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Al parecer, el rumor y el debate sobre los honorarios que recibiría Mariana Mazzucato por conducir al Gobierno colombiano hacia el liderazgo mundial en capitalismo inclusivo y sostenible empantanaron esa iniciativa.
La discusión que se dio —si se trataba de una consultoría o una colaboración— estuvo desenfocada. Lo que realmente ofrece esta vedette internacional son guías para lo que ella denomina “misiones”, entendidas como un conjunto de orientaciones vitales para los progresistas que quieran dejar atrás la economía neoliberal.
La palabra “misión” —ser enviado, recibir un encargo— tiene acepciones con clara connotación religiosa. La pandemia fue la gota que desbordó la copa del hartazgo de esta visionaria con el capitalismo salvaje y el despiste, casi desgreño, de los gobiernos para enfrentarla, pero también le demostró el poder y la importancia del Estado para salir de una crisis. Su último libro, Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism, es tan ambicioso como ingenuo, incluso arriesgado, para sociedades agobiadas por mafias y altos niveles de corrupción. Según su autora, la evidencia a favor de darle mayor protagonismo al Estado es abrumadora. “Al centrarse en el inmenso poder de los gobiernos para dirigir los mercados, el capitalismo puede rehacerse”, argumenta. Con poca modestia, su objetivo escueto es cambiar la “locomotora” del sistema económico: que deje de ser la ganancia privada para convertirse en el interés público.
“La receta de Mazzucato es que los gobiernos, en diálogo con los ciudadanos, definan los grandes desafíos de su tiempo y establezcan misiones para resolverlos en asociación con las empresas”. Así, no sorprende que quienes más se muestran entusiasmados con sus servicios sean gobernantes latinoamericanos antisistema, mesiánicos y bien conectados con el pueblo.
En octubre de 2022, cuando la predicadora hizo una gira por Latinoamérica para divulgar el informe que le pidió la CEPAL, posó con Gabriel Boric mostrando orgulloso tres de sus libros y con Gustavo Petro, quien la considera una de las mejores economistas del mundo. El Gobierno argentino “se jactó de ser el primer país en adaptar sus ideas a la política pública”. El Plan Argentina Productiva 2030, anunciado recientemente por el ministro de Economía, es un conjunto de ambiciosos objetivos de desarrollo —como crear 3,5 millones de empleos en el sector privado— respaldados con ideas explícitas de la gurú.
La misión que inspira a Mazzucato, y el megaproyecto estatal que ofrece como evidencia para demostrar que sí son factibles las alianzas estratégicas entre un Estado emprendedor y el sector privado, es el programa espacial que culminó en julio de 1969 con el lanzamiento del Apolo 11 y los dos astronautas que caminaron por primera vez en la Luna.
Aunque el programa Apolo fue concebido en 1960 durante la administración Eisenhower y estuvo precedido por el proyecto Mercury (1958), Mazzucato se centra en el definitivo impulso que le dio John F. Kennedy, presidente desde 1961. Ella explica que, “para llevar a cabo la misión Apolo, hubo que resolver cientos de problemas complejos. Algunas soluciones funcionaron, muchas fallaron. Todo surgió de una estrecha asociación [partnership] entre el Gobierno y las empresas: una asociación con un propósito”. Según esta visionaria, corregir la amplia gama de problemas sociales que nos agobian requiere “cambiar las herramientas y la cultura del Gobierno, creando nuevos marcadores de gobernanza corporativa y asegurando que las empresas, la sociedad y el Gobierno se unan para compartir un objetivo común”. La motivación debe ser sólida, tipo “cueste lo que cueste”. Como fue Apolo 11 para Kennedy.
Esta receta para garantizar un futuro deseable y que cualquiera pueda vivir sabroso suscita varios comentarios. Uno, el término partnership es medio falaz, pues lo que realmente hubo para sacar adelante los programas espaciales fue el esquema tradicional de un gobierno boyante que pudo contar con grandes empresas privadas como contratistas. Otro detalle silenciado sobre la misión elegida es el papel crucial que jugó el estamento castrense en su éxito. Desde 1946, “el Departamento de Defensa sentó gran parte del trabajo preliminar” que la hizo posible.
El presidente Kennedy probablemente es más recordado por la crisis de los misiles en Cuba que por el programa Apolo, cuyo principal objetivo también era competir con la Unión Soviética en el contexto de la Guerra Fría. En síntesis, lo que Mazzucato ofrece como inspiración para que un gobierno emprendedor se asocie armoniosamente con empresas privadas es una variante del más básico y ancestral de los servicios estatales: la defensa militar contra un enemigo foráneo.