En palabras de Paloma Valencia, el glifosato es como una quimioterapia: no es lo mejor para la salud, pero ayuda a atacar el problema.
Por venir desde el extremo derecho del espectro, no hay que darle tanta importancia a lo ofensiva que es la comparación. Allá Paloma, si cree que un agente probablemente cancerígeno es la solución… En su defensa podríamos decir que la idea de la coca como enfermedad (como cáncer), que no se le ocurrió a ella, es en realidad el inicio de la confusión.
Y no es cualquier confusión. Las metáforas tienen consecuencias. Otros líderes políticos lejanos a la realidad de lugares como Tumaco consideran que estamos ante un virus contagioso que es preciso atacar. El lenguaje empleado para referirse a Tumaco y otras zonas del país obedece a las lógicas policivas de la guerra contra las drogas. Las mismas que nos legaron la limpieza social.
En ese dialecto guerrerista, entre el campesino y el líder del grupo armado que trafica no hay diferencia. De ahí que se crea que una avioneta, o en su defecto un dron, cumple con las labores ya no de erradicación, sino de exterminio.
Pues bien, si el presidente Duque desmonta el camino de la restitución voluntaria, volverá el glifosato. Con este, para que Paloma se haga una idea de lo que implica su quimioterapia, escaseará la alimentación en Tumaco. Cuentan los que ya lo vivieron que en épocas de glifosato era difícil conseguir una yuca o una papaya. “El vapor no más va secando todo”: así lo explican.
Los niños y las personas de la tercera edad serán los primeros afectados. La coca se dirigirá hacia otra parte (como siempre). La protesta social incrementará y vendrán los taponamientos de vías. Más y no menos conflicto será el resultado. Con el agravante de los grupos emergentes, que ganarán legitimidad.
Tumaco merece un mejor diagnóstico. Si se trata de patologías, que revisen los índices de necesidades insatisfechas.
En palabras de Paloma Valencia, el glifosato es como una quimioterapia: no es lo mejor para la salud, pero ayuda a atacar el problema.
Por venir desde el extremo derecho del espectro, no hay que darle tanta importancia a lo ofensiva que es la comparación. Allá Paloma, si cree que un agente probablemente cancerígeno es la solución… En su defensa podríamos decir que la idea de la coca como enfermedad (como cáncer), que no se le ocurrió a ella, es en realidad el inicio de la confusión.
Y no es cualquier confusión. Las metáforas tienen consecuencias. Otros líderes políticos lejanos a la realidad de lugares como Tumaco consideran que estamos ante un virus contagioso que es preciso atacar. El lenguaje empleado para referirse a Tumaco y otras zonas del país obedece a las lógicas policivas de la guerra contra las drogas. Las mismas que nos legaron la limpieza social.
En ese dialecto guerrerista, entre el campesino y el líder del grupo armado que trafica no hay diferencia. De ahí que se crea que una avioneta, o en su defecto un dron, cumple con las labores ya no de erradicación, sino de exterminio.
Pues bien, si el presidente Duque desmonta el camino de la restitución voluntaria, volverá el glifosato. Con este, para que Paloma se haga una idea de lo que implica su quimioterapia, escaseará la alimentación en Tumaco. Cuentan los que ya lo vivieron que en épocas de glifosato era difícil conseguir una yuca o una papaya. “El vapor no más va secando todo”: así lo explican.
Los niños y las personas de la tercera edad serán los primeros afectados. La coca se dirigirá hacia otra parte (como siempre). La protesta social incrementará y vendrán los taponamientos de vías. Más y no menos conflicto será el resultado. Con el agravante de los grupos emergentes, que ganarán legitimidad.
Tumaco merece un mejor diagnóstico. Si se trata de patologías, que revisen los índices de necesidades insatisfechas.