo complementa el amor… ¿Hay algo más hermoso que el éxtasis del ser amado?”. Con estas frases de cajón, un incansable y romántico viajero, que sería su segundo y gran amor, empezó a seducirla alrededor de una fogata en un campamento de verano donde ella, ya reconocida, había sido invitada para dar charlas y atender pacientes como sexóloga. También fue en aquella ocasión cuando, según la película que se hizo sobre ella, empezó a trabajar en su libro más famoso y leído, “El Arte de Amar” que, publicado en 1976, terminaría vendiendo más de siete millones de ejemplares con 13 reediciones.
Nacida en 1921, Michalina se doctoró en ciencias médicas a mitad de siglo especializándose en infertilidad y anticoncepción, un terreno totalmente vetado por la influyente Iglesia católica de su país. Las historias de sus pacientes fueron la materia prima de su obra, un “manual” con una lista de posiciones y métodos para la plena satisfacción sexual. “Porno suave para que las parejas casadas dejen de pelearse. Se venderá, pues el Ministerio de Relaciones Interiores estará satisfecho de que la gente tenga sexo en lugar de gritarse” aseguraba uno de los pocos funcionarios de la burocracia cultural que apoyó la obra.
Divulgado inicialmente por entregas en una revista femenina, sólo tomaría forma de libro cuando la autora se enteró de la muerte de su amante por la esposa, también amiga de ella, quien le acababa de confesar que conocía las infidelidades de él pero no le importaban. “Haga lo que haga, sólo me quiere a mí”.
No era su primer amor compartido. Junto a su esposo, el biólogo Stanislaw Wislocki, Mishka mantuvo un complejísimo triángulo amoroso con Wanda, una amiga de juventud que terminaría embarazada y dando a luz un par de mellizos que por varios años hicieron pasar como hijos del matrimonio. Finalmente, la supuesta tía se aburrió de la trieja y decidió irse con uno de ellos para rehacer su vida y buscar pareja exclusiva.
La actitud hacia la sexualidad durante el período comunista fue ambivalente con el doble rasero que caracterizaba a la sociedad polaca de la época. Había separación formal de Iglesia y Estado pero ambas instituciones mostraban “una dinámica cooperativa de interdependencias antagónicas”. La fortaleza de la Iglesia provenía de su influencia secular sobre la educación. Así se había convertido en el “guardián de la identidad polaca, la cultura y los valores morales cristianos tradicionales”. No menos importante era su papel con los sacramentos, obras de caridad y custodia de registros que le daban gran autoridad moral. Para la caída del bloque socialista el clero era un actor político determinante.
La vida y la obra de Michalina Wisłocka reflejan las dificultades y contradicciones entre la visión socialista de la vida familiar y el matrimonio secular moderno. Están también presentes las contradicciones entre los asuntos de pareja tradicionales -no solo bajo la perspectiva católica- y los roles de género. En la práctica, la fusión de la ideología comunista y la tradición católica resultó peculiar y desafiante tanto para el desarrollo de una educación sexual integral como para el ejercicio de la medicina. Es curioso, por ejemplo, que la investigación sexológica sobre el transexualismo se desarrollara independientemente de las ideologías dominantes. Ya en los años setenta se llevaban a cabo cirugías de reasignación de sexo financiadas por el Estado.
La primera biografía de Michalina, escrita por Violetta Ozminkowski, se publicó en 2014 con un título provocador: “El Arte de Amar de una Mujer Escandalosa”. La película está basada en esa obra y tuvo éxito inmediato. Junto con la reedición de 2016 del trabajo original fue muy discutida en la prensa en el contexto de la llamada “escuela polaca de sexología”. Varios especialistas consideraron que el trabajo de Wislocka era aún válido y vigente. Esta opinión ha sido criticada por quienes se creen más de vanguardia alegando que el libro está “considerablemente desactualizado, promueve los roles de género convencionales y debería ser tratado simplemente como un documento de la época en la que fue escrito”.
La impresión que deja la película es la de una sexóloga dedicada con pasión a sus pacientes, obsesionada por resolver sus problemas concretos y poco preocupada por cambiar el mundo con doctrinas. Una de sus escasas inquietudes generales fue inculcar en las mujeres la preocupación por el sexo placentero, concentrándose en la mecánica para alcanzar el orgasmo, incluso guiando a su pareja. Algo similar hicieron las feministas hace unas cuatro décadas antes de perder terreno ante el enfoque de género asexuado.
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