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Sexología experimental

Mauricio Rubio
22 de abril de 2021 - 03:00 a. m.
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Un aspecto lamentable de la llamada “teoría de género” es que ignora los avances en el conocimiento científico de las diferencias entre la sexualidad femenina y la masculina.

En los años 40 un sexólogo checoslovaco, Knut Freund, fue contratado por el Ejército. Su encargo era filtrar a quienes mentían declarándose homosexuales y así evadían el servicio militar.

Para detectar falsos gays, Freund diseñó un artefacto conocido como PPG (penil plethysmograph) o pletismógrafo de pene: adaptó un nuevo terminal a un instrumento usado para medir cambios en el volumen de un órgano. En colombiano, el recursivo aparatejo se podría denominar arrechómetro varonil.

Desde su concepción, la función del instrumento ha sido simple: medir los flujos sanguíneos del pene de un varón expuesto a estímulos sexuales. Se registra con precisión la intensidad de la excitación del sujeto ante imágenes o sonidos evocadores. Al principio no se entendió bien el afán por sofisticar un procedimiento como “a ojo de buen cubero” que podía dar suficiente información. Se pensó que era un capricho de militares.

A pesar de ser más revelador —a simple vista es difícil detectar si una mujer está excitada—, la versión femenina del aparato tardaría varias décadas. Un inventor gringo pensó que con algo como un tampón o consolador con electrodos —un sensor de presión sanguínea y otro de actividad muscular— conectado como periférico a un receptor similar al del PPG se podría registrar adecuadamente el grado de excitación femenina. Nació entonces el VPG, pletismógrafo vaginal o arrechómetro femenino. Los primeros prototipos se hicieron manualmente, con moldes plásticos para limar cualquier aspereza. Tras la epidemia del herpes se impusieron los sensores desechables y sólo hace unos años se logró fabricar industrialmente un implemento a la vez privado —la misma usuaria lo coloca— e higiénico, que se esteriliza después de cada uso.

Quienes trabajan con estos medidores han definido la excitación objetiva como la que mide el arrechómetro allá abajo. La excitación subjetiva es la que, paralelamente, van registrando con un teclado de computador voluntarios y voluntarias que reciben estímulos eróticos varios. Un poco como quien juega a frío, frío, tibio, caliente, tibio, caliente, muy caliente. Los acicates visuales y auditivos utilizados en los experimentos son tanto o más diversos que los disponibles en sitios de porno: sexo heterosexual, homosexual y bisexual, masturbación de ellos y de ellas, hombres y mujeres desnudos en la playa o en el gimnasio, e incluso parejas de bonobos, el peculiar primate cuyas hembras no paran de tocarse y tener sexo.

Radicado en Norteamérica, gracias a su filtro para impostores, Freund terminó siendo una autoridad en homosexualidad y pedofilia. Una de sus alumnas, Meredith Chivers, cuarenta y tantos años actualmente, es la más reconocida dentro del grupo de sexólogas experimentales que utilizan estos instrumentos y están revolcando la disciplina. Su afán por entender lo que quieren y sienten ellas, y por compartir ese conocimiento, se inició temprano, en su colegio católico. En concreto, fue durante una de esas clases que ponen a volar la imaginación erótica, la de religión, cuando para satisfacer la curiosidad de sus compañeros adolescentes la futura sexóloga no tuvo reparo en hacerles un mapa detallado de la geografía íntima femenina. Más tarde, un impulso definitivo a su carrera, según ella, se lo daría de carambola el mismo Freund, por cascarrabias. Ante la típica pregunta sobre por qué en clase les hablaba tan poco de lo que les pasa a ellas, bastante molesto el reputado gayólogo respondió: “¿Y quién soy yo para saber lo que sienten las mujeres, si yo soy hombre?”.

Uno de los principales hallazgos de Chivers ha sido que la descoordinación entre la excitación subjetiva y la objetiva es mayor en las mujeres que en los hombres. En los experimentos, las mentes femeninas van por un lado y, según los aparatos, lo que ocurre en los genitales va por otro. Los varones son más escuetos y predecibles. Los que dicen ser heterosexuales se excitan con parejas mixtas, con lesbianas y con mujeres desnudas. Pero no los conmueven las escenas de gays. Con los hombres homosexuales ocurre al revés. En ambos casos, lo que registra el arrechómetro coincide con lo que reportan que están sintiendo, desde frío hasta supercaliente.

Para las mujeres, en forma independiente de la orientación sexual declarada, el arrechómetro se activa con casi cualquier escena de pareja —él con ella, ella con ella o él con él— así como con hombres o mujeres en solitario e incluso a veces con los bonobos. Por otro lado, es más frecuente que un registro de excitación objetiva intensa ocurra simultáneamente con una percepción de “no está pasando nada, frío, frío (bostezo)”. En síntesis, como sabemos desde kínder, la sexualidad femenina es bien distinta de la masculina. Hetero, homo, bi o trans, mujeres y hombres nacen, no solo se hacen. Continúa.

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Mar(60274)22 de abril de 2021 - 08:39 p. m.
Qué finalidad tiene esta columna? El Espectador se descachó con este columnista.
Atenas(06773)22 de abril de 2021 - 03:08 p. m.
Cierto es q' estos no son temas pa mojigatos o de falsía moral q' se les para cuando el asunto se aborda, y mucho menos pa quienes no gustan tocar materias asaz complejas. Q' la sororidad coja vuelo no incomoda, pero q' las feminazis ignoren cuán diferentes somos en la biología sexual y d cómo más rápido la expresamos, pues basta con q' miren un niño d 2 años como juega y se le para la pirinola.
  • Mar(60274)22 de abril de 2021 - 09:01 p. m.
    Atenas, no es moralismo, es que es la forma como trata el tema. No pues él , descubrió el agua tibia, claro que se tienen que comportar distinto, si tienen distinto cuerpo. Es tanto que la religión trata tan mal ese tema que produce hombres impotentes, se van el extremo de odiar a las mujeres y de distorsionar tanto la sexualidad que terminan violando niños, con el permiso de las altas jerarquías.
Megas Alexandros(2475)22 de abril de 2021 - 02:33 p. m.
Qué porquería de columna, escrita con las patas y pegada con babas (o quién sabe qué fluidos). Guácala.
  • Mar(60274)22 de abril de 2021 - 09:14 p. m.
    Atenas y usted se excita con esta columna? jajajajajaja
  • Atenas(06773)22 de abril de 2021 - 03:13 p. m.
    Y este Alex Rolando se vino......con sus alocados espermatozoides buscando cómo preñar su imaginación, mas x lo visto su comentario lo escribió con una sola mano mientras con la otra se rastrillaba lo q' con tanto deleite le causa emoción.
Camalejon(7327)22 de abril de 2021 - 01:57 p. m.
Qué pobre columna y visión de este columnista, que cree muy importante dedicarse a atacar todas esas "nuevas amenazas": progresismo, ideología de género, izquierda, etc. En internet abunda esta clase de críticos, pero lo llamativo es que la mayoría de ellos están apenas superando la adolescencia. Pero este señor tiene más edad, de manera que debería enfilar sus intereses a debates más serios.
Hoax(64992)22 de abril de 2021 - 01:13 p. m.
La ideología de género niega las diferencias biológicas entre los sexos, pero no explican por qué —para tener una apariencia más natural— las mujeres y los hombres transexuales consumen hormonas del sexo opuesto. Asimismo, las TERF se oponen a que las mujeres trans tengan u ocupen espacios de mujeres biológicas, pero exigen que toda mujer tenga los mismos derechos que un hombre. ¡Qué disparate!
  • Mar(60274)22 de abril de 2021 - 08:44 p. m.
    Hoax, nunca se han negado las diferencias, lo que se niega es la superioridad de un género sobre otro. Algunas personas no entienden que cada uno es muy importante y que no han ningún género superior al otro, que si uno lo supera en algo, el otro lo supera en otras cosas, que lo que hacen es complementarse.
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