En un país ideológicamente dividido y enfrentado, un incidente puede tener interpretaciones antagónicas. Transcribo libremente dos versiones curiosas del mismo percance.
ORIGINAL. Iba a salir de un parqueadero en Bogotá a las 8 p.m. Debía pagar 3.000 pesos, pero había dejado la billetera y no los tenía. Ahí me conocen y así les dije al joven y al vigilante. Mañana mismo les pagaría. Se negaron. Les supliqué. Debían tener unos 24 años. Les repetí que no tenía nada, ni para un bus. Tenía que irme a pie y caminar 40 cuadras, y era peligroso a esta hora. “No, veci, qué pena… es que usted lo que quiere es que uno le regale plata y así no se puede”, dijo el más machito.
Les juré que pagaría al día siguiente. No fue posible. Repetían: “es que nosotros no tenemos la culpa de que usted haya dejado la billetera”. Finalmente dije que me impresionaba su absoluta falta de caridad y de razón. Me fui y conseguí los 3.000 pesos fuera del parqueadero.
Esta es, también, la juventud colombiana, en la que tienen tanta fe. De izquierda o de derecha, del paro o de los otros. Pobres o ricos: igual de podridos. Eso es lo que hay en este país y por eso aquí no existe comunidad. Esto dejó de ser una sociedad. Sé que no son todos. Pero este es el talante general; esta indiferencia con respecto al otro. Esta descomposición.
Apuesto a que si yo hubiera sido una mujer en una camioneta costosa, de traqueta, o un tipo con pinta de peligroso, con mucho gusto y venias habrían abierto la puerta. Pero una mujer, de noche, a cuarenta cuadras de su casa, tenía que salir caminando y sin un peso.
Y así con todo el mundo. Este es un país sin vínculos. Y sin futuro. No, no es cuestión de educación, ni de oportunidades, ni de esperanza, ni de votar “bien”. Aquí la gente perdió el alma. Perdió la humanidad. Y ya es demasiado tarde.
Y malditos están, junto con todos, ese par de jóvenes que no pudieron entender nada y que ya no entenderán. Pues si tienen esa dureza y ese automatismo a su edad. Pobres desgraciados. Y malditos sean. Que se jodan para siempre.
VERSIÓN HIPOTÉTICA. Iba a terminar mi turno cuando una señora nos pidió a mí y a mi compañero que le prestáramos 3.000 pesos para retirar su vehículo. Ella viene con frecuencia y eso lo recalcó como garantía.
Pero a las nueve pasa el supervisor y hace caja; si descubre un faltante, por pequeño que sea, nos bota. Los patrones no aceptan un descuadre y uno de dónde va a cubrir cada situación “especial” que les pasa a estas señoras. La señora no llegaba a los 50. Fuimos respetuosos pese a la superioridad con la que nos decía que debíamos prestarle plata. Le decíamos “no, veci, qué pena” para bajarle el tono a la situación y para que se pusiera en nuestros zapatos. “Es que usted quiere que uno le regale plata y así no se puede”, dijo mi compañero, exponiéndose a respuestas como las que suelen darnos a cada rato. Lo que les pasa a “ellos” siempre es más importante que lo que le pasa a uno.
Como insistía tanto le respondimos: “nosotros no tenemos la culpa de que usted haya dejado la billetera”. Finalmente nos dijo que le impresionaba “nuestra absoluta falta de caridad y de razón”. (Salió) y en un momentico llegó con la plata y se fue. ¡Ah... sí se podía! La vimos hacer un gesto de despedida que no entendimos. Ya pudiera uno ser tan recursivo y sacar 3.000 pesos de algún lado...
Esta es la oligarquía colombiana, a la que tanto nos insisten que le tengamos fe. De izquierda o de derecha, igual de podridos. Eso es lo que hay en este país y por eso aquí no existe comunidad. Esto dejó de ser una sociedad hace tiempo. Este es el talante general; esta indiferencia con respecto al otro. Esta descomposición.
Menos mal que esta no era una mujer en una camioneta costosa o un tipo con pinta de peligroso, esos que con amenazas lo obligan a uno hasta a hacerles venias. Tenaz lo que sería para una mujer así caminar de noche cuarenta cuadras hasta su casa, sin un peso; pero confunde “consideración” con la situación en la que el puesto de uno depende de que no haya descuadre en las cuentas.
Este es un país sin futuro. No es cuestión de educación, ni de oportunidades, ni de esperanza. Aquí la gente perdió el alma. Perdió la humanidad. Y ya es demasiado tarde. Bendita sea esa señora que no entendió nada ni lo entenderá. Pobres oligarcas. Pero benditos sean para que un día puedan hacer lo que moralmente el país espera de ellos.
ADIVINANZA: ¿Cuál de las versiones es progre y cuál uribista?
En un país ideológicamente dividido y enfrentado, un incidente puede tener interpretaciones antagónicas. Transcribo libremente dos versiones curiosas del mismo percance.
ORIGINAL. Iba a salir de un parqueadero en Bogotá a las 8 p.m. Debía pagar 3.000 pesos, pero había dejado la billetera y no los tenía. Ahí me conocen y así les dije al joven y al vigilante. Mañana mismo les pagaría. Se negaron. Les supliqué. Debían tener unos 24 años. Les repetí que no tenía nada, ni para un bus. Tenía que irme a pie y caminar 40 cuadras, y era peligroso a esta hora. “No, veci, qué pena… es que usted lo que quiere es que uno le regale plata y así no se puede”, dijo el más machito.
Les juré que pagaría al día siguiente. No fue posible. Repetían: “es que nosotros no tenemos la culpa de que usted haya dejado la billetera”. Finalmente dije que me impresionaba su absoluta falta de caridad y de razón. Me fui y conseguí los 3.000 pesos fuera del parqueadero.
Esta es, también, la juventud colombiana, en la que tienen tanta fe. De izquierda o de derecha, del paro o de los otros. Pobres o ricos: igual de podridos. Eso es lo que hay en este país y por eso aquí no existe comunidad. Esto dejó de ser una sociedad. Sé que no son todos. Pero este es el talante general; esta indiferencia con respecto al otro. Esta descomposición.
Apuesto a que si yo hubiera sido una mujer en una camioneta costosa, de traqueta, o un tipo con pinta de peligroso, con mucho gusto y venias habrían abierto la puerta. Pero una mujer, de noche, a cuarenta cuadras de su casa, tenía que salir caminando y sin un peso.
Y así con todo el mundo. Este es un país sin vínculos. Y sin futuro. No, no es cuestión de educación, ni de oportunidades, ni de esperanza, ni de votar “bien”. Aquí la gente perdió el alma. Perdió la humanidad. Y ya es demasiado tarde.
Y malditos están, junto con todos, ese par de jóvenes que no pudieron entender nada y que ya no entenderán. Pues si tienen esa dureza y ese automatismo a su edad. Pobres desgraciados. Y malditos sean. Que se jodan para siempre.
VERSIÓN HIPOTÉTICA. Iba a terminar mi turno cuando una señora nos pidió a mí y a mi compañero que le prestáramos 3.000 pesos para retirar su vehículo. Ella viene con frecuencia y eso lo recalcó como garantía.
Pero a las nueve pasa el supervisor y hace caja; si descubre un faltante, por pequeño que sea, nos bota. Los patrones no aceptan un descuadre y uno de dónde va a cubrir cada situación “especial” que les pasa a estas señoras. La señora no llegaba a los 50. Fuimos respetuosos pese a la superioridad con la que nos decía que debíamos prestarle plata. Le decíamos “no, veci, qué pena” para bajarle el tono a la situación y para que se pusiera en nuestros zapatos. “Es que usted quiere que uno le regale plata y así no se puede”, dijo mi compañero, exponiéndose a respuestas como las que suelen darnos a cada rato. Lo que les pasa a “ellos” siempre es más importante que lo que le pasa a uno.
Como insistía tanto le respondimos: “nosotros no tenemos la culpa de que usted haya dejado la billetera”. Finalmente nos dijo que le impresionaba “nuestra absoluta falta de caridad y de razón”. (Salió) y en un momentico llegó con la plata y se fue. ¡Ah... sí se podía! La vimos hacer un gesto de despedida que no entendimos. Ya pudiera uno ser tan recursivo y sacar 3.000 pesos de algún lado...
Esta es la oligarquía colombiana, a la que tanto nos insisten que le tengamos fe. De izquierda o de derecha, igual de podridos. Eso es lo que hay en este país y por eso aquí no existe comunidad. Esto dejó de ser una sociedad hace tiempo. Este es el talante general; esta indiferencia con respecto al otro. Esta descomposición.
Menos mal que esta no era una mujer en una camioneta costosa o un tipo con pinta de peligroso, esos que con amenazas lo obligan a uno hasta a hacerles venias. Tenaz lo que sería para una mujer así caminar de noche cuarenta cuadras hasta su casa, sin un peso; pero confunde “consideración” con la situación en la que el puesto de uno depende de que no haya descuadre en las cuentas.
Este es un país sin futuro. No es cuestión de educación, ni de oportunidades, ni de esperanza. Aquí la gente perdió el alma. Perdió la humanidad. Y ya es demasiado tarde. Bendita sea esa señora que no entendió nada ni lo entenderá. Pobres oligarcas. Pero benditos sean para que un día puedan hacer lo que moralmente el país espera de ellos.
ADIVINANZA: ¿Cuál de las versiones es progre y cuál uribista?