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Macrolingotes

130 años del fallecimiento de Núñez


Óscar Alarcón
24 de septiembre de 2024 - 05:05 a. m.

Se cumplieron 130 años de la muerte de Rafael Núñez, cartagenero, Presidente de la República por cuatro veces y uno de los hombres más controvertidos que hemos tenido en nuestro país. Como político se inició en el liberalismo en Panamá, gracias a que contrajo matrimonio el 13 de junio de 1851 con Dolores Gallegos, sobrina de don José de Obaldía, un importante jefe de la región. En esa época, cuando los dirigentes hacían política con las armas participando en guerras civiles, Núñez se inclinó por estudiar el país y escribir. Fue Secretario de Hacienda en uno de los gobiernos del general Tomás Cipriano de Mosquera y luego —cosa extraña, entonces— viajó a los Estados Unidos y a Europa, donde permaneció más de diez años. Fue cónsul en El Havre y en Liverpool, nombrado por Mosquera. Fracasado su matrimonio, gran parte de esos años los compartió con doña Gregoria de Haro, viuda, casada nuevamente, y quien buscó rehacer su vida con el cartagenero.

Es digno de destacar que un joven del siglo XIX se vaya a los países adelantados a estudiar sus gobiernos, a escribir ensayos, a hacer poemas y “a pasarla bien”, como diría nuestra vice. Luego regresó a hacer política para enfrentarse a los radicales, salir elegido Presidente y tumbar desde el balcón de Palacio la Constitución de Rionegro para hacer aprobar, con Miguel Antonio Caro, la Constitución de 1886.

Cuando en un banquete en Palacio presentó a su última mujer, Soledad Román, ella entró del brazo de monseñor José Telésforo Paúl, arzobispo de Bogotá, escena que dio margen para que alguien comentara: “Están juntos, el excelentísimo, el ilustrísimo y la grandísima”.

Cuando Núñez fue Secretario del Tesoro del general Mosquera, Joaquín Pablo Posada (el alacrán Posada) le dedicó el siguiente versito: “No es doña Gregoria Haro/ la que cuesta tan caro/ al Tesoro Nacional;/ es el aro de Gregoria, /ciudadano general”.

De verdad, Núñez fue un hombre muy controvertido, pero orgullo de los cartageneros.

 

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