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                                                                                                                                  Piketty, Orwell y sus distopías

                                                                                                                                  Con su habitual ingenuidad, Thomas Piketty, enfant terrible de la economía global, le recomienda a su ubicuo y nunca bien definido dictador benevolente sancionar a los oligarcas rusos, no al pueblo.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  El período 1947-1953, inicio de la Guerra Fría, se caracterizó por una dura y fanática confrontación ideológica. En los EE. UU. predominó el lema “mejor muerto que rojo”. Lo anterior a pesar de que este país había salido victorioso de la confrontación bélica, con cerca de la mitad del producto bruto global, un fuerte aparato militar recién construido y con perspectivas de una sólida expansión económica. No es fácil explicar tanta paranoia, ansiedad, miedo y odio provocado por su aliado para derrotar a los nazis.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Después de la Segunda Guerra las publicaciones sobre Rusia y sus países satélites prestaron mucha atención a las medidas destinadas al control de la mente y el lavado cerebral. Se imaginaban hordas de conformistas que aceptaban cualquier cosa de sus líderes. Stalin era descrito como un asesino paranoico dispuesto a medidas extremas para garantizar su seguridad personal. La desconfianza en el poder sin límite la reforzó una década de impresionantes logros económicos, en educación y salud, contemplados en los planes quinquenales iniciados a final de los años 20.

                                                                                                                                  Cuando, en 1949, George Orwell publicó su novela distópica, 1984, el ambiente cultural norteamericano no podía ser más favorable para su éxito inmediato. Tanto entre académicos como entre el público, el esquema orwelliano ilustraba a la perfección el totalitarismo soviético. El primer año se vendieron 400 mil copias y para principios de los setenta ya superaban los once millones. 1984 tuvo mucho mejor acogida en los EE. UU. que en Inglaterra, en donde algunos críticos señalaron que el trabajo era “demasiado sombrío y constituía un superarma ideológica de la guerra fría”.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Con mucho menos gracia y lectores, Thomas Piketty hace lo mismo que el célebre novelista inglés. Pero Orwell es un autor de ficción y puede suponer lo que se le antoje, matizar hasta hacer desaparecer las diferencias entre uno y otro régimen, mientras que Piketty, que pretende ser un académico serio y riguroso, no debería permitirse esas gaffes pueriles, ni tener una imaginación tan surrealista, sin el talento de Magritte.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Ver más…

                                                                                                                                  Con su habitual ingenuidad, Thomas Piketty, enfant terrible de la economía global, le recomienda a su ubicuo y nunca bien definido dictador benevolente sancionar a los oligarcas rusos, no al pueblo.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  El período 1947-1953, inicio de la Guerra Fría, se caracterizó por una dura y fanática confrontación ideológica. En los EE. UU. predominó el lema “mejor muerto que rojo”. Lo anterior a pesar de que este país había salido victorioso de la confrontación bélica, con cerca de la mitad del producto bruto global, un fuerte aparato militar recién construido y con perspectivas de una sólida expansión económica. No es fácil explicar tanta paranoia, ansiedad, miedo y odio provocado por su aliado para derrotar a los nazis.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Después de la Segunda Guerra las publicaciones sobre Rusia y sus países satélites prestaron mucha atención a las medidas destinadas al control de la mente y el lavado cerebral. Se imaginaban hordas de conformistas que aceptaban cualquier cosa de sus líderes. Stalin era descrito como un asesino paranoico dispuesto a medidas extremas para garantizar su seguridad personal. La desconfianza en el poder sin límite la reforzó una década de impresionantes logros económicos, en educación y salud, contemplados en los planes quinquenales iniciados a final de los años 20.

                                                                                                                                  Cuando, en 1949, George Orwell publicó su novela distópica, 1984, el ambiente cultural norteamericano no podía ser más favorable para su éxito inmediato. Tanto entre académicos como entre el público, el esquema orwelliano ilustraba a la perfección el totalitarismo soviético. El primer año se vendieron 400 mil copias y para principios de los setenta ya superaban los once millones. 1984 tuvo mucho mejor acogida en los EE. UU. que en Inglaterra, en donde algunos críticos señalaron que el trabajo era “demasiado sombrío y constituía un superarma ideológica de la guerra fría”.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Con mucho menos gracia y lectores, Thomas Piketty hace lo mismo que el célebre novelista inglés. Pero Orwell es un autor de ficción y puede suponer lo que se le antoje, matizar hasta hacer desaparecer las diferencias entre uno y otro régimen, mientras que Piketty, que pretende ser un académico serio y riguroso, no debería permitirse esas gaffes pueriles, ni tener una imaginación tan surrealista, sin el talento de Magritte.

                                                                                                                                  No ad for you

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