!["Para ser un enemigo de las élites y el centralismo, Petro está bastante obsesionado con algunos de los héroes míticos de la izquierda bogotana": Nicolás Rodríguez](https://www.elespectador.com/resizer/v2/SDTJSZTSUFBCROM76TXER5PNWE.jpg?auth=4890b24bb0fcee2fca6a7fcd0d50214c22379aa249713ac0491998cddaae8be2&width=920&height=613&smart=true&quality=60)
Después del sombrero de Pizarro, el turno es para la sotana del cura Camilo Torres. Otro fetiche, como nos los explicaron en sus respectivos textos Olga González y Pedro Adrián Zuluaga. Y una vez más, el de un guerrero, que también fue maestro y pensador. Un sociólogo cuyos escritos podrían ser más relevantes como símbolo que la sotana. Pero el presidente no lo ve así.
Por política electoral, convicción presidencial o una mezcla de las dos, con el sombrero y la sotana del que partió a la insurgencia, las armas quedan en el centro de la discusión. Con ello, la justicia transicional pasa a un tercer plano. O mejor: volvemos a una era anterior a su existencia.
Nos dirán, como con Pizarro, que de lo que se trata es de ensanchar el relato que se tiene de la historia colombiana para que quepan los olvidados. “Los luchadores sociales del mundo” para usar las palabras siempre tan modestas del propio presidente. Pues bien: Camilo Torres merece ser conmemorado y su impacto positivo en la vida de otros maestros es real. Pero que por favor no siga como va la saga de predecibles valerosos guerreros.
Si de cambio social y religión se trata, recordemos que las comunidades que el petrismo pretende visibilizar también tienen sus propias figuras emblemáticas. Para ser un enemigo de las élites y el centralismo, Petro está bastante obsesionado con algunos de los héroes míticos de la izquierda bogotana. Una pena, porque otro progresismo menos guerrerista, patriarcal y capitalino, pero más valiente y a tono con la Comisión de la Verdad, lo encontrará en personas como la hermana Yolanda Cerón, lideresa de la Pastoral Social asesinada por paramilitares mientras trabajaba con las comunidades negras e indígenas de la costa pacífica nariñense en la reivindicación de sus derechos colectivos a las tierras.
Materializar la Constitución y pedir que se respete la ley 70 del 93 debería ser suficiente.