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                                                                                                                                Secuelas del feminivirus

                                                                                                                                Si el patriarcado controlaba a las mujeres manipulando su sexualidad, por ejemplo obligándolas a ser madres desde jóvenes, académicas puritanas acabaron imponiendo una represión aún mayor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Al atávico susto al embarazo, el feminismo mojigato gringo logró sumarle el pánico a la violación, el disgusto, asco, por cualquier avance sexual masculino, el desprecio por la seducción y, en últimas, la prevención y desconfianza para enamorarse porque eso pone a la mujer a merced de machos que engañan, dominan y hacen daño. Del miedo al sexo se pasó a una idealización tal de las relaciones que los hombres comunes provocamos desconfianza, pavor. De cualquier desacuerdo o pelea somos, por principio, culpables de la peor ralea: ¡el violador, maltratador, abusador, explotador, eres tú!

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por la sensualidad que mostró Ana, mi hija menor, al alimentarse por primera vez del pecho de su madre, con un placentero ronroneo que aún conserva cuando disfruta lo que come, intuí que sería seductora y, además, entendí que esa capacidad era innata, no aprendida. Innumerables anécdotas confirmaron mi pronóstico. El gran desafío al criarla ha sido doble: en contra del veto ideológico al flirteo y la seducción, símbolos de debilidad femenina, convencerla de que no desaproveche su habilidad para relacionarse con los hombres pero, también, que estudie seriamente: no debe convertir tal ventaja en la única herramienta para manejar su vida, y mucho menos para ganar dinero. Objetivo tácito ha sido no frustrar ni sabotear la que presentí sería una sexualidad rica y descomplicada. “Ojalá no quede embarazada muy pronto” bromeé con frecuencia mientras ella crecía reafirmando su innata coquetería, haciendo explícita la prioridad de ser madre y repitiendo que cuando llegara un príncipe azul no dudaría en abandonar la casa para irse con él: “así es la vida”, sentenciaba.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Recientemente manifiesta su desacuerdo con el discurso correcto. Cuando le advertí que tendrá profesoras asegurándole que la belleza femenina es irrelevante para conquistar chicos exclamó incrédula: “¿en serio piensan eso?”. Tampoco podía creer que la Bella Otero sedujera monarcas sin ser muy hermosa. “Ese arte no es tan simple”, le aclaré.

                                                                                                                                En materia sexual le recomendé evitar enredos, ser siempre monógama, pero tener varias experiencias secuenciales antes de embarcarse en una relación de largo plazo con hijos. Le expliqué que por ser de otra época jamás me atrevería a sugerirle una edad para acostarse por primera vez. Sobre ese inicio habla con su hermana mayor. Ante las incómodas y arriesgadas experiencias de algunas amigas, hace poco anunció: “todavía no sé cuándo tendré sexo; pero será en una cama y con preservativo”.

                                                                                                                                El debate entre feministas francesas y anglosajonas a raíz del #MeToo se replica en la actitud de las adolescentes de ambos orígenes hacia los hombres. Ana y sus amigas no viven obsesionadas con el violador, mucho menos entre sus compañeros de colegio. Saben prevenir abusos, conocen qué calles no frecuentar y tienen conciencia del peligro de mezclar alcohol con sexo. En síntesis, son más frescas y pragmáticas que asustadas e idealistas. Están poco intoxicadas por el neofeminismo sororo y antivaronil que infantiliza a las mujeres más que cuando sólo cuidaban su virginidad. Al sentirse informadas, seguras, libres y responsables de sus actos, tienen menos embarazos precoces. Voilà!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ver más…

                                                                                                                                Si el patriarcado controlaba a las mujeres manipulando su sexualidad, por ejemplo obligándolas a ser madres desde jóvenes, académicas puritanas acabaron imponiendo una represión aún mayor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Al atávico susto al embarazo, el feminismo mojigato gringo logró sumarle el pánico a la violación, el disgusto, asco, por cualquier avance sexual masculino, el desprecio por la seducción y, en últimas, la prevención y desconfianza para enamorarse porque eso pone a la mujer a merced de machos que engañan, dominan y hacen daño. Del miedo al sexo se pasó a una idealización tal de las relaciones que los hombres comunes provocamos desconfianza, pavor. De cualquier desacuerdo o pelea somos, por principio, culpables de la peor ralea: ¡el violador, maltratador, abusador, explotador, eres tú!

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                El discurso tóxico se aprende ahora off campus: lo asimilaron medios, políticos, ONGs, influencers, estrellas de cine, cantantes y público en general. La igualdad se volvió fábula: conductas dañinas consideradas maltrato masculino son aceptadas, aplaudidas, en mujeres. Algunas, conozco varias, más victimarias impunes que víctimas, disfrutan sus prerrogativas de muchos derechos pero sin deberes. Son egocéntricas, caprichosas y quejetas. Nadie las cuestiona: un subliminal y contagioso feminivirus alcanzó inmunidad de rebaño contra el sentido común.

                                                                                                                                Por la sensualidad que mostró Ana, mi hija menor, al alimentarse por primera vez del pecho de su madre, con un placentero ronroneo que aún conserva cuando disfruta lo que come, intuí que sería seductora y, además, entendí que esa capacidad era innata, no aprendida. Innumerables anécdotas confirmaron mi pronóstico. El gran desafío al criarla ha sido doble: en contra del veto ideológico al flirteo y la seducción, símbolos de debilidad femenina, convencerla de que no desaproveche su habilidad para relacionarse con los hombres pero, también, que estudie seriamente: no debe convertir tal ventaja en la única herramienta para manejar su vida, y mucho menos para ganar dinero. Objetivo tácito ha sido no frustrar ni sabotear la que presentí sería una sexualidad rica y descomplicada. “Ojalá no quede embarazada muy pronto” bromeé con frecuencia mientras ella crecía reafirmando su innata coquetería, haciendo explícita la prioridad de ser madre y repitiendo que cuando llegara un príncipe azul no dudaría en abandonar la casa para irse con él: “así es la vida”, sentenciaba.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Recientemente manifiesta su desacuerdo con el discurso correcto. Cuando le advertí que tendrá profesoras asegurándole que la belleza femenina es irrelevante para conquistar chicos exclamó incrédula: “¿en serio piensan eso?”. Tampoco podía creer que la Bella Otero sedujera monarcas sin ser muy hermosa. “Ese arte no es tan simple”, le aclaré.

                                                                                                                                En materia sexual le recomendé evitar enredos, ser siempre monógama, pero tener varias experiencias secuenciales antes de embarcarse en una relación de largo plazo con hijos. Le expliqué que por ser de otra época jamás me atrevería a sugerirle una edad para acostarse por primera vez. Sobre ese inicio habla con su hermana mayor. Ante las incómodas y arriesgadas experiencias de algunas amigas, hace poco anunció: “todavía no sé cuándo tendré sexo; pero será en una cama y con preservativo”.

                                                                                                                                El debate entre feministas francesas y anglosajonas a raíz del #MeToo se replica en la actitud de las adolescentes de ambos orígenes hacia los hombres. Ana y sus amigas no viven obsesionadas con el violador, mucho menos entre sus compañeros de colegio. Saben prevenir abusos, conocen qué calles no frecuentar y tienen conciencia del peligro de mezclar alcohol con sexo. En síntesis, son más frescas y pragmáticas que asustadas e idealistas. Están poco intoxicadas por el neofeminismo sororo y antivaronil que infantiliza a las mujeres más que cuando sólo cuidaban su virginidad. Al sentirse informadas, seguras, libres y responsables de sus actos, tienen menos embarazos precoces. Voilà!

                                                                                                                                No ad for you

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