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Una buena foto para reflexionar sobre nuestros pecados la publicó en estos días el periódico El Colombiano con el titular “Duro golpe: incautan más de cuatro toneladas de marihuana en el Pacífico”. También circula en la cuenta oficial de Twitter de la Armada de Colombia.
En la imagen vemos cuatro personas armadas y una serie de talegos, que suponemos repletos de marihuana, ordenados en la lógica estética de las incautaciones. En esta ocasión, se priorizó un efecto visual que bien podría ser considerado bíblico: la acumulación de costales parecería no tener final. La cantidad incautada va en aumento en la imagen, desborda el encuadre y sigue más allá. El milagro de la multiplicación. Un mar de marihuana.
Estamos ante la puesta en escena de la misma guerra contra las drogas que, pese a la fortaleza de los golpes históricos de las autoridades, siempre resucita. En el lenguaje jurídico-militar los anuncios del comienzo del fin se repiten como un mantra religioso. La pasión de los militares por la curaduría de sus cargamentos incautados también pervive en el presente. Una pasión que es de hecho transnacional, como quiera que la creatividad a la hora de exhibir matas es compartida con policías y militares latinoamericanos.
El guion de la curaduría sigue siendo el prohibicionismo. En la imagen queda claro que los discípulos de los Estados Unidos seguimos con fe y devoción la necesidad del sacrificio. Tantos años después de repetida, en vez de valentía y heroísmo, la escena plantea derrota, tragedia y altas dosis de tedio.
Es más, ahora nos enteramos de que, tras un proceso de negociaciones entre basquetbolistas y directivas de la NBA, a los jugadores ya no se les prohibirá consumir marihuana. A la luz de lo que nos muestra con tanto orgullo la Armada Nacional, la noticia que proviene de los Estados Unidos y sus dioses del deporte no podría ser más ridícula.
Ya estamos inmersos en los predios de la comedia.