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La sorpresiva salida de Iñigo Errejón, diputado y portavoz de Sumar, agrupación española de partidos de izquierda radical, puso el foco sobre el feminismo militante que silenció sus agravios.
Quedaron al descubierto varios machos progres, locuaces feministas, que predican y legislan para los demás pero se sienten inmunes a cualquier norma legal o ética. El comunicado de Errejón sobre la decisión de dejar su cargo, su curul en el Congreso y la actividad política es un galimatías vergonzoso que evidencia su falta de ética, compasión y decencia. No pide perdón a sus víctimas. Tampoco asume la responsabilidad por acciones que hicieron daño a colegas que lo admiraban por su retórica feminista. “El ruido que ha hecho al caer ha sido brutal porque se desplomó de las alturas de la soberbia intelectual y de la superioridad moral” anota Carlos Granés. El agresor declara que “el ritmo y el modo de vida en la primera línea política ha desgastado mi salud física, mi salud mental y mi estructura emocional”. Así, culpa a la política por sus conductas que se “emancipan de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros”; termina señalando una “subjetividad tóxica que en los hombres el patriarcado multiplica” para llevarlo “al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”. Él sigue siendo inmaculado. El que apesta “es el personaje mundano, el que se contaminó de neoliberalismo y patriarcado”, ilustra Granés.
Difícil imaginar que semejante vía crucis y los estragos que llevaron al acoso de compañeras y subordinadas pasaran desapercibidos en el ambiente político y mediático español, proclives a rumores y chismografía. Ahora está claro que se sabía, pero se callaba. El primer caso público sobre Errejón acosador fue en Julio de 2023: una joven trinó que “a mí me metió mano en un bar” durante un concierto feminista. La responsable de igualdad de Más Madrid, partido fundado por él, la disuadió de poner una denuncia. Tras el escándalo, Tania Sánchez, ex diputada por ese mismo grupo admitió que “no le quisimos dar importancia. Nos valía la pena. Errejón era un gran valor político”. Esther Palomera y Ana Pardo de Vera, periodistas “de evidente corte progresista”, reconocieron en TVE que “callaron ante las monstruosidades machistas de Errejón… Se sabía desde hace años en el Congreso y en todos los grupos parlamentarios”.
La tapadera de acosos y abusos de políticos españoles lleva años. Elisa Abril, ex secretaria de Juventudes Socialistas de Valladolid recuerda haber sido acosada en 2015-2016 por un concejal del PSOE. Pedro Sánchez no hizo nada para apoyarla y “el partido me pidió ‘amablemente’ retirar la denuncia”. El victimario acabó condenado en 2018.
Criticar machistas de izquierda y a sus colaboradores o seguidores por encubrirlos no implica desconocer lo que ocurre a la derecha. Nevenka Fernández, primera española en ganar un juicio por acoso sexual contra un político, demostró que en el PP el machismo abusivo ha sido parte del paisaje en la burocracia municipal. También sería común el reflejo de mirar para otro lado: lo hacen subalternos, empresarios locales y hasta el electorado beneficiado por el manejo discrecional del presupuesto. Al denunciar a su jefe, la joven concejala del ayuntamiento de Ponferrada “tuvo que enfrentarse no solo a su acosador, sino también a la opinión pública y a una comunidad que, en gran parte, respaldaba al alcalde”. Sobre este caso, definitivo para que muchas españolas denunciaran el acoso laboral y sexual, la directora Icíar Bollaín realizó una excelente película. También está disponible, en Netflix, un documental, bastante menos logrado.
Una peculiaridad que irrita de los izquierdistas acosadores como Errejón es que le sumen al daño causado la prédica obsesiva y minuciosa, digna de cura pueblerino, sobre cómo debe comportarse la feligresía. Es esa verborrea vacua e incoherente con su comportamiento la que los hace particularmente nocivos y dañinos. “Si hoy la política española crea subjetividades tóxicas, en gran medida se debe a Errejón” sentencia Granés.
“Solo sí es sí. Parece mentira que me esté pasando esto contigo” le dijo a su amigo Elisa Mouliaá en la denuncia que desató el escándalo. Sindy Takanashi popular influencer de contenidos feministas, sexualmente abusada siendo menor, anota que estos machos “son muy peligrosos: como se supone que son los buenos, a las mujeres nos cuesta reconocernos como víctimas cuando estamos al lado de un hombre que recibe continuamente validación de las feministas… Yo casi prefiero la misoginia de frente que gentuza como esta”.
En la línea de Errejón, que pregonaba “una discusión madura sobre masculinidad y sobre formación sexo afectiva”, la contundente respuesta de Sumar a su traspiés misógino ha sido anunciar “un curso contra los machismos”. ¿Esperarán que solo la extrema derecha punitiva apoye las denuncias y pida castigo?