Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A finales de los años 80, Nicolás Maduro vivió en La Habana. Había sido reclutado por la inteligencia cubana para impulsar la subversión en América Latina.
Estudió en la Escuela Superior Ñico López del Partido Comunista Cubano (ESPCC). Aunque este antecedente ha sido silenciado con esmero, en 2013 el Diario del Huila publicó unas fotos de Maduro suministradas por un compañero suyo quien relata que recibieron cursos de “filosofía marxista, economía política, historia de América Latina y de la Revolución Mexicana”.
Así, Maduro tuvo una formación marxista definida, como Chávez, pero sin divagaciones ni aportes personales. Su formación es comunista ortodoxa. También recibió instrucción práctica como subversivo. “Domina el lenguaje de la preparación política de las masas. Fue el alumno aventajado de Raúl Castro. Es un subversivo profesional”, precisa Hernando, un ex oficial de inteligencia y luego desertor, quien aclara que al haber sido preparado y apoyado por los servicios de inteligencia y el gobierno cubanos se trata de alguien bastante respetado entre la extrema izquierda latinoamericana. Maduro viene promoviendo la revolución mucho antes de Hugo Chávez. En el Departamento de América, dirigido por Manuel Piñeiro, Barbarroja, conocieron primero al actual presidente venezolano que a su antecesor.
Su imagen de luchador en contacto directo con el pueblo es antigua: no es un simple conductor de bus. Fue un dirigente sindical combativo que participaba en pedreas y quemas de buses. “Maduro era de los hombres que bajaban de los cerros a incendiar las calles y a pelear contra la policía”.
Con la subida de Chávez al poder el gobierno cubano tuvo poco que ver. Cuando se decidió impulsar la revolución chavista, Maduro ya estaba en la lista de dirigentes políticos que recibirían apoyo en América Latina. A diferencia de su predecesor, un líder nato con muchos seguidores, Maduro es un insurgente con experiencia en la lucha urbana callejera, un conocedor de los bajos fondos.
El contraste entre Chávez y Maduro fue siempre marcado. Mientras el primero era “entusiasta, extrovertido, agitador de las masas” y no recibió ninguna preparación para sacar adelante su revolución, Maduro establecía contactos no sólo con los chavistas y la izquierda de Venezuela sino con toda la subversión armada que recibía entrenamiento político y militar en Cuba. De ahí surge su cercanía con las Farc, con el Eln y con todos los movimientos guerrilleros de América Latina.
Maduro ya era familiar con la dirigencia comunista cubana cuando en el continente nadie lo conocía. Allí consideraron que para gobernar Venezuela le faltaba pulir sus habilidades internacionales. Por esa razón decidieron presionar a Chávez para que lo nombrara en la Cancillería. Así, fue Ministro del Poder Popular para las Relaciones Exteriores desde 2006 hasta 2013.
Su gestión como canciller se centró en organismos de integración regional como el Alba, Unasur y Mercosur. La primera, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América es una organización internacional promovida inicialmente por Cuba y Venezuela como contrapartida del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), impulsada por Estados Unidos.
A diferencia de la mayoría de carteras del gabinete chavista que rotaban con frecuencia, Maduro fue inamovible por siete años. Dejó su cargo después de que Chávez, a finales de 2012, anotara que en caso de incapacidad suya Maduro asumiría la presidencia hasta la convocatoria a nuevas elecciones. Al fallecer el líder bolivariano hubo un intenso debate sobre la constitucionalidad de la presidencia de Maduro.
A la familiaridad con la lucha urbana insurgente en Venezuela Maduro sumó luego el contacto con representantes de la subversión armada latinoamericana en Cuba a donde iban a refugiarse o entrenarse. “Todos los hombres dedicados a la subversión en América Latina han recibido entrenamiento o apoyo del Departamento de América, (que) es una unidad de inteligencia para la subversión. Lo dirigían personalmente Fidel y Raúl Castro. Cuando alguien iba a pasar a la clandestinidad, el refugio era Cuba. Donde se entrenaban era allí: inteligencia, contra inteligencia, lucha subversiva, en la calle y en las montañas”, anota Hernando.
Es este contacto directo con la acción subversiva lo que le ha permitido a Nicolás Maduro mantener a raya la delincuencia en las ciudades venezolanas, un factor crucial de su permanencia en el poder.
Dentro del Departamento de América, Hernando fue por varios años el encargado de las relaciones con la subversión colombiana. Sorprendentemente, no menciona al M-19. Aclara que las Farc se demoraron en establecer una relación cercana con Castro “padre del Eln”, quien a principios de los noventa declaró caduca la lucha fariana. Por eso, desde que aceptó que la mesa de negociación con Santos se instalara en La Habana, sabía que las Farc no se levantarían de la mesa sin un acuerdo firmado. Le faltó comunicar esa certeza a De la Calle y su equipo, varias veces asustados con el retorno de la guerra.