Cuesta demasiado trabajo creerle al presidente Petro que la escogencia del sombrero del comandante del M-19 Carlos Pizarro sea únicamente una medida pensada para promover la paz y la unión. Cualquier otro símbolo habría sido mucho más útil. Uno más afín a los tiempos de la transición que se supone vivimos los colombianos y que esta y las siguientes administraciones tienen que liderar.
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Cuesta demasiado trabajo creerle al presidente Petro que la escogencia del sombrero del comandante del M-19 Carlos Pizarro sea únicamente una medida pensada para promover la paz y la unión. Cualquier otro símbolo habría sido mucho más útil. Uno más afín a los tiempos de la transición que se supone vivimos los colombianos y que esta y las siguientes administraciones tienen que liderar.
No se entiende por qué no es tenido en cuenta el lenguaje producido con la participación de tantas comunidades violentadas, que nace en parte de grupos defensores de derechos humanos y organizaciones sociales, en su mayoría amigos de los ideales de la izquierda. En últimas, parecería que en Colombia no existiera un Centro Nacional de Memoria Histórica que nos hubiese legado conceptos, narrativas y posiciones morales frente a las víctimas.
La propia justicia transicional protagonizada por la Jurisdicción Especial para la Paz nos ha legado nuevas formas de pensar el pasado, la violencia y los daños de la guerra. Con la participación de las comunidades indígenas y afrodescendientes aprendimos a ensanchar, por ejemplo, el significado del territorio como víctima. Si esta administración está tan preocupada por los temas ambientales, bien podría ayudar a impulsar la visibilización de esas nuevas formas de relacionarnos con la idea misma de la víctima. Ahí tenemos un conocimiento construido localmente que con seguridad tendrá efectos en la posibilidad de descolonizar la justicia transicional a nivel global.
Por lo demás, que desde el Ministerio de Cultura se pase por alto que tuvimos una Comisión de la Verdad que nos propuso ya un camino por andar tampoco tiene sentido. El sombrero de Pizarro merece un lugar de reconocimiento en la historia reciente de Colombia para ser exhibido, recordado y dialogado. Pero el guion museográfico para ello no es el que están proponiendo. Algo va de la construcción de paz como fin a su manoseo retórico para efectos puramente electorales.