Ante la iniciativa del alcalde de Medellín de solicitar ayuda médica cubana contra el coronavirus, el expresidente y senador Álvaro Uribe advirtió que “así empezó la toma de Venezuela”.
Sin necesidad de meterse en el debate sobre su detención domiciliaria, es difícil ignorar que Uribe tiene algo de razón. Aunque no es claro que ese fue el comienzo de la intervención cubana en la política del vecino país, es evidente y está bien documentado por fuentes ajenas al Centro Democrático, como The New York Times (NYT), que los médicos enviados por Cuba, cuya idoneidad es cada vez más discutida, han intervenido abiertamente en los comicios electorales.
Nicholas Casey, reportero del diario neoyorquino de posición política poco conservadora, entrevistó a varios médicos cubanos, unos refugiados en otros países y otros aún en Venezuela, que le explicaron cómo los gobiernos de Venezuela y Cuba montaron un esquema de propaganda política con personal sanitario e incluso dejaron de atender a quienes se oponían al régimen de Maduro.
Yansnier Arias, médico cubano refugiado en Chile, cuenta que sus superiores le impidieron suministrarle oxígeno a un paciente de 65 años que sufría insuficiencia cardíaca. La consigna era guardar el equipo y los medicamentos para el período justo antes de las elecciones presidenciales de 2018, en lugar de atender urgencias. “Sí había oxígeno, pero no me permitían usarlo”, le dijo Arias al NYT. Ese recurso debía convertirse en arma política para dar la impresión, antes del voto, de que Maduro había corregido la penuria del sistema sanitario.
En 2017, el régimen había creado un sistema de identificación, el “carné de la patria”, que se utilizaba tanto para obtener alimentos como para votar. Arias cuenta que en su hospital le negaron medicamentos a una mujer epiléptica por no tener el carné y por haber criticado a Maduro.
Antes de las elecciones, los médicos que visitaban los barrios populares debían advertirle a la gente que dejarían de recibir atención si no votaban por Maduro. Otros se negaban a atender a personas de la oposición.
Carlos Ramírez, odontólogo cubano que huyó al Ecuador, explicó al NYT que tenía órdenes de decirles a sus pacientes que si Maduro perdía las elecciones se derrumbaría el sistema sanitario venezolano. “Se volvió una forma de chantaje”, resume.
Oficiales del gobierno que se hacían pasar por médicos hicieron sondeos antes de las elecciones para distribuir medicamentos e inducir a la gente a votar por Maduro. La manipulación política del personal médico era tan evidente que ciertas personas opuestas al régimen los ahuyentaban de sus predios con perros.
Los entrevistados por Casey hacían parte del programa “Barrio Adentro”, establecido por Hugo Chávez en el 2003 para ofrecer acceso a los servicios de salud en barrios pobres venezolanos. Al ganar Chávez el plebiscito en 2004, se volvió usual para las elecciones lanzar programas médicos financiados por un petróleo a precios exorbitantes. La “Misión Milagro”, por ejemplo, llevaba a la isla a personas de bajos recursos con problemas oculares para ser operadas. La mayor parte de los acuerdos se hicieron en el marco del “Convenio Energético-Social entre Cuba y Venezuela”.
Por años Cuba ha sido reconocida por su diplomacia médica que en muchos países ha contribuido a la salud de personas en precariedad económica. No siempre se hace explícito que se trata de una importante fuente de divisas para el régimen castrista. Con ingresos superiores a los 6.000 millones de dólares en 2018, la exportación de servicios de salud es, junto con el turismo, uno de los principales motores de la economía cubana. De estos recursos, sólo una pequeña fracción beneficia a los médicos, algunos de los cuales, según una ONG con sede en España citada por la BBC, “dicen que las condiciones pueden ser una pesadilla. Denuncian ser controlados por funcionarios, estar sujetos a un toque de queda y ser enviados a lugares extremadamente peligrosos”.
Al llegar al poder en 1959 Fidel Castro y el Che Guevara, médico de formación, nacionalizaron empresas farmacéuticas y establecieron un sistema de salud pública universal y gratuito, como lo han sido siempre los estudios en medicina. Muy pronto, el número de médicos por habitante en la isla pasó a ser uno de los más altos del mundo. Desde los años 60 esta especialidad no militar adquirió una dimensión política: el “internacionalismo médico” ha sido parte esencial de la interferencia cubana en los conflictos de otros países, como Angola o Mozambique. En 1999 se creó la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), que forma a miles de médicos de todo el continente. La ayuda médica cubana ha sido activa sobre todo en aquellos países, como Venezuela o Nicaragua, que comparten su ideología. Con los antecedentes de abierta intervención política de Cuba en Colombia, sería bastante ingenuo pensar que sus médicos vendrían sólo por razones humanitarias.
Ante la iniciativa del alcalde de Medellín de solicitar ayuda médica cubana contra el coronavirus, el expresidente y senador Álvaro Uribe advirtió que “así empezó la toma de Venezuela”.
Sin necesidad de meterse en el debate sobre su detención domiciliaria, es difícil ignorar que Uribe tiene algo de razón. Aunque no es claro que ese fue el comienzo de la intervención cubana en la política del vecino país, es evidente y está bien documentado por fuentes ajenas al Centro Democrático, como The New York Times (NYT), que los médicos enviados por Cuba, cuya idoneidad es cada vez más discutida, han intervenido abiertamente en los comicios electorales.
Nicholas Casey, reportero del diario neoyorquino de posición política poco conservadora, entrevistó a varios médicos cubanos, unos refugiados en otros países y otros aún en Venezuela, que le explicaron cómo los gobiernos de Venezuela y Cuba montaron un esquema de propaganda política con personal sanitario e incluso dejaron de atender a quienes se oponían al régimen de Maduro.
Yansnier Arias, médico cubano refugiado en Chile, cuenta que sus superiores le impidieron suministrarle oxígeno a un paciente de 65 años que sufría insuficiencia cardíaca. La consigna era guardar el equipo y los medicamentos para el período justo antes de las elecciones presidenciales de 2018, en lugar de atender urgencias. “Sí había oxígeno, pero no me permitían usarlo”, le dijo Arias al NYT. Ese recurso debía convertirse en arma política para dar la impresión, antes del voto, de que Maduro había corregido la penuria del sistema sanitario.
En 2017, el régimen había creado un sistema de identificación, el “carné de la patria”, que se utilizaba tanto para obtener alimentos como para votar. Arias cuenta que en su hospital le negaron medicamentos a una mujer epiléptica por no tener el carné y por haber criticado a Maduro.
Antes de las elecciones, los médicos que visitaban los barrios populares debían advertirle a la gente que dejarían de recibir atención si no votaban por Maduro. Otros se negaban a atender a personas de la oposición.
Carlos Ramírez, odontólogo cubano que huyó al Ecuador, explicó al NYT que tenía órdenes de decirles a sus pacientes que si Maduro perdía las elecciones se derrumbaría el sistema sanitario venezolano. “Se volvió una forma de chantaje”, resume.
Oficiales del gobierno que se hacían pasar por médicos hicieron sondeos antes de las elecciones para distribuir medicamentos e inducir a la gente a votar por Maduro. La manipulación política del personal médico era tan evidente que ciertas personas opuestas al régimen los ahuyentaban de sus predios con perros.
Los entrevistados por Casey hacían parte del programa “Barrio Adentro”, establecido por Hugo Chávez en el 2003 para ofrecer acceso a los servicios de salud en barrios pobres venezolanos. Al ganar Chávez el plebiscito en 2004, se volvió usual para las elecciones lanzar programas médicos financiados por un petróleo a precios exorbitantes. La “Misión Milagro”, por ejemplo, llevaba a la isla a personas de bajos recursos con problemas oculares para ser operadas. La mayor parte de los acuerdos se hicieron en el marco del “Convenio Energético-Social entre Cuba y Venezuela”.
Por años Cuba ha sido reconocida por su diplomacia médica que en muchos países ha contribuido a la salud de personas en precariedad económica. No siempre se hace explícito que se trata de una importante fuente de divisas para el régimen castrista. Con ingresos superiores a los 6.000 millones de dólares en 2018, la exportación de servicios de salud es, junto con el turismo, uno de los principales motores de la economía cubana. De estos recursos, sólo una pequeña fracción beneficia a los médicos, algunos de los cuales, según una ONG con sede en España citada por la BBC, “dicen que las condiciones pueden ser una pesadilla. Denuncian ser controlados por funcionarios, estar sujetos a un toque de queda y ser enviados a lugares extremadamente peligrosos”.
Al llegar al poder en 1959 Fidel Castro y el Che Guevara, médico de formación, nacionalizaron empresas farmacéuticas y establecieron un sistema de salud pública universal y gratuito, como lo han sido siempre los estudios en medicina. Muy pronto, el número de médicos por habitante en la isla pasó a ser uno de los más altos del mundo. Desde los años 60 esta especialidad no militar adquirió una dimensión política: el “internacionalismo médico” ha sido parte esencial de la interferencia cubana en los conflictos de otros países, como Angola o Mozambique. En 1999 se creó la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), que forma a miles de médicos de todo el continente. La ayuda médica cubana ha sido activa sobre todo en aquellos países, como Venezuela o Nicaragua, que comparten su ideología. Con los antecedentes de abierta intervención política de Cuba en Colombia, sería bastante ingenuo pensar que sus médicos vendrían sólo por razones humanitarias.